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Entrevista en La Base Pedro Castillo: "No quiero cerrar el Congreso, quiero cerrar las brechas que hay en Perú"

Pedro Castillo, durante la entrevista realizada por Alfredo Serrano Mancilla en La Base
El presidente de Perú, Pedro Castillo, durante un momento de su entrevista con Alfredo Serrano Mancilla en 'La Base'.- Público

El presidente de Perú, Pedro Castillo, ha sido el invitado de honor de este sábado en La Pizarra, el espacio de Alfredo Serrano Mancilla que se emite en La Base. El político, que se define como un "provinciano" y un maestro, profesión a la que reitera que volverá en 2026 cuando finalice su mandato, ha narrado en esta entrevista cómo su familia, humilde y agricultora, ha influido en su modo de ver el mundo, en ese espíritu que autodefine como valiente que le ha llevado de las aulas a la lucha sindical por la educación y, de ahí, a la Presidencia del Gobierno. 

Siempre nos gusta empezar por el mundo de los sueños. Me gustaría saber si el presidente del Perú se acuerda de lo que sueña y de los sueños de niño, pero soñar de verdad, cuando uno está dormido.

Bueno, sí, a veces uno se acuerda de los sueños y a veces, no. Porque tú sabes que en el campo amanecemos para ir al trabajo y llegamos muy tarde a descansar y uno resulta rendido. Pero siempre hemos soñado que estemos con la familia, que estemos muy ligados a Dios y que no nos olvidemos de hacer las cosas bien.

Yo quisiera desde este espacio saludar a mi padre, a mi madre, a mis hermanos, que jamás nos permitieron estar ociosos, perder el tiempo en otra cosa y jamás nos permitieron ir con las uñas largas. La honradez es para nosotros un don maravilloso y compartir lo poco que hemos tenido. 

Mis padres son iletrados, somos nueve hermanos y mi padre nunca comía solo. Siempre esperaba a que estuviéramos todos alrededor de la casa y siempre nos daba un turno. Mi papá solamente asistió una semana a la escuela y hace una línea, una raya nada más y esa es su firma. Mi madre no conoce una letra. Pero, a pesar de ello, leían muy bien la realidad, leían muy bien a la familia y nos leían muy bien a sus hijos. Y nos turnábamos para dar la bendición a Dios a la hora de comer. Y eso para mí ha sido más que una escuela, eso lo he trasladado en mi accionar como joven, en la escuela, en el colegio, en la universidad... A mis maestros, también, que diciendo que hay que compartir no solo las amarguras, sino también los buenos momentos. 

Y hoy he venido a ser presidente de la República por mandato de este pueblo sediento de justicia, de igualdad de oportunidades. Y les quiero trasladar lo que me enseñó mi padre, lo que aprendí en el camino... Que lo que tiene el Perú sea para los peruanos, lo que tiene este Gobierno se distribuya para los más necesitados, pero sin robarle un centavo a este país. Tenemos muchos problemas en cuanto a situaciones reivindicativas y por eso estoy acá.

¿Cómo era Pedro Castillo de pequeño? ¿Era estudioso, era rebelde, era travieso, era valiente...? ¿Cómo era? 

Siempre he sido valiente, no he corrido de los retos. Recuerdo que me atrevía a cualquier cosa y siempre me ha salido bien. A veces desafiando también al maestro, pero en tonos muy respetuosos. Siempre que hemos soñado alguna cosa, hemos ido detrás de ello para hacerlo realidad.

Para irnos a la escuela, siempre teníamos que labrar la tierra y eso lo extraño. Y hoy quiero seguir labrando esta tierra en el marco de una reforma. ¿Por qué cree usted que lanzo la segunda reforma agraria? Por amor a mi padre, que es labrador. Y porque somos agricultores y vamos a trabajar para que impulsemos estas presas, estas represas, esa cosecha de agua al lado del agricultor para impulsar la agricultura, en honor a mi padre y en honor a la familia. Porque, si no trabajamos, ¿pues de dónde salen los frejoles? Creemos importante decirle al país y decirle al mundo que todo tiene que ser producto de un esfuerzo y todos tenemos que hacerlo bien.

¿Qué quería ser Pedro Castillo de chico, en esa familia, cuando aún no era presidente?

Siempre anhelé ser maestro. Le veía a mi maestro, que en paz descanse con Dios, a Don José Alberca Ramos Trujillano. Llegó sufriendo a esa escuelita, caminando como tres días desde Chota y le veía cómo se disponía, cómo atendía… Y él era como un padre para nosotros, porque éramos compañeritos que cada uno tenía su realidad. Y decía "yo quiero ser como este hombre, que tiene amor a los niños, que lucha, que tiene tanta sabiduría…". Porque él jamás revisaba el diccionario, no estaba mirando la tabla que nos enseñaba a nosotros. Todo estaba acá, en su cabeza. Si esa persona tiene tanto en su cabeza, yo quisiera ser como ese hombre que habla tan bonito.

Y llegué a ser maestro de mi propia escuela, de mi propia institución educativa donde cursé mis primeros años de vida. He sido muchos años director de esa institución educativa. Y, desde ahí, siendo director, enarbolé esta lucha política.

