El Gobierno alemán colapsa y sacude a una izquierda europea en crisis
Solo España, Malta, Dinamarca y Rumanía cuentan con Gobiernos progresistas en los 27 Estados miembros. La izquierda mengua, mientras las fuerzas conservadoras ensanchan su poder en las instituciones comunitarias y en las capitales.
María G. Zornoza
Bruselas-
El mismo día en el que Donald Trump ganaba por segunda vez unas elecciones en Estados Unidos, el Gobierno de Alemania, el principal motor de la UE, colapsaba. La caída de la coalición que lidera el socialdemócrata Olaf Scholz provoca una etapa de incertidumbre con el mundo en llamas; con el bloque comunitario falto de liderazgos y con las fuerzas progresistas hundiéndose a lo largo y ancho del globo mientras las de extrema derecha atraviesan su mejor momento desde la Segunda Guerra Mundial.
Los dos titulares que dejó la jornada del miércoles -el triunfo de Trump y la ruptura del Gobierno de Scholz- son malas noticias para la UE. El republicano, que durante su primera Presidencia se refirió a los europeos como "enemigos", afronta a partir de enero un segundo mandato con más poder, mejor conocimiento del sistema y una mochila de venganzas acumuladas. En la UE están dispuestos a darle una oportunidad confiando en una buena cooperación transatlántica, un escenario que no parece probable. El mensaje de los europeos frente a los vientos que soplan en el otro lado del océano pivota sobre una llamada a la unidad y al fortalecimiento del bloque. Pero cuando todavía no habían pronunciado estas palabras, el Gobierno de su primera potencia saltaba por los aires.
El canciller germano fulminó a su ministro de Finanzas, Christian Lindner, por diferencias irreconciliables sobre los presupuestos y el gasto público. Era, sin embargo, la crónica de un divorcio anunciado. La luna de miel de la coalición semáforo que conforman socialdemócratas, verdes y liberales duró poco. Sus discrepancias se han multiplicado con el paso de los años. ¿Y ahora qué? La intención de Scholz era presentar una moción de confianza a mediados de enero, pero cada vez cuenta con más presión sobre la oposición para que adelante las elecciones, algo que solo ha ocurrido en dos ocasiones en los últimos 75 años. Los próximos comicios deberían celebrarse en septiembre del próximo año pero todos los caminos conducen al adelanto.
Durante este tiempo de incertidumbre, Scholz carecerá de mayoría en el Parlamento para aprobar nuevas normas, por lo que se anticipa un periodo de bloqueo legislativo y marcado por un ambiente electoralista y de crispación. Los sondeos posicionan al democristiano Friedrich Merz como el ganador de los comicios. Como ya ocurrió en las pasadas elecciones de Brandenburgo, los pronósticos apuntan a un descalabro de la socialdemocracia, que compite con la extrema derecha de Alternativa por Alemania (AfD) por el segundo puesto.
La caída en picado de la socialdemocracia en Estados Unidos y Alemania es una prueba más de una tendencia que lleva tiempo consolidándose. En los últimos años han caído bastiones progresistas como el paraíso nórdico o el vecino Portugal, que se han derechizado. Con la caída de Alemania, la UE solo contaría con cuatro de los 27 gobiernos en manos de los socialistas: España, Malta, Dinamarca y Rumanía. En paralelo, las fuerzas populistas son cada vez más fuertes formando parte de gobiernos en Países Bajos, Hungría, Eslovaquia o Italia. La nueva Comisión Europea, que debería comenzar a rodar a finales de este año, contará por primera vez con una vicepresidencia en manos de la extrema derecha.
Con una economía maltrecha que suma meses en recesión técnica y un potente tejido productivo que se asfixia, el regreso de los conservadores se traduciría en una mayor austeridad y un recorte de gasto social. Una posición que también tendrá impacto en el bloque comunitario. Los 27 tendrán que negociar los próximos años los nuevos presupuestos europeos.
Además, el colapso del Gobierno alemán puede ser interpretado por parte de una sociedad cada vez más desencantada con la clase política como una señal de debilidad o ineficacia, que podría traducirse en un apoyo a las fuerzas euroescépticas y populistas y en una mayor polarización ciudadana. En Alemania, de hecho, la extrema derecha de Alternativa por Alemania y la izquierda populista de Sahra Wagenknecht han vivido un ascenso meteórico en los últimos meses.
La locomotora germana es un espejo de la crisis que atraviesan las fuerzas socialdemócratas en Europa y en el globo. Son incapaces de presentar alternativas y conectar con sus votantes, que cada vez los perciben como una parte más de las élites. La coalición que lidera Scholz se ha dejado arrastrar por la presión de sus contrincantes y el ascenso de AfD y ha llevado a cabo decisiones controvertidas como imponer controles a lo largo de todas sus fronteras, agilizar la expulsión de migrantes irregulares y endurecer el discurso contra los refugiados. Mientras que Estados Unidos ha cerrado filas y enviado un sinfín de armamento al Israel que está cometiendo un genocidio en Gaza.
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