Este artículo se publicó hace 13 años.
Dadaab, la meta final del desamparo
El campo que acoge a los refugiados somalíes es ya una ciudad de 400.000 personas
Aunque lo han sedado hace unas horas, aún tiene ramalazos de fuerza. Y la usa. Las tres vueltas de cadena que le atan una muñeca a la otra no se lo impiden. Con los brazos unidos ,trata de abofetear a quien se le acerque. Pero la agitación no le dura demasiado. Las palabras a la vez estrictas y dulces de Bethuel, el psicólogo clínico, lo amansan. Bethuel repite su nombre, "Ibrahim", como un padre benévolo a un niño que no se está comportando y lo reconforta: "Ya está, ya pasó". Ibrahim cae otra vez bajo los efectos de los calmantes y se duerme.
"Está muy agitado. Habrá que ponerlo en observación pero tiene todos los síntomas de un trastorno emocional", murmura Bethuel mientras toma unas notas en su libreta. El psicólogo se ha apresurado a terminar otra visita para atender a Ibrahim, recién llegado al campo de Dadaab y directamente llevado al hospital debido a su estado. Algo ha pasado durante la travesía entre su hogar en Somalia, donde la peor sequía en 60 años está haciendo estragos, y el campo de refugiados de Dadaab, aunque no se sabe qué, ya que no es capaz de articular palabra por ahora.
Este campo supuestamente transitorio lleva abierto desde 1991
Su hermano le ha atado las manos con una cadena para mantenerlo bajo control y que no hiera a nadie. Es una práctica habitual. Sin acceso a un seguimiento médico y poca conciencia sobre las enfermedades mentales, los refugiados con parientes afectados por desequilibrios psicológicos a menudo usan cadena y candado para que no escapen, para que no peguen y para que no les avergüencen. "Sigue habiendo mucho estigma en estas comunidades; los enfermos son señalados, incluso apedreados y los familiares, deshonrados, como si ellos tuvieran la culpa", explica Bethuel.
Ibrahim y su hermano llegaron anoche a Dadaab, después de haber dejado su pueblo en Somalia y cruzar la frontera con Kenia, para alcanzar a la tercera ciudad de este país. Porque después de la capital, Nairobi y de la portuaria Mombasa, Dadaab, el asentamiento supuestamente transitorio para refugiados mayoritariamente somalíes, se ha convertido en sus 20 años de existencia en el tercer centro más poblado de Kenia. Aunque fue diseñado el año 1991 para alojar a 90.000 personas, ya son casi 400.000 las que pueblan este gigante refugio, un cosmos surrealista en el que los antiguos refugiados ya se sienten en su casa.
Perder la razón
Después de Nairobi y Mombasa, el tercer núcleo de población es Dadaab
Ibrahim y su hermano se separaron al principio del camino y, cuando se reencontraron, Ibrahim estaba totalmente fuera de sí. "Al sufrimiento de la falta de alimento y de agua, hay que añadirle el cambio radical de vida, una dura travesía y a menudo la pérdida de hijos; son muchos cambios repentinos difíciles de digerir para cualquier ser humano", explica Bethuel quien, aparte de asistir a los 1.500 refugiados que llegan cada día a Dadaab, hace el seguimiento de los que ya llevan años aquí.
"Aunque él es un caso extremo, hay otros centenares, si no miles, de casos de traumatizados, la mayoría sin atención", protesta, insistiendo en que no se da al factor psicológico la importancia que se merece.
Las agencias internacionales califican la actual crisis humanitaria en el Cuerno de África como la peor del mundo. Hay 720.000 niños que corren el riesgo de morir si no reciben ninguna asistencia, según Unicef, que calcula que un total de 2,23 millones de menores padecen malnutrición severa en Etiopía, Kenia y Somalia. La agencia de Naciones Unidas asegura que está preparando un suministro sin precedentes en la región este africana de comida terapéutica para los afectados, incluido el sur de Somalia, aunque, como el resto de ONG que trabajan en Dadaab y en la zona, necesitan y piden más dinero.
Pero también se movilizan los que han hecho de Dadaab su hogar. Los antiguos refugiados están recogiendo zapatos y ropa para entregar a los recién llegados. Zenaib, la líder comunitaria de Dagahaley uno de los tres campos que conforman Dadaab asegura que nunca en el pasado había visto un flujo tan intenso de migración. Aunque, desde Somalia, el grupo islamista Al Shabab acusa a Naciones Unidas de estar exagerando y politizando la crisis en el país, donde el organismo internacional ha declarado estado de hambruna en dos de sus regiones.
La Organización para la Alimentación y la Agricultura de la ONU (FAO) calcula que, en total, cerca de 12 millones de personas en el Cuerno de África, 3,7 de ellos necesitan actualmente ayuda de emergencia en Somalia. Pero aunque la atención se esté focalizando en Somalia, otros países como Etiopía, Yibuti, Uganda y Kenia están sufriendo también las consecuencias de la falta de lluvias.
La palabra emergencia resuena en todos los complejos humanitarios de Dadaab, mientras el campo sigue creciendo y el cambio de comportamiento del clima en los últimos años continúa su curso. El calentamiento global apenas se empieza a tomar en serio en la comunidad internacional, aunque en el Cuerno de África el efecto de la contaminación de los países desarrollados se ceba en su árida tierra.
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