Entrevista a Pietro Marcello"Sin el socialismo, el individualismo es solo capitalismo y barbarie"
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Madrid-
El cineasta napolitano ataca ferozmente el individualismo en la adaptación que ha hecho de la novela de Jack London Martin Eden, "un fresco que anunciaba las perversiones y tragedias del siglo XX". Su protagonista Luca Marinelli ganó la Copa Volpi en Venecia.
Libertad y solidaridad completas. Dos de los pilares en el pensamiento del anarquista italiano Errico Malatesta conforman ahora, apropiados por el cineasta Pietro Marcello, el cimiento de la adaptación que ha hecho de la novela Martin Eden, de Jack London. Una película abrumadora, feroz en su mirada crítica, un auténtico terremoto ético, premeditadamente irreverente, con la que el director recupera el propósito inicial del escritor americano: atacar el individualismo.
No es, por tanto, casualidad que la historia comience con imágenes de Malatesta, ni tampoco que Marcello se haya lanzado al relato como si fuera la autobiografía de London, agazapado tras el personaje de Martin Eden. Tampoco es un accidente que Pietro Marcello –"yo soy libertario"– acudiera justamente a esta novela, "un fresco que anunciaba las perversiones y tragedias del siglo XX, así como sus temas esenciales: la relación entre individuo y sociedad, el papel de la cultura de masas, la lucha de clases..."
Martin Eden es un marinero no cualificado que, enamorado de una joven de clase alta, se propone conseguir la educación que le ha negado su clase social. Así podrá casarse con esta mujer y convertirse en escritor. Lo consigue y alcanza el éxito, y con él llega la traición a su clase, a sus ideas y a sí mismo. El actor Luca Marinelli, portentoso en esta interpretación por la que ganó la Copa Volpi en Venecia, concede al personaje la necesaria ambigüedad que el cineasta pretende. La película se alzó con el Premio Platform en Toronto y con el de Mejor Película en Sevilla.
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¿Por qué decidió hacer una adaptación de esta novela de Jack London?
Porque Martin Eden es un arquetipo, podría ser un campesino extremeño que va a Madrid en busca de fortuna. Podría ser extremeño o gaditano, o un catalán que va a Marsella o Génova. En cualquier caso, es un marinero y por tanto la historia tiene que suceder en una ciudad con mar. De hecho, Martin Eden, aunque sucede en California, no es una novela conocida en América, allí conocen sus novelas de aventuras. Martin Eden encarna a la perfección la figura del antihéroe. Es un arquetipo problemático y molesto, un héroe negativo, en EE.UU. Martin Eden es casi inconstitucional, es un tío que se rescata socialmente, que atraviesa con cierto éxito la cultura de masas, pero que luego se suicida. Es un personaje muy ambiguo y, para un estadounidense, esa contradicción es imposible de aceptar. Es como otra de sus novelas El talón de hierro, es muy importante para el socialismo, pero en América no se conoce.
Usted ha llevado la historia de California a Nápoles, ¿por qué?
No podía adaptar Jack London y llevarlo a California, eso lo sabía. La cultura americana no es mi cultura, no me pertenece y, por tanto, no hubiera podido hacer la película de manera honesta. Por eso la historia sucede en Nápoles, yo crecí allí. Nosotros no tenemos a Melville, ni a Conrad, ni a Stevenson... ni siquiera el Atlántico o el Pacífico. Cambiamos el Atlántico y el Pacífico por el Mediterráneo, que es como una bañera más grande.
La película habla de la cultura de masas...
...Jack London fue la primera víctima de la industria cultural de masas, de la globalización de la cultura. Siempre he pensado en Martin Eden como en un libro autobiográfico, aunque London se desmarcara de esa tesis. Es un héroe negativo. El libro nació en forma ambigua, con muchas críticas, porque Jack London ataca el individualismo. La historia de London no deja títere con cabeza. Eso está en el libro y en la película, aunque yo crea que la novela está muy por encima de mi película.
Parece que todo el siglo XX está contenido en la película ¿era su intención?
