Entrevista a Gioconda Belli"La izquierda tiene que reinventarse, yo he perdido completamente todo el leninismo que alguna vez tuve"
Madrid--Actualizado a
De adolescente, Gioconda Belli (Managua, 1948) estudió durante unos años en un colegio de Madrid, en esa España gris y represiva de los años 60. Hoy, más de medio siglo después, la poeta y narradora nicaragüense ha vuelto a instalarse en Madrid, forzada por el exilio. Como en el caso de su compatriota Sergio Ramírez, la autora de La mujer habitada sufre el segundo destierro, "un golpe grande pero, también, un reto de la vida". Si en los años 70 tuvo que refugiarse en México y Costa Rica por culpa de la dictadura de Somoza, hoy es el régimen de Daniel Ortega, antiguo compañero en las filas del sandinismo, quien le obliga a vivir fuera de Nicaragua. La Casa de América le ha rendido homenaje al dedicar este año su Semana de Autor a la obra de una Gioconda Belli que continúa apostando por la justicia social como la bandera de una izquierda que, en su opinión, tiene que reinventarse.
En una entrevista con Público, Belli se muestra pesimista sobre el futuro de su país mientras gobierne Ortega y ve con desolación la deriva autoritaria que se ha instalado en el mundo desde la aparición de Donald Trump hasta la "imperdonable" invasión de Ucrania por parte de Vladímir Putin. Pero vislumbra cierta esperanza con la irrupción de una nueva izquierda, como la que representa Gabriel Boric, con quien acaba de estar en su toma de posesión como presidente de Chile.
Como en el caso de Sergio Ramírez, usted vive su segundo exilio. El primero fue en los años 70, en México y Costa Rica, bajo la dictadura de Somoza. Ahora, le fuerza al destierro el régimen de Daniel Ortega, compañero de lucha en aquellos años.
Es como un sentimiento increíble pero cierto, de azoro, de asombro, de algo que jamás esperaste que te iba a suceder, y que te sucede además en un momento de la vida en que uno piensa que ya llegó a un puerto seguro, y que estás con tus libros, tus plantas, tu casa... que ya nunca vas a salir de ahí más que en posición horizontal... Y ha sido bien duro, ha sido como un golpe grande pero también, para mi manera de ver, es como un reto de la vida. Ya cuando sentís que todo es predecible, de repente la vida te dice: todavía no.
Tenés que reinventarte, tenés que buscar otra manera de ser, otra manera de ver esta oportunidad que te estoy dando... Hay que verlo de esa manera, pues. Yo soy bien optimista y es importante también darle voz a los que no tienen voz. Sergio [Ramírez] y yo tenemos una voz que se oye y hay mucha gente en Nicaragua que ahora no puede hablar, está reprimida, la pueden echar presa si habla, y yo siento que es nuestra misión también poder hablar por los que no pueden hablar.
Ortega obtuvo una nueva reelección presidencial en noviembre, en unos comicios a los que no pudieron presentarse los principales candidatos de la oposición por estar detenidos o exiliados. ¿Cómo ve la situación política en Nicaragua?
"Yo soy bien optimista y es importante también darle voz a los que no tienen voz"
No veo solución. Creo que [la situación] más bien ha empeorado. Es una cosa bien interesante o bien terrible. Es sorprendente lo que ha pasado en Nicaragua, porque no habíamos visto este nivel de inseguridad. Yo lo considero un nivel de absoluta inseguridad del Gobierno actual. ¿A quién se le ocurre que va a echar preso a todos los contrincantes políticos de cara a una elección? Estás demostrando que no tenés la seguridad para presentarte a una elección limpia.
Hasta el más insignificante de los candidatos fue apresado. Y les inventaron toda una historia para apresarlos, y tienen a cuarenta personas en una situación terrible, con la luz prendida todo el día, les dan muy poco de comer, los presos han perdido 30, 50 libras, una cosa terrible. No los han dejado que vean a sus familias más que tres veces en ocho meses, no los sacan al patio, los tienen en celdas de dos por dos, no les han dejado tener un libro, un lápiz, algo que les permita sobrevivir esas horas de encierro, ni siquiera la Biblia, pues. Es una crueldad que tiene unos visos de locura, a mi manera de ver.
