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Que las urnas detengan las balas

La incertidumbre sobre el resultado se incrementa por el imprevisible efecto del atentado de ETA. Zapatero y Rajoy se juegan hoy su futuro al frente de sus partidos. El PSOE aspira a 170 escaños y el PP a uno más que sus oponentes. Una do

FERNANDO GAREA

Si ETA no hubiera asesinado el viernes a Isaías Carrasco hoy se hablaría sólo de que José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy se la juegan hoy.

Se hablaría sólo de que, probablemente, el que pierda de los dos candidatos se irá a su casa, más tarde o más temprano.

Uno porque se convertiría en el primer presidente del Gobierno de un solo mandato en la historia constitucional y otro porque fracasaría en el segundo intento de ganar las elecciones.

Si Zapatero perdiera pasaría a la historia como el líder político que dilapidó la ventaja que logró en 2004. Si el que perdiera fuera Rajoy, ni él mismo ni su partido se permitirían mantener el mismo líder durante cuatro años más.

Si Zapatero perdiera se entendería que los ciudadanos penalizan sus políticas y, por contra, se legitimaría la estrategia de oposición que ha mantenido el PP en estos cuatro años, caracterizados por el enfrentamiento y la crispación.

Si eso ocurriera, Zapatero sólo sería un paréntesis entre Aznar y su sucesor.

Consenso y sosiego

Si Rajoy fuera el perdedor se podría deducir que los ciudadanos penalizan la oposición del PP en los últimos cuatro años y exigen consenso y sosiego.

Como ETA asesinó el viernes a Isaías Carrasco, de lo que se habla hoy es de que los dirigentes de los dos principales partidos discutieron a pocos metros de su cadáver.

Es la guinda del espectáculo de la legislatura, que se inició con 192 muertos que, rápidamente, pasaron de ser víctimas a ser argumentos políticos.

Es el estrambote de cuatro años en los que el principal tema de confrontación política ha sido la lucha contra el terrorismo.

ETA se ha creído con capacidad para determinar el futuro del país. Ha sido así porque ha oído que se atribuía un resultado electoral a un atentado, porque ha constatado que el terrorismo es argumento electoral y porque ha visto que se hacían cábalas sobre a quién beneficiaría una muerte.

Sin ese asesinato, en la mente de los electores estarían hoy sólo la campaña electoral, los argumentos políticos, el resultado de los debates cara a cara y el desarrollo de la legislatura.

Se analizaría sólo si la situación económica es tan catastrófica como sostiene el PP o si España está mejor que nunca, como defiende el PSOE.

Sin el último viernes, se hablaría más de si ha tenido éxito la estrategia del PP de sembrar dudas sobre la economía y la inmigración. Se votaría pensando si España necesita la ley y el orden que prometió el PP para la inmigración en campaña o si, como afirma el PSOE, en nuestro país no hay un problema con los extranjeros que vienen a trabajar.

Puede argumentarse con razón que cualquiera de esos problemas es más importante que el terrorismo, pero nadie garantiza que, de nuevo, no será el asunto principal de debate político en la próxima legislatura.

Como ETA asesinó el viernes, la imagen del día no es la tradicional de los líderes descansando en la jornada de reflexión, sino la de Sandra Carrasco pidiendo que se responda al terrorismo con votos.

Como ETA ha querido que hoy no vote Isaías Carrasco, ha quedado en segundo plano que las de hoy serán las elecciones generales a las que se llega con un pronóstico más incierto.

El imprevisible voto del dolor y la conmoción hace aún más incierto el resultado. Lo deseable es que el día 10 nadie vuelva a decir que su derrota es consecuencia del atentado, porque se estaría invitando a ETA a que la próxima vez también emita su voto con balas o bombas en vísperas de las elecciones.

Joaquín Sabina pide en su canción 'que el diccionario detenga las balas' y ahora se trata de que las urnas detengan las balas, las que matan y las que ayudan a buscar falsos argumentos a los que matan.

Por un puñado de votos

Todas las encuestas realizadas en el límite legal mostraban una victoria del PSOE por la mínima. Ninguna pronosticaba mayoría absoluta porque el elevado nivel de voto del PP lo impide y tampoco ninguna encuesta mostraba la posibilidad de una victoria de Rajoy.

De todas ellas se deducía que una docena de circunscripciones puede determinar el resultado global. Básicamente, son las de Catalunya, Comunidad Valenciana, Andalucía y Madrid.

Los últimos escaños de cada una de esas circunscripciones dependen de muy pocos votos y una oleada favorable a uno de los dos partidos puede decantar el resultado final.

El PSOE aspira a superar la barrera de los 170 escaños para gobernar con comodidad y el PP busca tener un escaño más que los socialistas.Las previsiones hablaban también de una insólita polarización entre los dos grandes partidos, en perjuicio de otras opciones como Izquierda Unida y los nacionalistas.

Como ETA ha asesinado a un ex concejal socialista, ayer volvieron a circular los célebres '¡pásalos!' que aparecieron en 2004. Dos ejemplos contrapuestos: 'El asesinato de hoy es la consecuencia política entreguista de Zapatero. ¡Pásalo!' y 'Como dijo Pablo Iglesias, los socialistas no mueren, se siembran. Frente a las balas, el domingo llenemos las urnas de votos. ¡Pásalo!'.

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