Mi objetivo era cruzar todo el siglo XX tejiendo puentes entre el cine popular y el cine experimental. Todo mi cine está en Martin Eden, no he hecho nunca nada tan diferente. Pero no podría haberla hecho, sin embargo, sin mi trayectoria como documentalista. Porque el documental me dio la estructura del cine y Martin Eden es la evolución natural de mis películas anteriores, de La bocca del lupo, de Bella y perdida... Yo he producido todas mis películas y hago lo que quiero. No tengo patrón.
Es muy difícil eso, ser dueño de las películas propias...
Sí. Pero es que yo creo que el cine es arte impuro, porque detrás siempre está la parte económica que lo ensucia. Es imposible que el cine alcance el mismo nivel moral de la poesía, de la pintura, la escultura, la música. Es un arte contaminado. Hoy todos podemos hacer cine. Yo quería ser pintor, pero he acabado haciendo cine. Ha sido una feliz vía de escape y un instrumento muy poderoso para el compromiso y la militancia. Todos los grandes movimientos y corrientes artísticas cinematográficas son fruto de una necesidad y un empuje social muy fuerte. Piensa en el neorrealismo, por ejemplo. Sin guerra no hubiéramos tenido el neorrealismo.
¿En el inicio de este proyecto hay algo de necesidad de mirar hacia lo ocurrido en el siglo XX que fue tan trágico?
Claro. En primer lugar, mi objetivo era convertirla en una novela contemporánea. Jack London escribió Martin Eden en 1909, pero sigue siendo una novela muy contemporánea, sobre todo en tanto que estudio de una clase social y en tanto que relato sobre la traición de esa clase social. Quizá hoy no es tan visible la lucha de clases, pero sí vemos a países ricos explotar y oprimir a países pobres. Lo más moderno de Martin Eden es que es un tipo que alcanza el éxito, y lo digo en tiempos de los influencers, y es una víctima de su individualismo, ha perdido todo el contacto con la realidad y no tiene nada más que contar.
En ese sentido ¿es una especie de personaje fundacional de algo asentado hoy?
Sí, hoy no es muy distinto. Nosotros estamos con él hasta que se hunde el barco, cuando alcanza el éxito, entonces ya no nos gusta y tenemos muchas dificultades para aceptarlo. Los lectores de la novela escribían a Jack London y le preguntaban por qué la novela acababa así. No conseguían aceptar la transformación del personaje. Jack London les contestaba que ese era su Martin Eden, pero que cada uno tenía el suyo. Yo hubiera podido hacerle un poco más simpático, pero no, quería realmente enseñar que quien alcanza el éxito se vuelve víctima de ese éxito. El compromiso que una vez tuvo Martin Eden desaparece con el éxito. Y hoy no es muy diferente: el hedonismo, el narcisismo, toda esas derivaciones del individualismo están a la orden del día. Y es curioso, cuando Martin Eden pierde el contacto con la realidad, ya no tiene nada. No tiene nada que contar porque ha perdido ese contacto. Veo a Martin Eden como un personaje fundacional de lo que está sucediendo actualmente.
¿Cuánto tiene esto que ver con la traición a los principios del socialismo, del colectivo...?
El filme comienza con archivos de Errico Malatesta, que es como un primo de Durrutti. Yo soy libertario, yo defiendo el individuo, pero el individuo solo es posible asociado al socialismo. Sin el socialismo, el individualismo es solo capitalismo y barbarie. Y no me refiero al socialismo como ideología política, sino como algo más básico: compartir los recursos materiales. El socialismo es la base del grupo social. No podemos deshacernos del socialismo de cualquier forma posible.
Eso habría que decírselo a los políticos de hoy...
...La historia de Martin Eden lo ataca todo. Es una historia con muchos matices anarquistas, y entiendo que la película no va a gustar a quienes se vean representados por el protagonista. Esta película gusta muy poco a los antiguos comunistas. La película ataca a todos, socialistas, comunistas, periodistas... no va a ser querida por quienes han traicionado su deber, su mandato.
Hay un momento en la película de gran decepción. Usted, creador del siglo XXI, ¿qué resonancia encuentra en ella hoy además de este personaje arquetipo?
