Este artículo se publicó hace 3 años.
Envidias, amenazas, corrupción: así era la isla filipina donde la Policía asesinó a bocajarro al surfista coruñés
Varios de los allegados que conocían a Diego Bello coinciden en que los celos por sus éxitos empresariales pudieron crear una atmósfera que facilitó las cosas a los agentes que le ejecutaron extrajudicialmente. Al menos dos personas, le habían amenazado de muerte. El gallego no pasaba desapercibido.
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"En Filipinas hay una sociedad en la que los políticos se ríen de los ciudadanos, donde se compra el voto y la gente vive bajo el miedo. Los rumores que corrían sobre Diego Bello en la isla de Siargao jamás insinuaban que fueran a matarlo, pero su nombre salía a colación frecuentemente. Cada vez que yo escuchaba algo, le advertía. Hubo pequeños líos con algunos surfistas y a cuenta de las fiestas que organizaban. Luego estuvo el tema aquel de la falsa violación de la que le acusaron. Se le abrieron varios frentes y eso hizo más fácil eliminarlo. Al cien por cien, estoy segura de que la envidia estuvo detrás de lo que pasó". Quien habla de este modo es una periodista catalana llamada Olga García, que coincidió en la isla filipina de Siargao con el coruñés entre 2017 y 2020. Se estima que en aquella pequeña comunidad han llegado a vivir en torno a veinte españoles junto a cientos más de occidentales.
Olga no solo conocía al gallego sino que le advirtió en varias ocasiones de que se andara con cuidado. En el municipio de General Luna apenas viven 22.000 personas y los chismes son moneda común. Ni Diego ni su amigo Pedro Moreno llegaron a considerar jamás que sus vidas estuvieran amenazadas pese a que sí eran conscientes de que tenían adversarios. Lo que sí se temían es que la policía les plantara alguna droga para encarcelarlos o para trabar la rueda de sus éxitos empresariales.
Cerraban a la hora
El nombre del surfista resonaba ya entre la policía de Siargao y la comunidad local antes de que lo asesinaran
Diego y su socio Arturo eran tan escrupulosos en la gestión de sus negocios que grababan con una cámara la hora diaria de cierre del restaurante La Santa para demostrar llegado el caso que cumplían los horarios. En cuanto a los montajes policiales, tenían razones para preocuparse porque existían antecedentes de ello en General Luna. Un británico llamado Liam Cox que creó un negocio para pasear a turistas desnudos a lomos de búfalos sagrados ofendió a las autoridades locales con su chiringuito y terminó en el presidio acusado de posesión de marihuana. Se da por cierto que la droga se la plantó la policía, claro que aquello sucedió en la época anterior a la llegada del capitán Vincent Panuelos, uno de los tres agentes a los que ahora investiga la Justicia filipina por el asesinato extrajudicial de Bello. "Internaron a Liam en la cárcel de Butuan en 2018. Cuando le liberaron habló conmigo desde Inglaterra y me dijo que había oído hablar en prisión a varios policías que se referían a Diego como una especie de objetivo", asegura su amigo Pedro Moreno. En otras palabras, no hay muchas dudas de que el nombre del surfista resonaba ya entre la policía de Siargao y la comunidad local antes de que lo asesinaran.
Al igual que la periodista catalana, Pedro tampoco descarta que las envidias suscitadas por los rápidos éxitos empresariales de su amigo ayudaran a situarle en la diana o, al menos, les allanara el terreno y se lo pusiera algo más fácil. Quienes conocieron al gallego coinciden en que poseía una personalidad franca y expansiva que, junto a su propio físico − era un muchacho rubio y de ojos claros entre morenos− , le hacía más complicado pasar desapercibido. A algunos isleños y ciertos occidentales se les atragantó que un joven, como quien dice recién llegado, consiguiera echar a andar varios negocios en apenas tres años y convertir en oro cuanto tocaba. Cuando lo mataron tenía una tienda de material de surf llamada Mamón y un restaurante, pero seguía haciendo planes para expandirse. Por lo que cuenta Pedro, no llegaron a ganar dinero porque todavía estaban pagando las inversiones realizadas, pero podrían haberlo hecho si la policía no hubiera acabado con la vida de Bello.
