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Viaje al fin de la violencia

ETA selló su destino el día que voló la T-4 y rompió el proceso de paz. Cinco años de golpes policiales y el giro en la izquierda abertzale entierran medio siglo de estrategia criminal

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Esta historia comienza con un estallido y una llamada. El 30 de diciembre de 2006, una potente bomba elaborada en una casa de campo de Tarbes, en el sur de Francia, hacía volar por los aires el aparcamiento de la terminal 4, en el aeropuerto de Madrid-Barajas. ETA rompía el alto el fuego que mantenía desde hacía nueve meses y asesinaba a dos ciudadanos ecuatorianos. Una llamada para informarles de la explosión sorprendía reunidos al presidente del Partido Socialista de Euskadi (PSE), Jesús Eguiguren, y al líder de la izquierda abertzale, Arnaldo Otegi, que intentaban salvar un proceso de paz que la banda finiquitaría formalmente en junio de 2007.

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Un lustro después, ETA ha anunciado que renuncia definitivamente a la violencia para conseguir sus objetivos políticos. Este es el relato de la descomposición de una organización terrorista que ha marcado la vida española durante medio siglo y de la evolución de la izquierda abertzale hacia los métodos democráticos.

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Un proceso sin violencia

Tres días después de que ETA rompiera el alto el fuego, el Tribunal Supremo ordenó el ingreso en prisión de Arnaldo Otegi por participar en un homenaje al etarra Argala. El resto de negociadores de la izquierda abertzale cayó cuatro meses después en una operación contra Batasuna. La ruptura del proceso de diálogo dio paso a un periodo de violencia en el que ETA asesinó a diez personas y a una travesía para la izquierda abertzale por el desierto de la ilegalización y la cárcel.

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En los 15 meses que estuvo en prisión, Otegi comenzó a madurar la idea de un nuevo proceso que no estuviera condicionado por la amenaza de la violencia, según relató él mismo al tribunal que le juzgó y condenó el pasado julio. No parecía fácil: ETA debería renunciar a ser el garante del proceso, el papel que siempre se había reservado como vanguardia de la izquierda abertzale y por el que había roto en 2006 la tregua sin ni siquiera informar previamente a Batasuna. El esquema de las dos mesas de negociación simultáneas -una de partidos y otra de ETA y el Gobierno- tenía que ser superado. Primero, la paz. Luego, la política.

La izquierda abertzale comenzó una travesía en el desierto tras el atentado en Barajas 

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En la cárcel, Otegi recibía las visitas del que sería su primer aliado en la nueva estrategia, el ex secretario general de LAB Rafa Díez Usabiaga. Cuando salió de la cárcel, en agosto de 2008, buscó discretamente a destacados militantes, jóvenes que le ayudaran a desarrollar y difundir sus planes, afirmó ante el tribunal. Pero los jueces no les creyeron y condenaron en septiembre a Otegi y Díez Usabiaga a diez años por poner en marcha un nuevo órgano de dirección de la izquierda abertzale bajo las directrices de ETA. Los tres jóvenes que los asistían, Arkaitz Rodríguez, Sonia Jacinto y Miren Zabaleta, fueron sentenciados a ocho años.

Las primeras adhesiones

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El fallo no tuvo en cuenta las informaciones policiales que señalaban a los tres jóvenes como los delegados impuestos por ETA al proyecto -erróneamente llamado Bateragune- y cómo se fueron distanciando de la banda atraídos por Otegi. "Con Arnaldo se hizo la luz", dijo en el juicio Miren Zabaleta. La banda llegó a redactar una carta de expulsión para Arkaitz Rodríguez, que nunca le fue entregada porque en octubre de 2009 fue detenido junto al resto de los participantes en el proyecto.

Las primeras desavenencias entre la dirección de ETA y el grupo de Otegi comenzaron a emerger con las elecciones europeas de junio de 2009. La banda había ordenado una coalición con Eusko Alkartasuna (EA), pero Batasuna optó por Iniciativa Internacionalista para burlar la Ley de Partidos. El contenido de una misiva incautada a ETA resulta esclarecedor: "¿Dónde se toman las decisiones? ¿Hay alguien desarrollando una línea fuera de la dirección? Nosotros no andamos con la intención de buscar el enemigo dentro de la casa, pero una vez leídas las comunicaciones, las actas, se nos hace difícil ver el recorrido para llegar a esa decisión".

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El sector de Otegi venció cuando se impuso entre los presos, hastiados de la violencia y de sus jefes 

Campaña de asesinatos

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La redacción del nuevo "proceso democrático" supuso el segundo motivo de encontronazo. "Nos irrita enormemente que se siga debatiendo sobre un modelo de proceso que no es compartido por la organización", dice una carta de junio de 2009. Sobre el papel que se reservaba ETA en el nuevo proceso habla el siguiente párrafo: "La izquierda abertzale, sus responsables y las estructuras no se tienen que meter en los altos niveles de definición del Proceso Democrático, no les corresponde a ellos".

