Entrevista a Icíar Bollaín"En Euskadi hay mucho trauma, han sido cinco décadas de violencia"
San Sebastián-
La cineasta cuenta en ‘Maixabel’ los encuentros restaurativos en Euskadi a través de la figura de Maixabel Lasa, que se reunió con los dos ex miembros de ETA que asesinaron a su marido, Juan Mari Jáuregui. Blanca Portillo y Luis Tosar son los protagonistas. Película especialmente recomendada para cómplices de la cultura del odio.
Película especialmente recomendada para descreídos de segundas oportunidades, enemigos del diálogo y la tolerancia, y para cómplices de la cultura del odio. Tal vez, la historia del encuentro de Maixabel Lasa con los hombres que asesinaron en el año 2000 a su marido, el político socialista que fue gobernador civil de Gipuzkoa Juan Mari Jáuregui, sirva de inspiración para recorrer un camino de regreso al entendimiento y al consenso.
Icíar Bollaín, directora y coguionista con Isa Campo, preocupada por lo delicado de una historia que arrastra cinco décadas de dolor y de trauma, apostó por contarla desde estos encuentros por lo que suponen de acercamiento personal, individual y humano entre quienes participaron. No se desprecia en Maixabel la vertiente política, pero ésta solo se roza para explicar, hacer más fácil la comprensión de todo el proceso y reflejar lo arduo que fue llevarlo a cabo.
Blanca Portillo y Luis Tosar –conmovedor en la secuencia del encuentro-, en los papeles de Maixabel Lasa e Ibon Etxezarreta, encabezan un reparto donde también se encuentran un estupendo Urko Olazábal encarnando a otro de los etarras, y María Cerezuela, muy creíble como la hija de Maixabel. Bollaín habló con Público antes de la participación de la película en el Festival de San Sebastián.
Este es un proyecto muy delicado, ¿sintió que había territorios en los que no podía o no debía entrar?
Sabía que había que hacerlo bien, porque son personas reales y temas súper dolorosos, así que lo hemos hecho con mucho respeto y todo el cuidado. Maixabel estuvo implicada desde el principio, en realidad todos leyeron el guion, y se mostraron cómodos con cómo se les representaba. Ella es una mujer diáfana y yo no tuve la sensación de que hubiera lugares en los que no podía entrar.
La situación de los etarras en ese momento se cuenta con la reunión con la mediadora en la cárcel. ¿No le tentó profundizar más en el tema?
Hablamos con la mediadora Esther Pascual, que dirigió los encuentros, y de su experiencia en aquella primera reunión, donde tuvo una recepción muy hostil. En un primer momento los presos pensaban que era alguien enviado por el CNI para espiarles o algo así. Los que estaban allí eran parte de lo que se llamó la vía Nanclares, hombres y mujeres que se habían desvinculado de la banda y habían reconocido el dolor causado. Pero los encuentros no formaban parte de ese camino, eran algo aparte y nuevo. Y no entendían la idea de un encuentro individual, personal, ya que lo que ellos habían hecho había sido como parte de la tarea que se les asigno, no había un motivo personal en matar a una o a otra persona, para ellos eran objetivos. Y no entendían un encuentro desde lo personal. Fue una reunión de más de cuatro horas que nosotras tratamos de condensar en unos minutos.
La apuesta es contar la historia desde el punto de vista de emociones y sentimientos, no desde el punto de vista político.
Sí, porque es desde ahí desde donde se enfocan estos encuentros. No se sientan a debatir análisis o ideas, sino que se sientan a escucharse. La víctima habla de lo que ha sufrido, de lo que ha supuesto el atentado para ella. Y habla también de quién es la persona a la que han matado, de la que, descubre, no saben nada. Y el victimario escucha, después de haber hecho un enorme trabajo de autocrítica. Ha pasado de ser un "héroe" y de justificar lo que ha hecho para pasar a "ver" a quien asesinó y quiénes sufrieron con ese asesinato una pérdida irreparable. Y a asumir su responsabilidad en lo que ha hecho. Cuando leí hace años sobre los encuentros me impactó, porque siendo dos personas que a priori no pueden estar más lejos, son capaces de sentarse y escucharse. Y la posibilidad de meterte en la piel de estas personas solo la da el cine, ya hay documentales sobre estos hechos. Por otro lado, políticamente es un asunto enorme, necesitaríamos muchas películas para hablar del tema de ETA.
El clima hoy en España es justo el contrario al del diálogo, ¿eso le da un valor añadido a la película?
El clima es justo el contrario, sí, por eso contar esta historia era importante. Es una historia inspiradora. Si Maixabel fue capaz, ¿cómo no van a serlo los demás para cosas mucho menos dolorosas? En esta historia vas con ellos. Maixabel ¡es de una claridad! No tiene miedo a expresar sus ideas y eso es admirable, sobre todo lo fue en los tiempos más duros de la violencia de ETA. Ella cree en las segundas oportunidades, hasta para la persona que ha roto su vida. No tiene odio, es firme, dura con los que justifican la violencia, pero no odia y eso es muy desarmante, porque odiar a la persona que te ha hecho tanto daño es natural.