Entre esos presos del régimen de Ortega figura la excomandante sandinista Dora María Téllez, recientemente condenada a ocho años de cárcel por "conspiración". Y Hugo Torres, otro referente del sandinismo, moría hace poco en prisión.
Dora María Téllez y Hugo Torres dieron toda su juventud y fueron valientísimos, dos personas impecables. Da vergüenza pensar que Daniel Ortega se haya atrevido a echar presos a gente con la que tuvo una relación, que ayudaron a liberarlo (en el caso de Torres, cuando Ortega estaba en prisión).
Ortega formó parte de esa juventud sandinista que liberó a Nicaragua de la tiranía de los Somoza. ¿Cómo ha evolucionado su figura?
Él nunca fue un héroe, eso es importante decirlo, porque mucha gente cree que Daniel Ortega ganó la revolución. Daniel Ortega fue uno que jamás estuvo en combate, fue una de las personas que estaban afuera del país dirigiendo lo que pasaba dentro. Su hermano [Humberto Ortega] fue mucho más importante que él en cuanto a la dirección de la guerra y la estrategia. [Su elección como líder] fue un acto de las tres tendencias del Frente Sandinista que se juntaron para la lucha, y entre los nueve comandantes que quedaron eligieron a Ortega como jefe del gobierno porque no le daban tanta importancia al gobierno, curiosamente.
Y haberse juntado con Rosario Murillo [esposa de Ortega y vicepresidenta de Nicaragua], haberle dado el poder que le dio a Rosario Murillo, ha sido muy grave porque ella tiene una minuciosidad organizativa que él no tiene. Daniel Ortega no es un buen gobernante ni un buen organizador, pero ella es capaz de organizar estas cosas que estoy hablando de la cárcel, es una mujer muy vengativa y muy manipuladora.
La Revolución Sandinista dejó un valioso legado a Nicaragua. Usted ha destacado varias huellas, como la instalación de una conciencia política en la población, el ejercicio democrático, la creación de un ejército popular... ¿Qué vigencia tiene ese legado?
"Yo he perdido completamente todo el leninismo que alguna vez tuve, y realmente lo que pienso es que en la revolución, la justicia social es lo absolutamente importante"
Todo eso lo deshizo Daniel Ortega. Yo creo que la izquierda tiene que reinventarse y no se puede seguir pensando en una izquierda de la dictadura del proletariado, por ejemplo, en una izquierda con la idea de la vanguardia. Yo he perdido completamente todo el leninismo que alguna vez tuve, y realmente lo que pienso es que en la revolución, la justicia social es lo absolutamente importante. Dentro de todos esos predicados de la izquierda, ése es el importante, pero tiene que ser incluyente, democrática, tiene que haber libertad... porque si no, es como dicen los cristianos: de qué le sirve al hombre tener todo el mundo si pierde su alma.
Entonces, es un poco lo que ha hecho lo izquierda: te voy a dar de comer pero vas a perder tu alma, vas a perder tu libertad, vas a tener que ser sometido al mandato de alguien que va a decidir qué es lo que vos necesitás para vivir, y yo ese sometimiento lo veo tan triste... Mientras más tiempo estamos en este mundo, y mientras más pasa el tiempo, nos damos cuenta de lo importante que es la libertad. No la podemos ceder.
Usted ha estado presente en la asunción presidencial de Gabriel Boric en Chile. ¿Representa el joven líder progresista chileno esa nueva izquierda de la que habla?
La experiencia en Chile fue fantástica, muy esperanzadora, ver un país donde está llegando al poder un hombre joven, ético. Boric representa esa izquierda nueva, yo he soñado con ello desde hace mucho tiempo, un nuevo paradigma para el mundo. Ahorita, hemos perdido el norte en el mundo, no solo en la izquierda, en la derecha, hay como una ola de destrucción, de espíritu destructivo, de polarización.