Para estudiar tuvo que trabajar de mil cosas, recorrió mucho el país. Cuéntenos alguna cosa que aún recuerde que le hacía reír de algún trabajo y algunos que seguramente no le gustaran, porque eran muy sacrificados.

Recuerdo que en la mañana para irnos a la escuela, teníamos que ir a mudar los animales, a mudar los caballos y luego, labrar un surco de maíz. En la tarde, teníamos que volver al lugar porque teníamos una cabeza que, si no trabajas, no comes. Nadie te va a traer un pan, nadie va a hacer eso.

En la institución educativa primaria no había un jardín. Yo llegué a la escuela a los siete años. En ese tiempo, solo había un profesor. Solo estudiábamos hasta tercer grado y luego, teníamos que caminar hora y media para ir a completar cuatro, quinto y sexto. De esa promoción que terminamos, solo fuimos dos, un primo hermano y yo. Terminamos la escuela primaria y cuando le decía a mi papá, "no hay los recursos, lo que tenemos que hacer es irnos a trabajar". Y gracias a mi padre, me llevó a la parte de Amazonas y me enseñó cómo se siembra una planta de café. Yo sé cosechar café, sé todas las plagas de las plantas… Y me enseñó a sembrar arroz y papas, maíz, trigo... Y también, cómo se cría un animal, cómo se monta un caballo, cómo se ordeña una vaca… Es maravilloso. Yo no me olvido y extraño esa vida.

¿Cree, presidente, que ese tipo de saberes son infravalorados en la sociedad en la que vivimos?

Eso falta, respetar la identidad. Hay que motivar a las personas para que saquen su yo, para que saquen lo que tienen adentro. Porque a nosotros nos enseñaron a no ser ocioso, no ser mentiroso, no ser ladrón. Eso siempre está en la cabeza y tenemos permanentemente esa lucha.

Y luego, cuando terminamos, mi papá me sacó dos años de la escuela. No fui a la secundaria porque de recursos económicos estábamos muy escasos. Y cuando hubo la oportunidad de hacer algunos ahorros para comprarme el uniforme, para comprar los cuadernos, mi hermana mayor, Mercedes, me dijo "voy a hablar con papá para que se convenza de que es necesario que estudies la secundaria". Y me matriculé media hora aún más allá y salía a las 5 y media de la mañana. Al hombro, mi alforja con mis cuadernos y era el primer alumno que llegaba al colegio. Y era el primero en llegar a la casa por la tarde para seguir trabajando. Terminé la secundaria y luego, ¿qué voy a hacer? En las vacaciones seguía yendo a cosechar café, arroz, sembraba algunas plantas y ayudaba a mi padre a criar a algunos animales para de ahí sacar la solvencia.

Pero también gracias a un tío, que Dios lo tenga en su poder -en esta campaña falleció un tío muy querido, hermano de mi madre-, que me trajo a Lima a partir del tercer año de secundaria. Y recuerdo que me dijo: "Acá si no trabajas, no comes". En algún momento en mi casa no trabajas, pero sí tienes de comer. Pero en Lima si no trabajas, no vas a comer nada. Y cogimos una caja de helados. Y recuerdo en la plaza Unión e íbamos toda la Avenida Alfonso Ugarte, llegábamos a la Plaza Dos de Mayo y por allí por la colmena entrábamos y vendíamos helados. En la tarde, vendíamos canchita con maní y en la noche, iba frente a la universidad a un hostal que se llama Las Américas y era cuartelero, iba a limpiar las habitaciones. Y el fin de semana le pedía al dueño del hotel que me diera las sábanas para lavarlas, era lavandero de las sábanas. Y con eso hacíamos los ahorros en vacaciones y llegaba para pagar durante todo el año para estudiar la superior pedagógica. Y así me formé.

Y, cuando discrepábamos con los maestros, que la educación anda mal, que por qué no se les da la oportunidad a los jóvenes. Y una maestra me decía: "Ojalá cuando termines y llegues a ser maestro, de tanto que pregonas aquí en el aula, vayas a trabajar al último rincón". Y cuando terminé la universidad y se dieron contratos, fui y dije: "Quiero que me den la escuela que está más lejana de este pueblo, me voy al último rincón". Y fui al último rincón, a la escuelita de Caruallo, en el distrito de La Ramada, provincia de Cutero, en la región de Cajamarca. Desde aquí quisiera saludar a esa hermosa comunidad que me cobijó.

¿Mantiene algún tipo de relación con los alumnos de esa época ahora cuando le ven de presidente? ¿Cómo es esa relación?

En este recorrido les encontré como jefes de campaña en su comunidad pintando a lápiz mi sombrero. Pero es una comunidad bastante decadente y voy a retornar a esa comunidad para reconstruir esa escuela.

Luego, terminando eso, tuve que salir a la provincia de Chota y desde ahí gesté una lucha. Desde el día primero en que asumí la docencia, lo primero que hice fue llamar a los padres de familia, a los maestros y decirles: "¿Qué hay que hacer por los maestros?". Y así fue como me metí en el seno del magisterio y se gestó la lucha reivindicativa de los maestros. Y en 2017 empezó la lucha que yo encabecé a nivel nacional. Y fui conocido a nivel nacional.