Las llamadas fiestas de "Skama" que organizaba antes de crear su propio restaurante conseguían reunir a cientos de personas. Luego Diego abrió La Santa junto a Arturo y lograron transformarlo en un lugar de moda con la ayuda de Pedro. Para entonces, Bello y sus socios se habían granjeado ya rivales que, bajo excusas diferentes, protagonizaron diversos encontronazos. No es fácil, sin embargo, determinar cuál fue la influencia de esos incidentes en el desenlace final, si es que en verdad tuvieron alguna. La mayoría eran simples rifirrafes relacionados con la bulla que hacía el restaurante o la clásica gresca entre surfistas por hacerse con un hueco en la ola. En cualquier otro contexto, hubiera sido lo normal. Claro que se movían en un pequeño rincón insular y provinciano de las Filipinas de Duterte.
Se sabe como lo mataron
Ni la familia ni los amigos próximos al fallecido consideran que haya misterio alguno detrás de lo ocurrido el 8 de enero de 2020, cuando Diego murió acribillado a los 32 años a las puertas de su casa en la barriada o barangay número 3 del municipio de General Luna (Surigao del Norte, Filipinas), tras recibir seis balazos disparados a bocajarro por la propia policía. No solo se ha logrado acreditar que la versión oficial fue un burdo montaje, sino que se han reconstruido casi todos los detalles relacionados con la ejecución extrajudicial del coruñés. Definitivamente, Diego no era un narcotraficante y menos todavía, un camello de poca monta.
Se han reconstruido casi todos los detalles relacionados con la ejecución extrajudicial del coruñés
El propio Eric Distor, el máximo responsable del equivalente filipino del FBI (National Bureau of Investigation o NBI), aseguró hace un par de meses que el relato de los hechos efectuado por los policías hace aguas por todas partes. Fuentes de su organización han asegurado tras investigar los hechos que "no es posible dar crédito a la versión de los agentes de policía implicados, dadas las discrepancias que hay entre sus declaraciones, los testimonios de los testigos y el análisis de la escena del crimen". Fue el secretario filipino de Justicia, Menardo Guevarra, quien ordenó reabrir una investigación del caso para decidir si los tres policías implicados deberían ser enjuiciados. Previamente, admitió, había recibido dos visitas de un diplomático español.
Junto al antiguo jefe de la comisaría del municipio de General Luna, Vincent "Wise" Panuelos, están siendo también investigados dos sargentos a sus órdenes − Nido Boy Cortes Esmeralda y Ronel Azarcon Pazo− para determinar si los tres agentes deberían ser procesados por asesinato, perjurio y plantación de pruebas. Panuelos se aferra a su versión inicial de que Diego era un vendedor de droga abatido en defensa propia por sus agentes durante un operativo en el que se le incautó una pequeña cantidad de cocaína. Ese relato ha sido puesto en entredicho tanto por la comisión filipina de Derechos Humanos como por el National Bureau of Investigation (NBI) y por la PDEA (la agencia antidrogas filipina). Datos forenses y testigos corroboran que el relato policial es una nube de humo para encubrir un crimen.
Datos forenses y testigos corroboran que el relato policial es una nube de humo para encubrir un crimen
El destino de Diego no solo selló su suerte en esa isla, sino también la de quienes le rodeaban. Temiendo por sus vidas, tanto su socio Arturo como su amigo Pedro abandonaron el país casi de inmediato, y con ellos varios occidentales más. A la periodista barcelonesa Olga García le impidieron regresar a Filipinas tras ponerla bajo custodia en el aeropuerto de Manila de vuelta de un viaje a España que llevó a cabo después de la muerte del gallego. Olga sospecha que esa prohibición está relacionada con el asesinato, aunque no puede demostrarlo. "Siempre he creído que si Diego estuviera vivo, no me hubieran incluido en una lista negra de inmigración", asegura. La catalana intuye que uno de sus antiguos socios en Filipinas, un periodista local llamado Roel Catoto podría estar detrás de la denuncia que le impide volver. Catoto es precisamente el periodista que extendió las calumnias acerca de la supuesta implicación de Diego en una violación.