Lo que pienso de una nueva izquierda es poder hacer no una utopía sino algo real, que va a tener sus problemas, pero que trate de equilibrar ese gran abismo que se ha creado entre los ricos y los pobres y que es la semilla de tanta violencia también (...) Es muy trágico lo que está pasando en el mundo, y creo que desde Trump hubo un vuelco de arraigo del autoritarismo, de la mentira, de una política manipuladora, imperialista, en cierta manera. Y creo, por ejemplo, que lo que está haciendo Putin es imperdonable.
Desde que empezó a escribir poesía en los años 70, se le calificó como la poeta del erotismo. ¿Hasta qué punto le molesta esa etiqueta?
"Yo creo que la parte que tenemos que reivindicar también es el gozo, la alegría, el derecho al placer"
No es que me moleste, pero me parece que ya no tiene sentido. Me etiquetaron así porque empecé a hablar del cuerpo femenino, a celebrar el cuerpo y hablar como sujeto y no como objeto sexual (...) Creo que eso fue tan escandaloso que todavía me dejan el mote. Y erótico quiere decir diferentes cosas para diferente gente. Para mí, el erotismo es el sentido de la vida, el eros y tánatos, lo diferente a la muerte. Hay mucha gente que cree que es lo porno y eso no me gusta, que me relacionen con ese tipo de erotismo, porque lo que yo trato de hacer en mi literatura es sublimar la función del ser humano como corporal.
La mentalidad cartesiana siempre ha tratado de separar el cuerpo del intelecto, es como que el cuerpo es la parte mala de nosotros y el intelecto es por lo que servimos los seres humanos. Y, realmente, esa separación del alma y el cuerpo, creo que, sobre todo para las mujeres, ha sido un gran problema porque tenemos una relación profunda con nuestro cuerpo y lo más bello que hace el cuerpo de la mujer es reproducir la vida.
En 2010 publicó 'El país de las mujeres', un libro en el que imaginaba cómo sería una sociedad regida por mujeres. Y antes participó en esa experiencia política que fue el Partido de la Izquierda Erótica.
El Partido de la Izquierda Erótica fue un partido que tuvimos en Nicaragua y era clandestino, por supuesto. Éramos un grupo de mujeres que sentimos que nos estaban desplazando, porque eso suele suceder en las revoluciones: una vez que la mujer dejó de ser útil, te mandan a hacer cosas secundarias. Entonces, nos juntamos un grupo de mujeres y hacíamos estrategias comunes, porque todas teníamos alguna posición intermedia importante. Y lo llamamos el PIE por broma, teníamos un símbolo que era un piecito con las uñas pintadas de rojo, porque también tenía un sentido lúdico. Yo creo que la parte que tenemos que reivindicar también es el gozo, la alegría, el derecho al placer.
¿Cómo sería esa sociedad regida por mujeres?
"La igualdad para mí es fundamental"
No creo que eso vaya a suceder, pero sí habría diferencias. Durante la pandemia, por ejemplo, los países que mejor manejaron la crisis fueron los que estaban gobernados por mujeres: Nueva Zelanda, Alemania, Finlandia, Islandia... Creo que la mujer tiene, biológicamente, el cuido como parte de su ser, y la sociedad del cuido la hemos descuidado totalmente en el mundo moderno (...) La igualdad para mí es fundamental. Yo también admiro a los hombres, no odio a los hombres ni los culpo por todo, pero creo que los hombres también tienen que tomar conciencia -así como nosotras las mujeres hemos tomado conciencia de dónde viene nuestro sometimiento- de dónde viene su dominación, cuál es la identidad masculina, en qué basa ese sentimiento de posesión, de dominación, porque tiene consecuencias bien negativas.
¿Está escribiendo ahora? ¿Cuáles son sus planes a corto plazo?
Estoy escribiendo una novela, de la que ya llevo unas cien páginas. Y también escribo poesía, aunque ahora menos, pero, normalmente, cuando estoy escribiendo una novela, también escribo poemas, y así ha salido casi un poemario por cada novela que he publicado. En cuanto a los planes personales, no sé si voy a poder volver a Nicaragua. No lo veo factible en este momento. Quiero vivir el presente. La vida, realmente, es el presente que nos construimos.
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