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Macron indigna a la izquierda y da las llaves a Le Pen con otro giro a la derecha

Con la designación del conservador Michel Barnier como primer ministro, el presidente hace una apuesta previsible por sus reformas neoliberales, pero transmite un mensaje confuso a quienes dieron la victoria al Frente Popular.

El presidente francés Emmanuel Macron, en el Palacio del Eliseo, en París, antes de recibir al primer ministro británico, Keir Starmer, en una visita oficial a Francia. REUTERS
El presidente francés Emmanuel Macron, en el Palacio del Eliseo, en París, antes de recibir al primer ministro británico, Keir Starmer, en una visita oficial a Francia. REUTERS. Justin Tallis/Pool / REUTERS

Los periodistas franceses que mejor conocen las bambalinas del Elíseo hablan de la coexistencia de dos polos en la presidencia gala. Por un lado, el ala madame (la señora), en referencia a la primera dama Brigitte Macron, quien ejerce una influencia evidente sobre las decisiones de su marido y presidente, a menudo empujándolo hacia la derecha.

Por el otro, el ala Alexis Kohler, el influyente secretario general del Elíseo conocido en los medios galos como el "vicepresidente en la sombra" de Emmanuel Macron. La designación de nombrar al conservador Michel Barnier, de 73 años, como primer ministro aparece como una opción consensual entre esas dos corrientes, aunque con una impronta evidente por parte de Kohler. 

Como recuerda este viernes el diario Le Parisien, "con el nombramiento de Michel Barnier, todo el mundo ve una firma: la de Alexis Kohler". Desde un primer intento de Macron para nombrar en 2020 al entonces negociador europeo del Brexit, el secretario general del Elíseo ha mantenido una estrecha relación con el flamante premier. En julio, ya sondeó a Barnier para proponerle el cargo de primer ministro. Y su criterio influyó en la decisión final tomada por el presidente. 

Puede parecer un detalle, pero no lo es. Pocos jefes del Estado han evidenciado tanto las costuras del presidencialista sistema de la Quinta República como Macron. Por ley, podía nombrar a quién quisiera, aunque la tradición política en Francia lo invitaba a nombrar a un dirigente de la coalición unitaria de la izquierda del Nuevo Frente Popular (NFP), que venció por la mínima los comicios del 7 de julio con 193 escaños (de un total de 577). 

Finalmente, Macron apostó por un dirigente de la derecha de Los Republicanos (LR, afines al PP), que terminaron cuartos con 47 diputados y apenas obtuvieron el 5% de los votos en la segunda vuelta. Es una decisión con una dimensión personalista evidente. E influenciada por las figuras del entorno del presidente, como el mismo Kohler, con más poder que muchos ministros pese a su discreción mediática y no haberse presentado nunca en unas elecciones

'La medalla de oro al quinto'

"Es como si Léon Marchand, el nadador francés que fue una de las grandes estrellas de los Juegos Olímpicos de París, ganara la carrera, pero le dieran la medalla de oro al quinto", criticó la eurodiputada Manon Aubry, de la Francia Insumisa (afines a Sumar o Podemos), la formación con más peso parlamentario en el seno del Frente Popular.

"Han caído las máscaras. Este nombramiento aclara las cosas y representa la unión de todas las derechas", añadió. El Elíseo justificó su apuesta por Barnier con el argumento de que garantiza el Ejecutivo "el más estable posible". Tras iniciar una primera ronda de contactos el 23 de agosto, Macron había apartado de la carrera por Matignon a Lucie Castets, la candidata propuesta por el NFP, con ese mismo argumento de la "estabilidad institucional". En Francia, el voto de investidura no es obligatorio. Pero Castets corría el riesgo de enfrentarse a una moción de censura desde octubre y no superarla. 

Una vez había excluido un Gobierno dominado por esa alianza progresista (compuesta por la izquierda insumisa, los socialistas, los verdes y los comunistas), el presidente se adentró en los últimos días en un proceso de consultas más extraño, en que influía la posición de la extrema derecha. Aunque los comicios del 7 de julio estuvieron marcados por el cordón sanitario a la Reagrupación Nacional (RN), el presidente llamó varias veces esta semana a Le Pen para asegurarse que esta no apoyaría de manera sistemática una moción de censura al primer ministro que nombrara. 