ETA había perdido en noviembre de 2008 a su referente más mediático, Garikoitz Aspiazu, Txeroki, en una operaración del CNI y la Guardia Civil. Ya entonces, los servicios de información trataban de identificar al dirigente etarra que se escondía detrás de un misterioso alias que aparecía mencionado en distintos documentos: Ata (pato, en euskera). Tiempo después supieron que se trataba de Mikel Kabikoitz Carrera Sarobe, el cerebro de las últimas estrategias violentas de ETA, "el último general", según se refieren a él mandos de la lucha antiterrorista.

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Los éxitos de CNI, Guardia Civil y Policía han mostrado el abismo a los últimos terroristas de Europa

Ata y Txeroki habían protagonizado a principios de 2008 un encarnizado enfrentamiento por el poder en ETA con el entonces número uno, Francisco Javier López Peña, Thierry. No era una lucha ideológica: todos habían estado de acuerdo en volar la T-4. Un veterano comisario resume gráficamente las diferencias entre los dos bandos: "Unos querían matar tres días y los otros descansar sólo el fin de semana". La detención de Thierry en mayo de ese año despejó el camino a sus adversarios. Luego cayó Txeroki y, en el verano de 2009, Ata ordenó una campaña criminal que acabó con la vida del inspector de Policía Eduardo Puelles, dos guardias civiles en Mallorca y a punto estuvo de causar una masacre en la casa cuartel de Burgos. Entre un atentado y otro, Otegi fue llamado a consultas en una reunión en Ezpelette.

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La tradicional estrategia de "golpear hasta obligar al Estado a negociar" seguía adelante, ajena al calado de los planes del líder de Batasuna.

Se desatan las hostilidades

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El 14 de octubre de 2009, la Policía detiene a Arnaldo Otegi, Rafa Díez Usabiaga, Rufi Etxeberria y sus jóvenes colaboradores en la investigación de Bateragune. En ese momento, las asambleas de las bases de Batasuna ya discutían un documento, Clarificando la fase política y la estrategia, que defendía únicamente las vías pacíficas. Cuando se desató la operación policial, ETA sopesaba apartar de cualquier responsabilidad a Otegi, Díez Usabiaga y al histórico Eugenio Etxebeste, Antxon, miembro de la ETA zaharra (vieja), pero alineado sin fisuras con las tesis del líder de Batasuna.

Paradójicamente, la operación policial aceleró todo el proceso ideado por Otegi. ETA vio en su arresto una oportunidad para reconvertir la situación y envió a los comisarios políticos de Ekin a las asambleas . Debían informar de que la ponencia inicial era retirada en favor de Mugarri (hito), un texto basado en las conclusiones de la asamblea celebrada en ETA durante los dos años siguientes a la ruptura del proceso. En él, la banda se volvía a erigir como vanguardia de la izquierda abertzale y proclamaba la vigencia de la "lucha armada".

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Otegi y el resto de encarcelados reaccionaron ayudados por expresos de ETA y Rufi Etxeberria, el único que había eludido la cárcel con el argumento judicial de que no había tenido tiempo de implicarse en Bateragune tras salir de la cárcel. Su maniobra consistió en hacer pública su ponencia a través de los medios para introducirla de nuevo en el debate. Y lo consiguieron. No fue así en las cárceles. El Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK), el órgano de la dirección de ETA tras los barrotes, bloqueó su distribución, acusó a Otegi de "disidente" y amenazó con expulsarlo. El 1 de noviembre, Gara publica una entrevista con Rufi Etxeberria en la que este lanzaba un mensaje a ETA sobre los nuevos tiempos: "Es el tiempo de recoger el fruto de largos años de lucha y no para dejarlo perder".

Otegi y los suyos han librado una batalla soterrada con la dirección de la banda

Batasuna tiene hoja de ruta

Antes de que acabara noviembre, Batasuna había concretado la propuesta de Altsasua, asumiendo los principios Mitchell, que guiaron el proceso de paz en Irlanda del Norte y que incluyen un compromiso de renuncia irreversible a la violencia para conseguir los objetivos políticos. Tres meses después, Batasuna daba otro paso y presentaba Zutik Euskal Herria, la apuesta por el "uso de vías y medios exclusivamente políticos y democráticos" que habían acordado la gran mayoría de los 7.000 militantes que participaron en el debate. En abril, otra declaración efectuada solemnemente en Pamplona, emplazaba a ETA a declarar un alto el fuego y le reprochaba, por primera vez, que hubiera roto la anterior tregua. Los acontecimientos se sucedían vertiginosamente y el interrogante se situaba encima de ETA.

