Las 'Kellys' por las 'Kellys'

Por Las Kellys Lanzarote
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Las Kellys somos una asociación autónoma de camareras de piso que apuesta por la autoorganización y que está integrada por camareras de piso, por sus amigxs y sus familiares. Nacimos, como muchas otras plataformas, de un grupo de Facebook que en una semana consiguió aglomerar a más de 4.000 de nosotras. Pronto nos dimos cuenta de que compartíamos los mismos problemas, las mismas precariedades y las mismas dolencias.
Ser camarera de piso es trabajar sin condiciones dignas; en condiciones que nos enferman. Nuestro trabajo se desarrolla a destajo y sus responsables tienen nombres y apellidos. Son ellos mismos, además, los que en lugar de enviarnos a los centros médicos de las mutuas, nos mandan a la Seguridad Social. ¿Sabíais que las mutuas no se hacen cargo de nosotras? ¿Sabíais que la gran mayoría de nosotras es incapaz de llegar a la actual edad de jubilación (67 años) y que nos vemos obligadas a prejubilarnos a causa de dolores físicos insoportables?
Juani Pérez: “Tus horarios ya no te pertenecen. Trabajamos muchos días seguidos, hasta siete u ocho; el cansancio se acumula y el cuerpo lo nota. Tengo dolor en el tobillo derecho y en el brazo izquierdo, por lo que cogeré la baja antes de la jubilación”.
Hablamos de dolores agudos e intensos que se prolongan a lo largo de los días, sin tregua; de tener que tomar medicamentos tremendamente fuertes de los que nos volvemos dependientes. ¿Y todo ello para qué? Para continuar produciendo, para que no se pare la máquina de uno de los motores de la economía de este país.
Y es precisamente de todo esto de lo que empezamos a hablar en ese grupo de Facebook. Intercambiando experiencias nos dimos cuenta de que nuestra situación era muy grave y de que teníamos que darla a conocer, sacarla de las redes y elevarla. El grupo de Facebook nos permitía desahogarnos y consolarnos entre nosotras, pero al día siguiente, cuando llegábamos a nuestros puestos de trabajo, volvían las penurias.
Magnolia Méndez: “Pedimos la jubilación anticipada porque no llegaremos a los 67 años con la carga de trabajo tan alta y exigente que tenemos. La mayoría somos cabeza de familia y somos el sustento de nuestros hijos pequeños”.
Fue en esta situación en la que decidimos organizarnos y actuar, con el único propósito de conseguir cambios en nuestras vidas. A lo largo de 2015 pasamos de desahogarnos por internet a la autoorganización: formamos grupos geográficos en determinados destinos turísticos de España y a principios de 2016 nos constituimos como Asociación Las Kellys. Era oficial: estábamos en lucha.
Al inicio, nos reuníamos en nuestras casas durante los fines de semana. Con la ayuda de Google creamos nuestros estatutos; todo ello sin tener ni idea de derecho laboral, al menos al principio. El conocimiento nos llegaba en forma de tutoriales que encontrábamos en internet y que nosotras fuimos adaptando en función de nuestros reclamos y necesidades.
“Un cliente creyó que ofrecía servicios de prostitución y me propuso cosas. Yo me quedé callada por miedo, nunca lo comenté porque no sabía que esto se podía denunciar”.
La Q por la K
No debemos olvidar la historia de nuestro nombre, que forma parte esencial de nuestra lucha política. Somos “las que limpian”, aquellas cuyo trabajo se infravalora, aquellas que hemos vivido, durante demasiado tiempo, con el desprecio de los que se creen por encima. Habíamos decidido reivindicar el nombre y constituirnos como Las Quellies, pero la hija de una mujer del grupo, de tan solo 16 años, sugirió un par de cambios: sustituir la Q por la K e incorporar la Y. La razón era sencilla: en las redes, escrito de esta manera, nuestro nombre tendría un impacto mayor. Así que eso fue lo que hicimos. Las Kellys éramos y somos eso: las que limpian.
