El pistoletazo de salida. Las elecciones empiezan esta misma mañana. O hace cuatro años. Opiniones para todos los gustos. Los mítines piden el voto para el día 22. Domingo, como siempre. A mí me gustaría que los mítines pidieran el voto para el día 23 y los que vendrán luego al menos hasta otro domingo de 2015 en que de nuevo nos volverán a convocar para ver quién gana o quién pierde las elecciones municipales y autonómicas de ese año.
Esta democracia se instituye con el sello de la rutina y cuando suena el despertador en jornada electoral se debate en la mesa del desayuno sobre tres posibilidades en igualdad de condiciones: campo, playa o las urnas. La charanga del voto invita a la tercera mientras el clima y las cuentas que no arruinaron los bancos acogidos a las ayudas sociales del gobierno deciden sobre las otras dos como si ambas tres fueran definitivamente incompatibles.
El caso es que la cornetería de los partidos convida a la participación y aprestan los participantes bártulos y avituallamiento imprescindible para que ninguna revuelta peligrosa tendida a lo largo de estos quince días pueda dañar los resultados finales de la carrera. Miro esos preparativos y confirmo que la consigna es única ya podemos mirar donde miremos: os necesitamos a todos y a todas el próximo día 22. Que nadie se quede en casa. Todo es compatible: el campo, la playa, las urnas. Tampoco se os exige demasiado: un minuto apenas, tal vez algo de cola siempre será más larga y penosa la del paro a las puertas del Inem, la seguridad de que con vuestro gesto habréis ayudado a que las cosas en adelante sean mejores, mucho mejores, que hasta ahora.
Los rostros de la cartelería se repiten muchas veces y el Photoshop ha borrado cualquier signo de cansancio y aún más las cicatrices dejadas en la piel por algún que otro encontronazo con la ética febrilmente traicionada por quien se ha dedicado al choriceo personal en vez de a la política. Canciones habrá para todos los gustos. Palabras más, palabras menos como cantaban Los Rodríguez surcarán las aguas rutinarias de la campaña y prometerán el paraíso a quienes decidan ir a votar el próximo domingo 22 de mayo. Y es en ese trance de prometer sin cuento que siempre me pregunto lo mismo con una cierta dosis o mucha de mosqueo: ¿Cuándo aprenderán esos de las promesas que el paraíso no se promete sino que se entrega en mano?
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