Este artículo se publicó hace 6 años.
Refugiados rohingyaBirmania, 70 años de independencia entre acusaciones de violaciones masivas y el drama de los rohinyás
Myanmar celebra el 70 aniversario de su independencia del imperio británico en medio de la confrontación étnica, los desplazados rohinyás, las acusaciones de violaciones masivas y el hallazgo de fosas comunes
Queralt Castillo Cerezuela
Myanmar--Actualizado a
El 4 de enero de 1948, hace exactamente 70 años, U Nu declaraba la independencia de Birmania, ahora conocida como Myanmar. Después de desprenderse del yugo del imperio británico, Birmania viviría en una democracia durante catorce años, hasta 1962, año en que el Tatmadaw, las fuerzas armadas birmanas, dio un golpe de estado para instaurar una dictadura de talante socialista que vería su fin en 2015.
Sin embargo, este año, Myanmar no ocupará portadas por los festejos de este simbólico aniversario, sino por la dramática situación que se vive en el estado de Rakhine, en la frontera con Bangladesh, donde se violan sistemáticamente los derechos humanos de la minoría étnica rohinyá. Se habla de más 600.000 desplazados, pero en los despachos de las agencias de ayuda humanitaria, las cifras que circulan son mayores, quizás 800.000. Se habla de hambruna, de aldeas quemadas, de violaciones masivas, de fosas comunes, pero lo cierto es que la comunidad internacional, más allá de condenar la situación, no está dispuesta a hacer nada.
La frágil democracia birmana, recién estrenada, se tambalea más que nunca. Aung San Suu Kyi no ha resultado ser la líder que todos esperaban y, tras un mutismo, impuesto o autoimpuesto que la retrata políticamente, se siguen cometiendo atrocidades mientras el mundo mira hacia otra parte.
El movimiento nacionalista que ahora pasa por alto los derechos humanos, es el mismo nacionalismo que hace 70 años le dio la independencia al país
Este año, la independencia del país se celebra en un clima de tensión interétnica ocasionado por diversos motivos, uno de ellos y quizás el más importante, por el resurgimiento de un discurso etnonacionalista que insiste en la idea de echar a los rohinyás del país por no considerarlos una etnia nacional. Este mismo movimiento nacionalista que ahora pasa por alto los derechos humanos, es el mismo nacionalismo que hace 70 años le dio la independencia al país y lo liberó de las garras del imperio británico.
El nacimiento del nacionalismo en Birmania
El nacionalismo llegó al sudeste asiático durante los años veinte y treinta y se instaló en las élites culturales de las colonias. El surgimiento del nacionalismo moderno de esta época se debió, principalmente, al desarrollo del capitalismo, el inicio de la desaparición de los grandes imperios y la adopción de una educación colonial en la que surgieron conceptos como democracia y libertad, que no tardan en calar en algunos sectores de la población.
Las élites culturales de los países del sudeste asiático fueron educadas en las escuelas de los imperios con los ideales de libertad, democracia y socialismo. No obstante, después de conseguir la independencia, muchos países se vieron sumidos en oligarquías o regímenes dictatoriales o autoritarios, como sería el caso de Birmania.
Fue en ese contexto, bajo el dominio colonial británico, cuando se empezaron a dar los primeros movimientos nacionalistas birmanos y activismo anticolonial, liderados por una serie de monjes que vieron como la moral budista iba retrocediendo en el país. En los años treinta el movimiento nacionalista fue encabezado por los Thakins, un grupo que apostaba por la autodeterminación de Birmania y la inmediata expulsión de los británicos. Promovían un movimiento independentista laico. Los Thakins fueron liderados por Aung San, arquitecto de la independencia en Birmania. Todo se truncó cuando el 19 de julio de 1947, Aung San y seis de sus ministros fueron asesinados, juntamente con el secretario de transportes y un guardaespaldas. Después del 19 de julio, U Nu, próximo colaborador de Aung San, tomó el poder y declaró la independencia de Birmania. Era 4 de enero de 1948.
El resurgimiento del nacionalismo en el sudeste asiático
En los últimos años, el sudeste asiático ha asistido a un resurgimiento del nacionalismo. Esto, según el analista político Tuong Vu se debe a la finalización de la guerra fría, la ola de liberalización y democratización en la región, que ha propiciado un crecimiento del mercado que no está controlado por los gobiernos y que ha tenido como consecuencia la aparición de una clase media e intelectual que no depende del estado y finalmente, el resurgimiento de China como potencia regional, que, con sus políticas territoriales agresivas respecto a sus vecinos asiáticos, ha creado un sentimiento anti-chino generalizado en la región.
El nuevo nacionalismo pretende defender el territorio nacional y reafirmar la propia identidad en un mundo cada vez más globalizado y complejo
El nuevo nacionalismo pretende defender el territorio nacional y reafirmar la propia identidad en un mundo cada vez más globalizado y complejo. La politóloga Catarina Kinnvall asegura que los individuos, ante la globalización, tienden a sentirse inseguros y buscan la reafirmación de la propia identidad para sentirse confortados. Este confort lo proporcionan la religión y el nacionalismo.