¿Y cómo ha sido la relación con Ibon Etxezarreta?
Isa Campo y yo tuvimos una entrevista larga con él y con Luis Carrasco, que también se encontró con Maixabel. Después les llamamos en diferentes ocasiones para preguntarles todo tipo de detalles más concretos del atentado, sobre su vida en la cárcel, sobre los encuentros… cosas necesarias para poder escribir el guion y para recrear algunas escenas de la película. Les costaba recordar todo aquello, les avergüenza y les duele, pero estuvieron siempre dispuestos a colaborar, a aportar.
En la decisión que tomó, ¿hay una aceptación de la responsabilidad o solo necesidad de perdón?
Tanto Ibon como Luis han hecho un camino muy difícil porque dejar de justificar la violencia y reconocer que lo que han hecho es injusto y monstruoso supone que dejan de ser héroes para reconocerse culpables, que los tuyos te van a ver como a un traidor y el resto de la sociedad te va a seguir viendo como un etarra... En definitiva, que no te van a querer en ningún lado. ¿Y a qué se agarran entonces? ¿Qué son? Los encuentros también sirvieron en ese viaje complicado en el que se embarcan cuando asumen la responsabilidad de lo que han hecho y reconocen el daño. Porque solo si asumían completamente esa responsabilidad eran considerados aptos para los encuentros. Como dice Maixabel, los hombres que mataron a Juan Mari ya no son los mismos que ella conoció en los encuentros.
‘Maixabel’ es una película que aboga por el arrepentimiento…
…Hay gente que no acepta la idea del arrepentimiento, yo sí la acepto.
En la España polarizada de hoy, los habrá que la acusen de proetarra, ¿está preparada?
La película es demoledora con ETA, no habría por dónde cogerlo. No hay absolutamente nada positivo en la violencia de ETA y la película respira eso por todos los poros. Otra cosa es que veamos la cara humana de estos dos hombres en concreto. La película no habla de los que no rompieron con la banda y que salían y sigue saliendo de la cárcel recibiendo homenajes, que son la mayoría. En realidad, de los que nosotros hablamos son muy pocos. Los que optaron por la Vía Nanclares fueron veintitantos, de los 800 y pico presos de ETA que había. Y de ellos solo diez u once participaron en los encuentros. No son representativos en absoluto, pero no por eso deja de valer la pena contar la historia.
¿Siente algún temor ante las reacciones?
Creo que lo que decimos en la película es difícil de cuestionar: que la violencia es devastadora, que no lleva a ningún lado y que solo genera dolor. Y por otro lado, mostramos una parte de lo que nos hace seres humanos, que es la capacidad de arrepentirnos, de asumir la responsabilidad de lo que hemos hecho, por terrible que sea, y de ponernos en el lugar del otro, de sentir el dolor del otro.
¿Nunca hay justificación para la violencia?
No. La violencia solo genera más violencia, más dolor, más trauma. Afecta a todos, al que la recibe, al que la ejecuta y a la sociedad donde se da. A Maixabel le gusta que se divulguen los encuentros porque, como ella dice, estos hombres son los mayores desligitamadores de la violencia. Y en el País Vasco aún les queda la tarea de construir la convivencia.
¿Cuál será el impacto de la película en Donosti y en el resto de Euskadi?
Creo que va a tener mucho impacto porque son cosas que han vivido todos. Reconocer cosas como sociedad es muy difícil. Va a ser intenso. Allí hay mucho trauma, han sido cinco décadas de violencia. Maixabel hablaba mucho de ello, y eso es nuevo, tenía ganas de hablar y también mucho dolor. Ojalá que la película remueva y a la gente "del lado no dialogante" también le dé por pensar.
¿Qué siente hoy ante lo que hicieron Maixabel e Ibon Etxezarreta?
Los dos hicieron cosas muy difíciles. Maixabel se sobrepuso al duelo y al odio, y escuchó. Es muy complicado saber qué haríamos nosotros. Lo de ellos también es difícil, encararte con lo que has hecho es complicado. Son la disidencia de ETA, de la que sabemos muy poco. ETA organiza con puño de hierro lo que hacen los presos en la cárcel y eso es muy difícil de romper. Pero Maixabel es que es una mujer con ideas contundentes, pero con una forma suave de hacer las cosas. Por otro lado, debo decir que no sabemos tanto de las víctimas, no sabemos cómo se vive eso.
Ella tuvo que enfrentarse a los suyos…
Sí, a la gente cercana le dolió, pero como la quieren y como Juan Mari Jáuregui era dialogante, lo aceptan. Maixabel es una mujer de una pieza, es sencilla y no va dando lecciones a nadie.
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