Silvio Berlusconi se enfrenta el próximo martes a una moción de censura en la Cámara Baja del Parlamento italiano que pondrá casi con toda seguridad punto y final a su Gobierno. El primer ministro italiano está en una situación muy delicada. Ha perdido la mayoría en la Cámara y la oposición se ha reforzado gracias a los últimos escándalos sexuales y de corrupción. Il Cavaliere confía en que le salgan las cuentas y que algunos de los rebeldes decidan cambiar de bando a última hora. Ya hay denuncias de supuesta compra de votos para evitar la debacle. En principio, el martes podría marcar el fin de una de las carreras políticas más singulares y controvertidas de Europa, pero con Berlusconi nunca se sabe.
Corría el mes de diciembre hace ahora un año. El primer ministro pasaba por un momento incómodo. La Corte Constitucional acababa de tumbar la Lodo Alfano, una ley que impedía a la Justicia llevar a los tribunales al mandatario por cualquiera de los tres procesos abiertos contra él. Las fotografías del paparazzo Antonio Zappadu, en las que aparecían una legión de jovencitas entrando en Villa Certosa, su mansión de lujo en Cerdeña, habían sacado a la luz los excesos del jefe de Gobierno. Su mujer, Veronica Lario, le pedía el divorcio por la supuesta relación con una menor, Noemi Letizia. Una prostituta de lujo, Patrizia D'Addario, aireaba por la prensa de medio mundo sus encuentros sexuales con el primer ministro.
Las divisiones dentro de su partido, el Pueblo de la Libertad (PdL), eran cada vez más evidentes por los constantes enfrentamientos con su socio y cofundador, Gianfranco Fini. El poder y la influencia de Il Cavaliere parecían reducirse por el exceso de importancia dado a la xenófoba y separatista Liga Norte de Umberto Bossi, la tercera cabeza pensante de su Gobierno.
Con todos estos acontecimientos sobraban los motivos para que el semanal L'Espresso llevara entonces a su portada una gran fotografía de Berlusconi con un titular simple y directo: 'Caducado'. Pero a sus 74 años, con tres Gobiernos a la espalda, Il Cavaliere no estaba pasado de fecha. Eran sólo las señales de que algo estaba pasando. Como un paquete de pan de molde que se queda abierto toda la noche. Las primeras rebanadas se secan, pero al fondo siempre hay un par con las que hacerse un buen sándwich. Pues igual. Berlusconi podía estar secándose. Pero como había demostrado en mil ocasiones, al fondo le quedaba algo. Algo para sobrevivir.
Porque Berlusconi es el maestro occidental de la supervivencia política. Es su razón de ser. La política como instrumento para seguir adelante y sacar siempre la carta del Monopoly que lo deje libre de la cárcel. Ha sido así desde el inicio. En febrero de 1992 el juez Antonio Di Pietro puso en marcha la operación Manos Limpias para terminar con la influencia de la mafia en el país. Lo que cayó fue el sistema político italiano.
Tras la detención del socialista Mario Chiesa por corrupción, se destapó una trama de financiación ilegal, lavado de dinero, tratos de favor y abuso de poder, enraizada en todos los partidos tradicionales que se denominó Tangentopoli. La campaña hizo desaparecer a la Democracia Cristiana, que había gobernado desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y desintegró a la izquierda. Se constituyó un Gobierno de transición y en 1994, tras la criba política, se reformó la ley electoral, dando inmunidad a los altos cargos del Gobierno para estabilizar el país. Se convocaron elecciones.
Fininvest, el coloso empresarial de Berlusconi, estaba siendo investigado por su presunta relación con Cosa Nostra, la mafia siciliana. Il Cavaliere decidió entrar en política. Fundó Forza Italia y en un mensaje televisado anunció su intención de presentarse a los comicios para realizar 'el nuevo milagro italiano'. Ganó.
Los milagros han sido muchos desde esa época. Uno de ellos se conoció, por ejemplo, el mes pasado. Un juez acusaba al senador del PdL Marcello Dell'Utri de haber ejercido de mediador entre Cosa Nostra y Berlusconi de 1975 a 1992. Entonces, el primer ministro, emprendedor milanés en ciernes, pagó a la mafia a cambio de protección y recibió varias sumas para montar Fininvest. Como el que manejaba el dinero era Dell'Utri, Il Cavaliere queda libre de la cárcel. Es sólo un ejemplo de la resistencia de Berlusconi. Pero si había algo que alargaba su fecha de caducidad era su Gobierno y la ausencia de una alternativa en la oposición.
Con Fini mantenía sólo una relación laboral. Pero el pasado julio algo cambió. Su aliado denunció la demonización que Berlusconi hace de la magistratura e Il Cavaliere le enseñó la puerta de salida del PdL. El presidente del Parlamento no dudó un minuto en montar un nuevo partido, Futuro y Libertad (Fli), que atrajo a 37 diputados del PdL.
En septiembre, los finianos se convirtieron en imprescindibles, y si no llega a ser por su apoyo a Berlusconi, el Gobierno no habría obtenido el respaldo de la Cámara de Diputados a su programa político. Empezaron los rumores de elecciones anticipadas y el Partido Democrático llamó a filas a la izquierda para organizar la alternativa.
Tuvieron una ayuda inesperada. La Fiscalía de Milán desveló que Berlusconi había obligado a la Policía de la capital lombarda a liberar a una chica marroquí menor de edad por ser la nieta de Hosni Mubarak, el presidente de Egipto. Fue sólo una excusa. La chica era Ruby, alias Robacorazones, detenida por haber robado 3.000 euros y asistente a una fiesta en Arcore, la mansión milanesa de Il Cavaliere.
Al día siguiente, Berlusconi era portada en muchos diarios internacionales que ridiculizaban a Italia, pero no se le ocurrió otra manera mejor de justificar la presencia de menores en sus fiestas que una frase que le costaría muy cara: 'Es mejor ser un apasionado de las mujeres guapas que ser homosexual'.
Fini perdió la paciencia y retiró a los tres miembros del Fli que aún seguían en el Gobierno y exigió la dimisión de Berlusconi. La izquierda presentó una moción de censura que se votará el próximo martes y que si nada cambia, hará caer al Ejecutivo. Si no se le ocurre otro milagro, a Berlusconi ya no le quedarán más rebanadas de pan al fondo.
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