El CNI, clave en los golpes

En agosto de 2009, la Policía desmanteló gran parte de la red de zulos de la banda en Francia. Sin embargo, Ata escondía un plan que le devolvería la fortaleza operativa: sacar la base logística del acosado sur galo y trasladarla a Portugal. Pero la noche del 10 de enero, en una carretera secundaria de Zamora, la actuación instintiva de una patrulla de la Guardia Civil desató una operación que cambió el curso de esta historia. Los agentes sospecharon de una furgoneta y le dieron el alto. Una pareja de etarras transportaba material explosivo a un hasta entonces deconocido taller de bombas cerca de Lisboa. Desde allí pretendía lanzar una campaña de atentados en España. Interior cuestiona el éxito de los planes de Batasuna si ETA lo hubiera conseguido. La furgoneta que los guardias pararon en Bermillo de Sáyago había sido alquilada por un tal Mikel Carrera. Ese día empezó la cuenta atrás para el último general de ETA. En mayo, Ata era detenido por la Guardia Civil. El CNI volvía a ser determinante en la detención de un jefe de ETA, como lo había sido en el arresto de Txeroki.

La banda avanza obligada

El verano de 2010 transcurrió entre rumores de tregua. Finalmente, el 5 de septiembre, la BBC emitió un vídeo en el que tres encapuchados aseguraban que ETA había suspendido en marzo sus "acciones armadas ofensivas". El comunicado decepcionó a todos los sectores políticos, pero la izquierda abertzale interpretó en público que su demanda había sido satisfecha. En un lápiz de memoria incautado a Ekin por la Guardia Civil, los comisarios políticos de ETA habían escrito: "La lectura que hace Batasuna del comunicado de ETA va más allá: dijo lo que la Organización no dijo".

Interior ha golpeado todas las estructuras que apoyaban a ETA en su pugna con Batasuna

ETA defendía que la tregua era su aportación al proceso, pero en Interior no hay duda de que los golpes policiales no le habían dejado opción. Al desmantelamiento de la base de Portugal se sumó la detención en Portbou de otro etarra con órdenes de montar una segunda infraestructura en Catalunya. Y en febrero, el número uno del aparato militar, Ibon Gogeaskoetxea, se convertía en el enésimo jefe detenido desde el final de la tregua por la Guardia Civil con información del CNI.

El principio del fin

Y mientras ETA se quedaba en un anuncio ambiguo, Batasuna seguía avanzando, recortando el margen de maniobra a la banda. El Acuerdo de Gernika, firmado en septiembre de 2010, ya pedía el cese unilateral de la violencia, sin contrapartidas políticas. En enero de 2011, ETA no tenía más remedio que declarar su alto el fuego de carácter "permanente y verificable", como le reclamaba Batasuna, EA y una veintena de organizaciones políticas y sindicales. En los comunicados posteriores, ETA seguía resistiéndose a aceptar el carácter unilateral del proceso, su principal novedad. Mientras, las operaciones policiales en el interior iban minando la influencia de la banda en la izquierda abertzale. Ekin, Askatasuna y Segi eran reducidas a su mínima expresión. Son las organizaciones que se habían puesto del lado de la banda en las asambleas de las bases y Batasuna ya había comenzado a sustituirlas por otras bajo su control, borrando así la huella de ETA en la izquierda abertzale.

Ocho años en la ilegalidad

La alianza con EA y Alternatiba permite a la antigua Batasuna sortear la Ley de Partidos y concurrir a las comicios del 22-M. Después de que el Tribunal Supremo rechazara la legalización de Sortu, el nuevo partido de la izquierda abertzale, esta logra el aval del Constitucional a través de una alianza con EA y Alternatiba. El resultado es histórico. Bildu se convierte en la segunda fuerza más votada en Euskadi y la primera en Gipuzkoa. Los líderes de la antigua Batasuna son fotografiados exultantes y el PNV empieza a temer por su hegemonía histórica en el nacionalismo vasco. ETA reacciona en un comunicado con timidez. El éxito de Bildu avala la estrategia del sector de Otegi y relega aún más a la banda.

El éxito de Bildu dejó sin argumentos a ETA, que se ha resistido a ceder el control hasta el final

ETA cede su final a Batasuna

La operación policial que más ha ayudado a desbrozar este camino fue, coinciden los expertos, la desarticulación del aparato de abogados que ETA utilizaba para controlar a sus presos. Este colectivo es el mayor en el seno de la banda, más de 700 frente a los apenas 70 militantes que se esconden en Francia. Desde la ruptura del anterior proceso, en el que se sintieron ninguneados, su desapego con la organización ha ido creciendo hasta ocupar Batasuna el hueco dejado por la banda. Con un 90% de reclusos a favor de dejar la violencia, los nuevos líderes de la izquierda abertzale lograron la adhesión del EPPK al Acuerdo de Gernika. A la semana, Ekin, el instrumento con el que ETA controlaba la izquierda abertzale, anunció su disolución, motivada por el rechazo de las bases y los golpes policiales. La dirección de ETA asumía su final y ponía la gestión del mismo en manos de Batasuna.

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