Esta es una historia universal. Cuando London escribió el libro ya era profético. Martin Eden es casi un tratado profético de lo que vino a ser el siglo XX. Después de Darwin, Herbert Spencer, que era buen biólogo, teorizó cosas horribles sobre la evolución de la especie. Después de Spencer llegó Nietszche, Mussolini, Hitler, Stalin. La Europa en llamas. Hace cuarenta años nadie pensaba que íbamos a volver a hablar de estos temas y ahora se habla del fascismo, populismo, soberanismo, Brexit y de una Europa dividida, rota, como si fuera algo normal. Y no hay nada de normal. Era una figura muy ambigua desde que se publicó el libro, un personaje reivindicado por la derecha y por la izquierda.
¿La cultura todavía hoy es una herramienta de emancipación?
La cultura es un instrumento de evolución para todos, pero solo es importante si hay un intercambio, si se comparte, si hay transmisión se da la emancipación. Solo es importante si sirve para rescatar al hombre, pero no como un fetiche en sí. No creo en el arte por el arte, el arte es un instrumento, pero el arte para todos. Comisso, un escritor italiano, decía que el hombre solo puede hacer daño a los demás si no cree en las obras de arte. El arte es lo que nos rescata, lo que rescata la belleza, la cultura. Martin Eden es una novela ideal para la educación sentimental, una película para enseñársela a los jóvenes y que aprendan a buscar una necesidad en lo que hacemos.
Eso sí está en el personaje, esa necesidad de aprender para devolver.
Pero Martin Eden es un individualista fanático, yo soy completamente diferente, me distancio de él del todo.
Dice que esta película es evolución natural de su cine, pero casi siempre había hecho documental, ¿qué aprendió con el cine documental?
Aprendí a manejar imprevistos, a ser capaz de resolver problemas, a ser mi propio operador de cámara y a montar el filme, a montar directamente en cámara. Todo eso me enseñó el cine documental: me dio la estructura de mi cine. Y ahora es posible que haya tenido un presupuesto mayor, pero los recursos son los mismos.
Una vez que se hace pública, de alguna forma la película deja de ser solo suya ¿no?
Claro. Ahora la película ya no es mía. Se ha convertido en este objeto colectivo, y yo mismo me he convertido en espectador. A veces desearía convertirme en un fantasma, desaparecer y volver a aparecer dentro de los cines, solo para ver cómo se sentiría eso. Esta es una película en contra de la industria cultural. En el cine no se ha podido experimentar suficiente, no ha tenido una evolución natural, tiene áreas sin explorar. Pero es que hoy no son los autores los que eligen lo que hay que hacer, sino los mediadores de la industria cultural. Esta es una película en contra de la industria cultural, aunque haya costado 4 millones de dólares.
¿Y cómo se siente usted ante eso, participando en la industria cultural?
Lo hago por tener el control de la película, yo no tengo compromisos, eso no lo conozco, es una palabra que no me pertenece. Yo necesito la necesidad. Es verdad que en este momento histórico sí necesitamos la militancia, el voluntariado... en la cultura, en el cine. Cuando no tenga más necesidad con el cine, me dedicaré a los jóvenes, a la enseñanza. Quiero dar lo que he aprendido. No creo en el cine de entretenimiento.
Ha rodado en cine. ¿Lo ha hecho por seguir una vía no esperada?
Es un privilegio rodar en película, aunque no desprecio el digital. Para mí es una relación parecida a la de la pintura. Además, yo también soy fotógrafo y me gusta la película.
'Martin Eden' cosecha críticas mucho mejores en Europa que en América, ¿por qué cree que sucede esto?
A vosotros os ha gustado porque sois españoles y compartimos la sensibilidad sureña, por eso entendéis mi trayectoria cinematográfica. Los anglosajones encajan la película de otro modo. La película se ha vendido en todo el mundo, pero los españoles sienten la poesía de la película en este momento. Crea una conexión entre Italia, Nápoles y España. He hecho una película sureña, con un sustrato cultural compartido por españoles, franceses e italianos. No sé si los anglosajones la pueden entender o no, pero tienen otra perspectiva menos cercana a la poesía de la película. Es una película sureña.
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