En el caso de Myanmar, el resurgimiento del nacionalismo hadado lugar a conflictos interétnicos y religiosos, que tienen su máxima expresión en la crisis de los rohinyás, pero que también se pueden observar en el estado Kachin o en el estado Shan, donde habitan los Kachin y los Shan, respectivamente, y donde hay confrontaciones violentas continuas de las que poco se habla.
Una transición a la democracia polémica
El 8 de noviembre de 2015 se celebraron en Myanmar las elecciones generales, consideradas transparentes y libres por gran parte de la comunidad internacional. A las elecciones se presentaron alrededor de 90 partidos políticos.
Días antes de los comicios, se invitaba, por primera vez en treinta y cinco años, a los observadores de la Unión Europea y del Centro Carter a asistir a las elecciones como observadores. De hecho, fue la primera vez que la Unión Europea asistió como observadora en Myanmar. En 2010 no se permitió la entrada a observadores internacionales y en las by-elections de 2012 sólo observadores de países del sudeste asiático fueron invitados.
Acudieron a las urnas alrededor de 30 millones de personas, sin embargo, se estima que cerca de 4 millones de personas se quedaron sin su derecho a voto. Algunos ciudadanos birmanos que se encontraban fuera del país no pudieron enviar sus votos y otros se quejaron de haber recibido informaciones contradictorias; también hubo un problema de censos en algunas zonas.
Human Rights Watch alertó de que los rohinyás no habían podido votar, ya que no tenían la nacionalidad birmana. A pesar de estas consideraciones y del escepticismo de algunos analistas políticos, las elecciones en Myanmar se consideraron un éxito, aplaudido por gran parte de la comunidad internacional. La victoria estaba clara: la NLD había ganado las elecciones. El 25% de los escaños restantes quedaron reservados al estamento militar, quien continúa teniendo el poder de veto y el derecho a tomar el control del gobierno en caso de emergencia.
Enseguida se descartó Aung San Suu Kyi para liderar el país a causa del mantenimiento del artículo 59f de la Constitución de 2008 en el que se establece que nadie puede optar al cargo de la presidencia o la vicepresidencia si tiene lazos familiares con personas con otra nacionalidad. Este es el caso de Aung San Suu Kyi, quien estuvo casada con Michael Aris, de nacionalidad británica y que tiene dos hijos fruto de ese matrimonio también de nacionalidad británica. Esta cláusula se añadió en la Constitución de 2008 para vetar a la líder de la NLD de tomar posesión como presidenta del país. A pesar de algunas conversaciones días después de las elecciones y las demandas internacionales para reformar la Constitución, las autoridades militares se mantuvieron firmes y usaron su poder de veto para dejar la Constitución tal y como había sido concebida en 2008.
No obstante, y tal y como apuntaron la mayoría de analistas políticos expertos en Birmania, a pesar de elegir a Htin Kyaw como presidente del país, Aung San Suu Kyi es la que maneja el gobierno birmano. De hecho, bajo su puesto de State Counsellor, tiene casi más poder que el propio presidente.
El reto democrático: frenar el etnonacionalismo
A pesar de estar sumergida en una transición democrática, durante los últimos cinco años, Myanmar ha sido sacudida por el resurgimiento de un discurso etnonacionalista. Desde 2012 la mayoría de los grandes periódicos del mundo han dedicado páginas y páginas a lo que Human Rights Watch y otros organismos, entre ellos Naciones Unidas, ya han calificado como la mayor crisis humanitaria que se ha vivido en Birmania.
El discurso del odio se fundamenta en el miedo a una posible islamización del país
Este discurso del odio lo empezaron movimientos como el 969 o el Ma Ba Tha, de talante patriótico radical, y se fundamenta en el miedo a una posible islamización del país, procedente de una hostilidad histórica hacia el islam y los rohinyás y en un recelo infundado en un posible crecimiento demográfico que pudiese afectar a la identidad étnica. El mayor reto de la lenta transición hacia la democracia es el resurgimiento del nacionalismo, ya que este constituye el mayor obstáculo a la reconciliación nacional y a la ejecución de un proceso de paz con garantías para las diferentes etnias que habitan el país.
Las celebraciones del 70 aniversario de la independencia van a ser agridulces este año en Myanmar, con más de 800.000 desplazados en todo el país y las tensiones étnicas creciendo a cada día que pasa, no sólo en el estado de Rakhine, sino también en gran parte del territorio donde habitan otras minorías étnicas como los Kachin o los Shan.
Condenable es el mutismo de Aung San Suu Kyi, posiblemente autoimpuesto por miedo a que haya otro golpe militar que dé con la transición democrática al traste, pero más condenable es el mutismo de una comunidad internacional que mira hacia otra parte y asiente, una comunidad internacional que se pierde entre las hojas de los comunicados oficiales y que, una vez más y como ha pasado durante los grandes dramas de la historia, decide callar.
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