A partir de ahí empezaron a suceder las entrevistas en prensa y nuestras demandas comenzaron a hacerse un hueco. Sacudimos todas las alfombras sin dejar títere con cabeza y apuntando hacia un gigante de la economía española: el turismo; concretamente, el sector hotelero. Las reivindicaciones no se quedaron en una entrada en internet o en el papel de los periódicos; de la prensa saltamos a las instituciones públicas, donde reivindicamos nuestros derechos y la mejora de nuestras condiciones.
“A las camareras de piso cada día nos tienen más explotadas y con sueldos miserables. En mi hotel las trabajadoras con jornadas de seis horas no tienen derecho a comer más que el desayuno; y muchas de las que deberían terminar a las tres de la tarde terminan a las cinco”.
Tras nuestro encuentro con el presidente del Gobierno en 2018, en aquel entonces Mariano Rajoy, conseguimos que se incluyera a las camareras de piso en un cuadro de enfermedades del brazo que se reconocen como profesionales, pues hasta ese momento las camareras de piso no teníamos reconocida absolutamente ninguna enfermedad profesional.
Otra de nuestras primeras propuestas fue lo que denominamos la ley kelly y que consistía en la modificación del artículo 42.1 del Estatuto de los trabajadores para acabar con la externalización de la parte estructural de una empresa. Conseguimos nuestro objetivo en diciembre de 2023, cuando se llevó a cabo la modificación que pedíamos.
"El trabajo me ha ocasionado dolencias físicas. Tengo una infiltración en el hombro izquierdo y muchos dolores musculares. Además, las tareas que hacemos provocan enfermedades que, en muchas ocasiones, no son reconocidas. Psicológicamente también estamos afectadas: no se nos trata como seres humanos, sino como peones. No nos podemos tomar ni un café a primera hora”.
Aún en lucha
Actualmente la normativa para establecer la categoría de los hoteles es autonómica y aún no existe ninguna pauta que obligue a los complejos hoteleros a ofrecer unos estándares laborales óptimos en relación a las garantías laborales de las personas que limpiamos los hoteles, en la gran mayoría de casos, mujeres. Sin embargo, la lucha da sus frutos: el pasado 23 de octubre el Parlamento de Canarias aprobó en su sesión plenaria debatir sobre la Proposición de Ley para incluir la obligatoriedad de camas elevables en los hoteles, siguiendo el camino de Balears, que puso en marcha esta medida en 2023.
En estos momentos nos encontramos en el proceso de solicitud y reconocimiento del trabajo de camarera de piso como trabajo penoso; es decir, queremos que se incluya dentro de la categoría de “grupos o actividades profesionales, cuyos trabajos sean de naturaleza excepcionalmente penosa, peligrosa, tóxica o insalubre y acusen elevados índices de morbilidad o mortalidad”. Es sencillo: queremos poder acceder a la jubilación a los 58 años, tras 20 de servicio en la misma categoría laboral. No lo pedimos por gusto: hay decenas de estudios que demuestran que nuestro trabajo es altamente peligroso y que el desgaste que sufre nuestro cuerpo a causa de la sobrecarga de trabajo y los movimientos repetitivos resulta muy perjudicial para nuestra salud. No es una opinión, sino un hecho. Sin embargo, la demanda se está haciendo esperar, ya que el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones está en proceso de las modificaciones de la normativa para aplicación de coeficientes reductores en la edad de jubilación.
Roxanna Hernández: “Estuve trabajando en un hotel desde 2003 hasta 2018, cuando tuve un accidente que me supuso la incapacidad médica para trabajar en este sector. El brazo me quedó atrapado y desde la recepción no vinieron a ayudarme. Dijeron que mentía y tuve que terminar de montar la cama con la otra mano. Antes de eso, en 2009, a raíz de la desesperación y del cansancio, me dio una embolia, una parálisis facial”.
Mientras tanto, aquí estamos Las Kellys, organizadas y en lucha, ayudando y asesorando ara que todas nuestras compañeras mejoren sus condiciones laborales y puedan trabajar dignamente.
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