Washington
El senador por Vermont y candidato demócrata Bernie Sanders renunció ayer a la victoria final en las primarias de su partido y concedió que su oponente, Joe Biden, será el candidato que le disputará en noviembre la Casa Blanca a Donald Trump.
Es el reconocimiento de una derrota, pero no es la Derrota, con mayúsculas: la candidatura de Sanders seguirá formalmente en campaña y participando en las próximas primarias estatales para, por un lado, consolidar el giro a la izquierda del partido y de la candidatura de Biden, y por otro, para consolidar su movimiento social: una marea transversal y progresista que ha logrado que el eje de los temas del debate social y mediático en la campaña y a lo largo y ancho del país sean los temas estrella de Sanders, como la reivindicación de un sistema sanitario universal, público y gratuito, la lucha contra el cambio climático, la transformación del modelo productivo, el pago de impuestos por parte de los grandes capitales, el derecho a la educación gratuita o la insostenibilidad de la deuda estudiantil.
Cambiar el país: ése era su objetivo real desde que se presentó por primera a las primarias demócratas en 2016, entonces contra Hillary Clinton. Desde entonces, Sanders y su movimiento han conseguido romper temas tabús y logrado instalar en el debate social del día a día su agenda de asuntos a debatir. En estas primarias, Sanders ha perdido la batalla de la elegibilidad contra Biden (es lo que admitió ayer) pero en la batalla cultural, ha logrado imponer su marco, sus temas.
Por eso no usó el término retirada o abandono sino el verbo suspender. En su comparecencia pública de ayer, comenzó: "Me gustaría poder tener mejores noticias pero creo que ya sabéis la verdad, y es que estamos a unos 300 delegados por detrás de Biden y el camino hacia la victoria es virtualmente imposible". Después de esto, prosiguió: "La batalla por la nominación demócrata no tendrá éxito y por eso anuncio hoy la suspensión de mi campaña".
La pandemia de la covid-19 ha acelerado la decisión de Sanders de parar las máquinas. El punto fuerte de sus campañas son los actos y mítines multitudinarios, masivos, y en estos momentos no es sólo que no puedan hacerse este tipo de eventos electorales, es que incluso las primarias estatales acabarán realizándose simplemente mediante voto por correo y no mediante el depósito presencial del voto en una urna.
Continuar obcecadamente habría supuesto introducir una tensión en el partido y en la sociedad muy elevadas y habría podido pasarle factura a Sanders y su movimiento. Habría sido también distraer la atención de lo realmente importante para Estados Unidos en estos momentos: combatir la pandemia y sus efectos sanitarios, económicos y sociales.
"No puedo, en conciencia, continuar organizando una campaña que no puede ganar y que interferiría en el importante trabajo que se requiere de todos nosotros en estos momentos difíciles", afirmó, de hecho, Sanders.
La campaña se acaba con su comparecencia de ayer, por lo tanto, pero la candidatura sigue porque las ideas continúan estando ahí y hay que reforzarlas y consolidarlas. Como reconoció él mismo el mes pasado: "Mi candidatura está perdiendo la batalla de la elegibilidad, pero ha ganado la batalla de las ideas".
Tomemos como muestra la propuesta central de Sanders desde que se lanzó a las primarias demócratas en 2016: implantar un modelo de sanidad pública, universal y gratuita.
Según una encuesta de la Kaiser Family Foundation, publicada el 3 de abril, entre 1998 y 2000, sólo el 40 por ciento se declaraba a favor de esta medida. Sin embargo, desde junio de 2017 todas las encuestas realizadas por esta fundación han mostrado un apoyo por encima del 50 por ciento.
El último dato, de este mes de abril, mostraba que el 54% estaría a favor de implantar ese sistema sanitario frente al 41% que se opondría. En el caso del votante demócrata, el apoyo a un modelo sanitario público, universal y gratuito asciende al 87% y en el caso del votante independiente al 64%. En el caso del republicano, uno de cada tres estaría también a favor.
Lo mismo sucede con los temas que el votante demócrata asegura tener presente a la hora de votar a su candidato en las diferentes primarias que se han celebrado hasta la fecha: en la terna casi siempre estaban el modelo sanitario, las desigualdades sociales y económicas y los salarios y las condiciones laborales. Es decir, los temas de Sanders, la campaña de Sanders.