Calumnias de un periodista
A pesar de que carecía de evidencias, el antiguo socio de García, hoy enemistado con ella, se apresuró a publicar un reportaje sin contrastar la versión de las denunciantes. Bello no llegó a ser nunca imputado porque la propia Justicia filipina dictaminó que la acusación se sostenía sobre los falsos testimonios de una novia norteamericana despechada por el hecho de que Diego se marchó con otra. Se da la circunstancia de que Catoto era un personaje próximo a Panuelos, que confraternizó con él mientras este estuvo al frente de la comisaría de General Luna, cargo que el capitán abandonó en marzo de este año.
El incidente de la violación hizo mella en la reputación de Diego y dio fuelle a rumores en su contra amplificados por los mentideros del municipio. Las calumnias divulgadas por Catoto fueron también aprovechadas por los adversarios del coruñés para ensuciar su imagen. Tal y como dice Pedro, nada de eso hubiera sucedido "si Diego hubiera sido un bienqueda".
A partir de ese momento, y aunque los españoles lo ignoraban, habían comenzado a abrirse paso por una verdadera ciénaga sembrada de peligros. El contexto de impunidad policial instaurado por Duterte y su guerra sucia contra las drogas aún hacía más inestable el terreno por el que avanzaban. ¿Claro que por qué fue el coruñés quien cayó abatido por las balas de la policía y no su socio Arturo o su amigo Pedro Moreno? Se estima extraoficialmente que la policía filipina ha ejecutado a 30.000 personas y el español tuvo el infausto honor de ser el primero y el último de los extranjeros asesinados.
Se estima extraoficialmente que la policía filipina ha ejecutado a 30.000 personas
Entonces, si Diego no era un narcotraficante, ¿a quién pudo enfadar lo suficiente para que lo mataran? En otras palabras, ¿por qué lo asesinaron? Su amigo Pedro, barcelonés de 43 años, dice que no hay un solo día en el que no se lo pregunte. Había conocido a Bello en las Navidades de 2017, pero conectaron bien, y a partir de ese momento, nació una profunda amistad entre los dos. Por un simple giro del destino, el catalán no había acompañado al gallego hasta su casa la noche en que lo asesinaron. Llegó a la escena del crimen apenas un minuto después de que le descerrajaran seis balazos. La situación era terrorífica pero en ningún momento se planteó no acudir junto a su amigo.
Gracias precisamente a testimonios como el suyo se conocen los detalles más minuciosos y escabrosos del crimen que la policía trata de encubrir. Todo excepto si las seis balas partieron del arma de Nido Boy Cortés Esmeralda, quien sin duda realizó al menos varios de los disparos. Lo primero que el sargento le dijo a la novia norirlandesa de Moreno cuando esta se personó en el lugar del homicidio fue: "¡Lo siento, lo siento! Pensaba que me iba a disparar".
Según Pedro, Diego estaba boca abajo, con la mano encima de una pistola que le habían plantado y con una riñonera verde nueva que la policía le amarró. Por las cámaras de La Santa se sabe que no la portaba a la salida de su restaurante. "Se apreciaba que habían dispuesto su cadáver junto a un muro para fingir que había tratado de escapar pero el espacio donde yacía era antinatural. Si hubiera caído desde lo alto hubiese quedado postrado a al menos un par de metros de la pared, y no a sus pies, donde lo depositaron. Panuelos no estaba entre los nueve o diez policías que había en el lugar. Creemos que podía estar viéndolo todo oculto desde algún lugar. En cuanto a Pazos, suponemos que era el tipo enmascarado que vino al restaurante para vigilar a Diego y para dar la señal de la salida de mi amigo".
