Este artículo se publicó hace 5 años.
Enrico BerlinguerCuando Italia amaba a Berlinguer, padre del eurocomunismo
El líder del Partido Comunista Italiano entre los '70 y '80 fue el artífice del rechazo definitivo a la Unión Soviética en defensa de un eurocomunismo reformista en el bloque occidental.
Roma-
Decían de él que era un hombre bueno. No hubo muchos periodistas que pudieron entrevistarlo, pero quienes lo consiguieron destacaban su timidez. A los cronistas les era difícil contar anécdotas sobre él, ya que no revelaba siquiera si sus hijos estaban o no bautizados. Era tan tímido que a veces tenía que beber dos tragos de whisky antes de los mítines, lo cual hoy contrasta frente al arrogante personalismo de la política italiana.
Sin embargo, hablaba tanto al corazón de los pobres como a la mente de sus adversarios. Allá entre los años 70 y 80 conseguía reunir a verdaderas multitudes. Porque había una época, hoy remota, en la que en Italia se votaba con pasión al Partido Comunista (PCI). Como decía un verso del cantautor italiano Giorgio Gaber: "Algunos eran comunistas porque Berlinguer era una buena persona".
Italia homenajea estos días, 35 años después de su muerte, a Enrico Berlinguer, líder del PCI –entre 1972 y 1984– la formación comunista más importante de la Europa Occidental. En el Viejo Continente, en plena Guerra Fría, propuso que las formaciones comunistas del lado oeste del telón de acero abandonaran su afilición filosoviética para relanzar su espíritu desde una óptica europeísta, democrática, capitalista y sin coqueteos con Moscú. Y tuvo el valor de anunciarlo en el corazón de la URSS. Tendrá como aliados a Georges Marchais en Francia (PCF) y a Santiago Carrillo en España (PCE). Había nacido el eurocomunismo.
El líder transalpino tuvo claro que el comunismo democrático occidental tenía que rechazar la dictadura soviética sin la ambigüedad de sus predecesores, que no condenaban a las democracias populares del Este, y reafirmar la pertenencia de Italia en la OTAN. ¿Cómo conseguirlo, manteniendo la esencia comunista? Como defendía el propio Berlinguer, era preciso "liberarse con audacia e inteligencia de la aplicación escolástica de la doctrina comunista entendida como un dogma" que dejaba de ser "adecuado" para las "condiciones históricas". Mientras, tanto Washington como Moscú observaban con escepticismo aquel eurocomunismo desde ambos lados del Muro. Berlinguer empezaba a ser muy filoamericano para los soviéticos y demasiado filosoviético para los americanos.
Muy filoamericano para los soviéticos y demasiado filosoviético para los americanos
Lector de su tiempo
A nivel nacional, Enrico fue un gran intérprete de la política contemporánea. "Los partidos han ocupado el Estado y todas sus instituciones: el Gobierno, los entes locales, la seguridad social, los bancos, las empresas públicas, los institutos culturales, las universidades, la televisión pública, algunos grandes periódicos", declaró. "Los partidos ya no hacen política", pronunció en una entrevista con Eugenio Scalfari, fundador del diario italiano La Repubblica. En la misma entrevista, explicó que "política" es la que "se hizo hasta los años '60, cuando había grandes debates, grandes enfrentamientos de ideas. Por supuesto que había intereses, pero alumbrados por el deseo de perseguir el bien común. ¡Cuánta pasión! ¡Cuánto entisiasmo! ¡Cuántos enfados!". Y añadió: "Había un gran esfuerzo por entender la realidad del país. Y había una gran estima entre los adversarios".
En su país Enrico Berlinguer apostó por el conocido como 'compromiso histórico', así pues, un acuerdo de largo plazo entre las fuerzas comunistas (PCI), socialistas (PSI) y católicas (DC) como la mejor solución para evitar un Gobierno autoritario en Italia durante la Guerra Fría. Tras el golpe de Estado de Pinochet en Chile, Berlinguer no dudó en adaptar los ideales originales del comunismo por el bien general, al servicio del Estado de derecho: "La gravedad de los problemas del país, las amenazas de unas aventuras reaccionarias y la necesidad de abrir un camino seguro de desarrollo económico, renovación social y progreso democrático para la nación, hacen más urgente la necesidad de un compromiso histórico entre las fuerzas que representan la gran mayoría del pueblo italiano". Así Berlinguer explicaba aquel concepto que hoy aparecen en los libros de Historia.
La muerte de Enrico Berlinguer será inesperada y por tanto un auténtico shock. Durante un mitin en Padua, de repente, empezó a no encontrarse bien, pero quiso igualmente terminar su discurso mientras los presentes observaban su sufrimiento. Cuatro días más tarde, será tan grande la emoción que provocará su fallecimiento, que en las elecciones europeas de 1984, celebradas una semana después, el Partido Comunista Italiano logrará ser, por primera vez, la formación más votada en Italia con 11.700.000 votantes y alcanzando el 33% de los consensos. Estos datos suponían una victoria frente a la entonces hegemónica Democracia Cristiana (DC) –capitaneada por Ciriaco De Mita–. Fue la primera y única vez.
"Mi padre nos educó a mis hermanos y a mí como chicos normales", relata en la actualidad su hija Bianca Berlinguer. "Mi madre era una católica practicante y los debates entre mis padres, en cuanto personas diferentes, siempre los he vivido como la máxima expresión de libertad". Bianca, hoy conocida periodista de la Rai, la televisión pública italiana, ha mencionado en los últimos días el peligro físico que corrió su padre al desafiar a la Unión Soviética. En relación al grave accidente de coche que tuvo en Bulgaria en 1973, Bianca Berlinguer asegura que su padre "estaba convencido de que se trató de un atentado". Y añade: "Sabía que estaba sometido a una vigiliancia especial".
¿Por qué todavía tanto cariño para Enrico Berlinguer, 35 años después, tras la llegada de Berlusconi y Salvini? Una pista la dio estos días Eugenio Scalfari en un artículo publicado en La Repubblica: "Ésta es mi paradoja: Berlinguer ha tenido en la política italiana (y no sólo) un papel similar al que está teniendo hoy el Papa Francisco en la religión católica (y no sólo)". Y añade: "Ambos han seguido un camino reformista tan radical que ha producido efectos revolucionarios. Ambos son amados y respetados por sus adversarios, ambos han tenido un carisma que recogía la realidad y alimentaba un sueño".
Cuando falleció Enrico Berlinguer, debido a una hemorragia cerebral, hubo una visita inesperada en la histórica sede del PCI en Via delle Botteghe Oscure –centro de Roma–, para despedir a su afable líder. Se trataba de Giorgio Almirante, fundador y secretario general del Movimiento Social Italiano (MSI), histórico partido filofascista. El silencio se apropió del lugar cuando fue a homenajear a su rival. "No he venido a hacerme publicidad", aclaró Almirante, quien temió por las críticas. "Personajes como Almirante y Berlinguer, aun estando en las antípodas, porque lo estaban, podían sentarse a hablar como auténticos líderes", es una frase común entre los italianos de a pie al hablar de la "Primera República" (1946-1992). Giorgio Almirante, el mismo día que fue a ver a su eterno adversario, admitirá: "He venido a despedirme de un hombre extraordinariamente honesto". Hubo un tiempo, en Italia, en el que lo cortés no quitaba lo valiente. Líderes de otra época.
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