En el único debate que mantuvieron cara a cara Sanders y Biden, éste ya marcó la línea que seguiría su candidatura. El exvicepresidente de Obama sabe que es un candidato que puede estar bien valorado pero que no levanta pasiones. Si quiere ganar a Trump necesita que el partido sea una piña en torno a él y para ello debe incluir de algún modo ese giro a la izquierda de Sanders. Al menos, sobre el papel.
“Los escucho”, dijo Biden ese día a los votantes de Sanders. “Bernie y yo estamos de acuerdo en los principios, sólo diferimos en la manera de hacerlo”, añadió, y anunció que asumiría como propias propuestas del programa de Sanders y de la excandidata Elizabeth Warren (también del espectro izquierdista del Partido Demócrata).
Entre ellas, detalló, la medida del senador por Vermont de garantizar la gratuidad de la educación en las universidades públicas para las familias con ingresos inferiores a 125.000 dólares (112.000 euros) y la medida de Warren de dar una segunda oportunidad a las familias que se hayan declarado en bancarrota.
Ambos candidatos se necesitan. Biden requiere de un partido apiñado para ganar a Trump y Sanders cree que sólo una apuesta social que mire a la clase trabajadora podrá echar a Donald Trump de la Casa Blanca. La renuncia de Sanders ayer va en esa línea: tú [Biden] te quedas con el partido apiñado, pero mantengamos el enfoque social porque son mis ideas y no las tuyas las que han ganado esta campaña. En la medida en que esto ocurra, además, Sanders hará campaña por Biden con mayor o menor denuedo.
Junto a esto, el senador por Vermont sabe que no sólo ha de tener argumentos sino números, delegados contantes y sonantes. Son la artillería que tendrá que hacer valer para lograr tanto como pueda su giro a la izquierda en el seno del partido. Por este motivo, tratará de permanecer formalmente todo lo que pueda e ir participando en las primarias para seguir ganando delegados hasta la convención final del partido en Milwaukee en julio.
"Sanders tendrá a sus seguidores y delegados para tratar de llevar el partido hacia la izquierda y cambiar las plataformas del partido, poniendo a gente de su movimiento en cuantos más puestos clave mejor", asegura el politólogo de la Universidad de Iowa, Steffen Schmidt.
Ésta será para Sanders la batalla decisiva porque el establishment demócrata lo detesta “y el senador por Vermont detesta en realidad por igual al establishment, a lo que representan personas como Hillary Clinton, el propio Joe Biden y hasta Barack Obama”, añade Schmidt.
Ese giro a la izquierda, además, podría tener un riesgo: "Dará a Trump una diana para centrar sus ataques", asegura Schmidt. El presidente no desaprovechará la ocasión para acusar al Partido Demócrata de haberse radicalizado o incluso de ser comunista. Al mismo tiempo, como ha argumentado Sanders una y mil veces, "será imposible derrotar a Trump proponiendo sus propias medidas conservadoras".
De nuevo, todo dependerá de consolidar la victoria en la batalla de las ideas. Por eso Sanders suspendió ayer su campaña, por eso seguirá formalmente adelante.
"Con todo", advierte Schmidt, "existe el riesgo de que suceda como hizo Trump hace cuatro años en la convención republicana: tan pronto como acabó, echó a correr hacia adelante ¡y se olvidó de todo! Sin importarle las plataformas del Partido Republicano".
Pero todo esto es el futuro. Pase lo que pase, Sanders ya ha dejado una estela de tres victorias: vence en la batalla de las ideas, su movimiento está más consolidado que nunca y ha forjado un nuevo modo de hacer campañas en Estados Unidos basado en la recaudación masiva de pequeñas aportaciones. Éste es el saldo que ya deja su candidatura.
"Pocos negarían", aseguró ayer, "que en el curso de los últimos cinco años, nuestro movimiento ha ganado la lucha ideológica. No hace mucho tiempo que la gente consideraba estas ideas radicales y marginales, y hoy en día son ideas dominantes. Muchas de ellas", celebró, "ya se están implementando en ciudades y estados de todo el país".
Ésta es la otra campaña en la que Sanders quiere la victoria final.
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