Pedro podría haber muerto
¿Hubieran asesinado también a Pedro si hubiera entrado con Diego y no se hubieran demorado unos segundos? Moreno sospecha que sí porque, aunque no fueran su verdadero objetivo, los policías no hubieran podido permitirse la presencia de testigos. Existe, además, una duda insidiosa mucho más recalcitrante que cualquier otro misterio relacionado con la muerte. ¿Actuaba Panuelos por su cuenta o alguien le alentó a hacerlo o le comisionó? "Es que me cuesta mucho creer que en verdad pensara que Diego traficaba con drogas. Piensa que estaba matando a un europeo y no podía ignorar que eso tendría repercusiones", dice Moreno. "¿De verdad se arriesgó a organizar la ejecución sin consultarlo con sus superiores?".
La fiscal Honey Delgado da por cierto que el arma que supuestamente portaba Diego no le pertenecía
En efecto, tal y como sugiere Pedro, no parece que el capitán actuara de manera clandestina ni que enviara a sus agentes como miembros enmascarados de escuadrones de la muerte. En el lugar del crimen llegaron a concentrarse entre ocho y diez policías (algunos con el rostro descubierto), además de dos individuos con uniformes militares. La fiscal Honey Delgado da por cierto que el arma que supuestamente portaba Diego no le pertenecía. Según la fiscalía, estaba a nombre desde hace veinte años de una compañía de Manila con la que el coruñés no tenía ninguna conexión.
El propio NBI ha asegurado que Lafuente estaba desarmado y la Agencia de Control de Drogas de Filipinas (PDEA) ha llegado a emitir una certificación donde asegura que en ningún caso se coordinó con Panuelos para un supuesto operativo policial. Lo curioso es que un informe anterior de la policía no desmentido tras el crimen indicaba lo contrario. El brigadier general de la Policía Nacional de Filipinas, Joselito Esquivel, llegó a decir después de la muerte de Bello: "Lapuente se dio cuenta de que estaba enfrentándose a agentes de la ley y les disparó". En el mismo comunicado se afirmó que la operación había sido llevada a cabo por la Compañía de Policía Móvil 1302 de la Oficina Provincial de Surigao del Norte. Ahora, el capitán y los dos sargentos se han quedado completamente solos y a merced de la decisión que tome la Justicia de su país tras escuchar las alegaciones de ambas partes. No obstante, las contradicciones son tan claras y elocuentes que invitan a poner en duda que el capitán actuara por su cuenta, incluso si en verdad creía que el español estaba implicado en algún negocio turbio.
En el supuesto de que la fiscalía filipina decidiera tirar de la madeja de su muerte hasta sus últimas consecuencias, debería investigar al menos a media docena de individuos que tuvieron encontronazos con el gallego. Al menos dos de ellos, le amenazaron de muerte o a él o a alguno de sus socios. El más conocido es el gobernador de Camarines Sur, "Migz" Villafuerte, claro que hay varios nombres más que merecerían ser incluidos en una lista seria de "personas de interés".
"Personas de interés"
"Al final, se juntan pequeñas voces, y es como una voz más grande", añade el barcelonés, quien tampoco está seguro sobre el modo en que pudieron influir todos esos rumores en Panuelos o en quien quiera que ordenara la muerte de su amigo. Entre quienes amenazaron de forma más creíble a Diego se hallan un australiano conocido como Brett a menudo descrito por los locales como un tipo siniestro y violento y un europeo del este, casado con una filipina. Este último es el propietario de un resort llamado Romantic Beach Villas situado en las inmediaciones de la Santa. Se quejaba a menudo de que el ruido que procedía del restaurante hacía que sus clientes le asignaran bajas puntuaciones a su negocio en las web de reservas. A finales del verano de 2020, llegó borracho y empotró un quad contra una de las persianas de la Santa. Pedro y Diego fueron a verle por la mañana y, según el catalán, el agresor les espetó: "Es lo menos que os puede pasar".