A diferencia de España, en Francia el apoyo a un texto de censura no significa el apoyo a un Gobierno alternativo de aquellos que presentan la moción. Lo que facilita alianzas contranatura en este tipo de votaciones, por ejemplo, con la extrema derecha votando mociones de la izquierda como sucedió en varias ocasiones en los últimos años. El lepenismo ha decidido mantener el suspense respecto a su posición ante el Gobierno Macron-Barnier. No la revelará hasta el discurso de política general. 

Los socialistas se oponen a Barnier

"Responde al menos a uno de los criterios que exigimos. Es un hombre respetuoso con las distintas fuerzas políticas y capaz de hablar con RN", destacó Le Pen sobre el nuevo primer ministro. Este empezó este viernes las primeras reuniones para componer su Gobierno, priorizando sus contactos con la derecha republicana y el centro-derecha macronista. Estos dos bloques apenas suman 213 diputados, lejos del umbral de la mayoría absoluta. Lo que deja a Le Pen en una cómoda posición de árbitro de un Ejecutivo con un futuro incierto

Aunque desde el entorno del primer ministro indicaron que quiere integrar a dirigentes de centro-izquierda, el Partido Socialista (PS) negó este viernes cualquier colaboración con ese Gobierno. "Ningún dirigente del PS entrará" en su Ejecutivo, advirtió este viernes Olivier Faure, secretario general del partido de la rosa, en una entrevista radiofónica.

Con la designacıón de un dirigente claramente arraigado en la derecha, Macron facilitó la unidad del heterogéneo Frente Popular. Este podría haberse dividido, sobre todo los socialistas, en el caso del nombramiento de un primer ministro de centro-izquierda, como Bernard Cazeneuve, finalmente rechazado por Macron por su oposición a la impopular reforma de las pensiones

El 75% de los franceses considera injusto el nombramiento

Tras haber hecho la mayor parte de su trayectoria en los últimos 25 años en Bruselas (fue comisario europeo de Política Regional entre 1999 y 2004 y del Mercado Interior entre 2010 y 2014), Barnier es un político relativamente poco conocido en Francia. Aunque ejerció cuatro veces como ministro, lo hizo durante breves periodos: de Medioambiente en 1993, Asuntos Europeos en 1995, Exteriores en 2004 y Agricultura en 2007. 

El recuerdo más reciente que tienen los franceses de él es su intento fallido para presentarse en las presidenciales de 2022. Para imponerse en las primarias de LR, dejó en el armario su traje con un corte más tecnocrático bruselense y se puso otro con un estilo más populista y nacionalista. Sorprendió en esa campaña interna al proponer una moratoria de la migración, dificultar el reagrupamiento familiar de personas extranjeras y un referéndum para que Francia deje de aplicar las normas jurídicas en materia migratoria de la UE y el Consejo de Europa. Pese a esas propuestas (o a causa de ellas)

La izquierda recuerda ahora ese Barnier que por oportunismo no dudó en hacer propuestas y utilizar un lenguaje parecido al de los ultras. Ha criticado su designación que resulta contradictoria tras unas elecciones marcadas por el cordón sanitario a la extrema derecha. Aparte de RN, la única formación que no participó en ese "frente republicano" fue LR. 

"Nos han robado las elecciones", aseguró Jean-Luc Mélenchon, uno de los referentes de la Francia Insumisa. Es un sentimiento compartido por muchos franceses. El 75% de ellos considera que el presidente no tuvo en cuenta el resultado de las elecciones a la hora de elegir al primer ministro, según un sondeo publicado este viernes.

Organizaciones juveniles y estudiantiles cercanas a la Francia Insumisa han convocado protestas para este sábado en las principales ciudades del país. Representarán un primer test para medir si el déficit democrático de Macron contribuye a una oleada de indignación en las calles. O bien a un desencanto ciudadano.

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