Entre quienes amenazaron de forma más creíble a Diego se hallan un australiano conocido como Brett
El rifirrafe con el australiano tuvo lugar a principios de 2019, cuando la Santa todavía no existía. Por razones desconocidas, el 'aussie', un antiguo militar, se aproximó a Diego en el transcurso de una de las fiestas que organizaba en la playa y le agredió. Tiempo después, Brett le pidió disculpas, pero a pesar de ello, todo lo ocurrido resultó inquietante. La comunidad de occidentales tienen al australiano por una persona mentalmente inestable y violenta. Semanas después, Brett, dueño de una pizzería de Burgos (Siargao) llamada Bluey Innertube, le pidió a Diego que entrara en el baño de la Santa para mostrarle una pistola. No fue un gesto hostil porque era habitual en él fanfarronear con armas pero sí desconcertante. Lo que sin duda prueba todo ello es que a los oídos de Panuelos llegaban rumores que cuestionaban a Diego Bello. En su entorno había gente que no le deseaba lo mejor. Está plenamente demostrado que el australiano y el capitán tenían una relación estrecha.
El encontronazo más serio que tuvieron los españoles tuvo por protagonista al gobernador "Migz" Villafuerte. En agosto de 2019, este se presentó en la Santa con su pareja − Rachel Peters− y amenazó de muerte a Arturo, el socio de Diego Bello. El coruñés estaba a la sazón internado en un hospital de Manila, aquejado de dengue. "¿No sabes quién soy yo?", le dijo a Arturo. "¿No sabes lo que puedo hacer con vosotros, chicos? Sois tres, ¿no es cierto? ¿Dónde están los otros dos? Puedo dispararos, haceros desaparecer y arrojar [vuestros cadáveres] al manglar". Ni Diego ni Arturo denunciaron nunca la amenaza de muerte a la policía, aunque informaron de los hechos al responsable del barangay (barrio o distrito), Ruel Oraliza, a quien tenían por amigo.
La novia de Villafuerte tenía un local frente a La Santa y decía que le molestaba el ruido. Sus allegados sospechan que lo que probablemente le irritaba a Migz es que hubiera tres extranjeros triunfando frente al negocio de su novia Rachel, candidata a Miss Mundo y habitual en las revistas filipinas del corazón. Después de las amenazas, la propia Peters anduvo recogiendo firmas de vecinos de los aledaños para protestar por el ruido del local. Se dice que su novio escribió al presidente Duterte para informar de que Diego y sus amigos operaban un ruidoso negocio sin licencia que cerraba a altas horas de la madrugada. Ambas cosas eran falsas: poseían licencia y cumplían a rajatabla los horarios.
¿Debían tomarse en broma las amenazas del gobernador de Camarines? A juzgar por su aspecto inmaculado y su sonrisa algo impostada, nadie diría que Migz es un aspirante a tiburón de la política, el más joven de los miembros de una dinastía de caciques cuyo feudo se halla en una provincia de Luzón. Cuando accedió al cargo que todavía hoy desempeña, en 2013, tenía solo 23 años. Tanto su abuelo Luis como su padre Luis Raimundo habían servido antes como gobernadores y todos sus mandatos estuvieron caracterizados por la corrupción y el nepotismo. No había transcurrido mucho tiempo desde que Migz se hizo con las riendas de la Gobernación de Camarines Sur cuando se le retiró el poder sobre la policía de su isla para impedir que influyera en la investigación del homicidio de cuatro mineros, asesinados por una fuerza parapolicial que había creado su propio padre.
Desde aquel acto de intimidación que protagonizó en La Santa hasta el día del crimen hubo un largo y tenso periodo de silencio. A nadie se le escapa que tanto Panuelos como Villafuerte son de Camarines Sur (una provincia situada a cuatro horas de avión de Siargao), claro que no ha logrado nunca acreditase que existan vínculos entre ambos. Lo que no es cierto, en opinión de Pedro, es que su amigo fuera extorsionado por alguna mafia o funcionario policial o que fuera obligado a pagar mordidas so pena de represalias. Definitivamente, no parece que el dinero tuviera un papel directo en lo acaecido.
Ambiente enrarecido
Lo que sí pudo crear un contexto propicio para los asesinatos fue el ambiente enrarecido de la isla. El turismo es un fenómeno reciente que ha creado resquemor entre los sectores de la población que no se han beneficiado de él o que creen amenazada su cultura tradicional. A muchos les molestaba seguir viviendo en la pobreza mientras gente de fuera amasaba aparentemente rápidas fortunas. El césped del vecino parece siempre algo más verde que el de uno. Además, ciertos excesos cometidos por occidentales dieron fuelle a cierta atmósfera de xenofobia y a un creciente sentimiento de hostilidad hacia el foráneo. Y entre ellos, el mentado negocio de los búfalos de Liam Cox por el que el inglés terminó con sus huesos en la cárcel. El propio Panuelos se quejaba a menudo del modo en que la llegada en avalancha de forasteros estaba modificando las tradiciones locales y la identidad original de las comunidades de la isla.
"Lo que le pasó a Diego no le hubiera sucedido en el Siargao de hace siete años", afirma la periodista Olga García. "El lugar vivió un crecimiento muy importante en 2019. Se hizo una película llamada Siargao con estrellas del cine filipino y eso provocó una ola de turismo increíble. La ocupación hotelera creció un 300 por ciento de 2019 a 2020 y el coste de la tierra se triplicó. Y después, Conde Nast nos nombró la isla mas bonita de Asia, lo que transformó aquello para siempre. Llegó más gente, más dinero, más avaricia y vinieron turistas a quienes no les importaba la vida local y que venían solo a hacerse selfies. Antes, no había codicia, ni lucha por la tierra, ni inversiones, ni políticos o miembros de la élite de Manila haciéndose casas junto a la costa. Todo eso creó un ambiente complicado". Olga cree que Diego pisó donde no debía.
"Lo que le pasó a Diego no le hubiera sucedido en el Siargao de hace siete años", afirma la periodista Olga García
Nadie ha logrado demostrar hasta la fecha que algunos de esos nombres que ahora resuenan entre las personas de interés pudieran tomar parte en el asesinato o instigarlo de algún modo, pero sus allegados, aunque escépticos acerca de la verdadera voluntad de la policía filipina, no desean que se descarte ningún extremo. La mejor amiga gallega de Diego, Rebeca Díaz, ha convertido en una cruzada personal la lucha para exigir justicia y para aclarar los hechos. Junto a la oreja lleva tatuada una palabra que Bello usaba a menudo: "Carufo". A excepción de sus parientes, nadie ha dedicado tanto esfuerzo a rehabilitar la imagen de su amigo. "Cuando Pedro llegó de Filipinas tras el asesinato me juró y perjuró que no tenía ni idea de lo que había sucedido", afirma Díaz. "Es verdad que Diego era una persona segura de sí misma. Te hablaba de la misma forma si te había conocido hace cinco minutos o de toda la vida. Pero ahora todo el mundo se ha puesto a especular sobre esto o aquello. Yo no creo que tuviera más problemas de los que cualquiera tiene en su vida normal".
Idea de Panuelos
Tras dedicar mil horas a meditar acerca de lo ocurrido, Rebeca ha llegado a la conclusión de que Panuelos creía realmente en la política antidroga de Duterte y comenzó a recelar porque suponía que en las fiestas que organizaba Diego se consumían sustancias. "No digo que no le beneficiara el saber que había tenido problemas con Villafuerte. Aunque sospecho que todo partió de él porque quería darle un empujón a su carrera", añade. El propio capitán admitió hace unos días en declaraciones a Público que le relevaron de su cargo de jefe de la comisaría de General Luna en marzo de 2021. "Me han asignado un cargo en el mismo rango anterior de capitán", dijo el presunto cerebro del crimen.
El parecer de Rebeca pergeña otro de los posibles escenarios que debería considerar una investigación policial profesional: que, en efecto, Panuelos fuera una suerte de "iluminado" de Duterte que creía en su yihad contra las drogas y que asumió que gozaba de patente de corso para acabar con un español al que en verdad consideraba implicado en el suministro de los estupefacientes y sustancias que, en mayor o menor medida, se consumían en las fiestas. El capitán llegó incluso a insinuar tras su muerte que podía estar vinculado con la presencia de fardos de cocaína que habían sido arrastrados hasta la costa por las corrientes marinas, extremo que posteriormente se demostró infundado y absurdo. Los propios responsables policiales de Manila aseguraron que los paquetes que lavaron el litoral de Siargao y de otras islas filipinas del este del Pacífico no estaban destinados al consumo interno.
Esos hallazgos de cocaína son habituales no solo en Filipinas, sino en remotos enclaves del Pacífico como las islas Marshall. Se da por cierto, en primer lugar, que han llegado hasta allí tras desanclarse de las redes donde los narcos las fijaron o tras una huida ocasionada por la aparición de un guardacostas. Su destino lógico y natural podría ser Australia o Nueva Zelanda y en el peor de los escenarios, las islas Filipinas serían el lugar de encuentro transoceánico donde se efectúan los transbordos de la mercancía.
Rebeca Díaz cree igualmente que si Diego no hubiera creado La Santa todavía estaría entre nosotros. "Pero fíjate que lo único que le preocupaba era que pensaran que se estaba forrando. Fue lo que me dijo la última vez que vino a Galicia", afirma. "Incluso antes de poner en marcha el restaurante cuando organizaban las fiestas de Skama, llenaban toda una calle principal y venía gente de otras islas".
Entonces, ¿fue triunfar rápidamente también un paso en falso? "No es que no pasara desapercibido porque hubieran surgido problemas. Quienes lo querían lo querían a muerte. Pero mucha gente que le envidiaba se aferró a cosas como lo de la violación para atacarlo por su éxito", precisa Pedro Moreno. En cierta ocasión, un nativo al que un antiguo residente de Siargao nos describe como "un camello muerto de hambre" incluso le increpó sacando a colación el episodio de la violación que Roel Catoto amplificó. No debió ser fácil para Diego lidiar con las calumnias.
Tan pronto como puso a andar su restaurante, comenzó a llevar una vida mucho más discreta: del negocio a su casa. Todos sus amigos subrayan su determinación, sentido de la lealtad y su fortaleza de ánimo, aunque creen que es probable que su carácter asertivo fuera a menudo malinterpretado en una cultura asiática donde se evita el conflicto mediante la simulación y donde imperan unas normas sociales en cierto modo basadas en la hipocresía.
Una marcha más que el resto
El tío de la víctima, Francisco Lafuente, corrobora, como Rebeca y sus amigos, que su sobrino no dio nunca señales de temor. "Aunque nos lo hubiera intentado ocultar, mi hermana Pili se hubiese dado cuenta. Pero él estaba en ese momento arriba, cuando las cosas se relativizan y dejan de preocuparte. Claro que en esos sitios como General Luna no eres a veces consciente de toda la supraestructura de poder en la que flotas. Diego era como una bomba, alguien que tenía una velocidad más que el resto. Al que no le acompañaba, lo dejaba atrás. Era un tipo con una actividad muy grande y allí el ritmo es tropical", precisa su tío. ¿Por qué él y no otro? "Quizá porque era la cara visible, el que hablaba con los empleados o con los proveedores y el que era más fácil de identificar porque estaba todo el día en la calle".
El capitán de policía considerado como el cerebro del asesinato aún no ha respondido de las acusaciones que se le dirigen, aunque admitió hace algunos días que se estaba concentrando en su defensa. Los allegados del surfista coruñés y su familia confían en que esté tan desesperado que al final tire de la manta. Claro que por otro lado se preguntan: "¿No sería eso más peligroso incluso que enfrentarse a la Justicia de su país?" Los clanes políticos como los Matugas de Siargao o los Villafuerte de Camarines Sur se sostienen mediante una tupida red de favores clientelares y un sustrato de corrupción que hasta el día de hoy, los hace intocables. El tío de Diego ni siquiera cree que Duterte vaya en serio al reabrir 52 casos de ejecuciones extrajudiciales, entre ellos, el de su sobrino. "Se está cubriendo las espaldas porque no quiere irse de la presidencia como un asesino, pero dilatará las diligencias judiciales del caso de Diego hasta el infinito para ganar tiempo. En cuanto vea que no le andan con el aliento tras la nuca para trincarlo, buscará alguna treta para que eso no llegue nunca a puerto", concluye.
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