Usted tiene una historia biográfica de lucha sindical importante. Fue elegido el presidente del comité de lucha de las fases regionales del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del Perú (SUTEP), fue secretario general de la Federación Nacional de Trabajadores de la Educación del Perú (FENATEP). Y ahí es donde fue protagónico en 2017. Se genera una conversación con el presidente Kuczynski, pero no le invitad a usted. ¿Cuándo fue la primera vez que pisó el Palacio del Gobierno?

El 28 de julio, nunca lo pisé antes. Porque la lucha es una lucha desigual. También hubo problemas internos en el magisterio. Y ahora, el Gobierno del Perú, durante los 200 años jamás priorizó la educación.

Hay mucho que hacer en la educación en el país. Los maestros en sus luchas diarias a nosotros nos han motivado sobremanera. No olvides que en el Perú hay más de 500.000 maestros en actividad. El maestro cesante va con una pensión precaria, hay maestros tuberculosos en el país, hay maestros totalmente abandonados, hay maestros que van a la selva y cogen una lancha durante siete días para llegar a su escuela… Y retornan después de meses a su familia. Y los que pueden salvarse de alguna enfermedad endémica, a Dios gracias, vuelven. Pero no hay presencia del Estado.

Todo esto lo pusimos en conocimiento. Y es ahí donde salen a esa lucha los maestros ahuacún, los quechua, los aimara… Los maestros de todo el país. Y vieron que enarbolamos una lucha completamente reivindicativa. Porque cuando estábamos en las mesas de negociación había algunas veces un "levanta tu lucha, te pago y vete del país", pero nosotros no venimos para eso. Venimos a esta lucha para decir que primero es el maestro, primero es la educación del pueblo peruano. Y hoy estamos en el Gobierno y primero es la educación del pueblo peruano, primero son los niños. Ocho millones de estudiantes en este país y vamos a hacer todo lo posible para que ningún alumno se quede sin ningún útil escolar, que ningún alumno esté sin un techo y que a ningún alumno se le niegue su sueño de seguir estudiando.

El primer día que usted decide ser candidato a la Presidencia, ¿qué le dice su esposa, su familia? ¿Se acuerda de algún momento íntimo que quiera compartir?

Recuerdo cuando Lilia, Arnold y Alondra esperaban para cenar. Ese día yo ya logré la inscripción y llegué y les dije: "Voy a postular a la Presidencia de la República". Y me dijo: "Mejor come y vete".

Creía que había enloquecido.

Yo tenía bastante fe, ¿pero sabe lo que pasó? Imagínese, dentro de tantos candidatos, un maestro que en su boleto de pago tiene 3.000 soles de haberes y solamente recibe 1.200 porque el resto son préstamos. Qué maestro no debe. Y con esa cantidad iba a ir a ser candidato presidencial. "¿No te pasas? Mejor ve a ayudar a tu padre mañana". Pero fui consciente y fui a encomendar esta candidatura a Dios para hacer el bien por el país. Y así fue y, al final, llegamos al Palacio de Gobierno.

De su entorno más cercano, dígame la verdad, ¿quién creía que iba a llegar a la segunda vuelta? ¿Usted lo creía? ¿O cuándo empezó a creer que era posible lo de la segunda vuelta?

Yo siempre creí y lo compartí con algunos maestros cercanos en algunas regiones del país. Éramos más de 500.000 maestros. Hice un cálculo sencillo: voy a sacar unos 200.000 mil maestros. Si cada maestro me garantiza diez votos en la mesa, ya tengo tres millones de votos solo de maestros. Ahora, mi familia, mis ronderos, mis vecinos… Debo llegar a unos dos millones de votos y ya paso a la segunda vuelta y debo ser candidato.

Castillo: "Soy muy respetuoso de la vida democrática. En cualquier escenario las minorías tienen que someterse al mandato mayoritario"

Y empecé a recorrer el país, pero fui el primer candidato que cogió la covid y estuve 20 días en Lima. Y los medios de comunicación: "¡Ah, un candidato irresponsable!". Y gracias a esos ataques yo fui conocido. Bajaba y no había ni un solo pueblito donde no hubiera gente que no estuviera organizada recibiéndome. Yo veía en todos los pueblos pintado el nombre de los candidatos. Y estaba el nombre, pero no conocían a los candidatos. Y yo llegaba, hablaba… Y así empezó.

La segunda vuelta fue un momento muy difícil porque hubo el desconocimiento de los resultados por parte de su rival. ¿Cuál fue la primera voz internacional que le dio la enhorabuena, la que decía usted que era un orgullo, la que no se esperaba?

Hubo muchas. El compañero Fernández. Me llamaron de Bolivia, de Ecuador, de México, de la Unión Europea, de la OEA, algunos vecinos y paisanos nuestros… Porque era notorio, no se puede tapar el sol con un dedo. La lucha era desigual, aún lo sigue siendo. Pero creo importante en medio de estas desigualdades… Yo soy muy respetuoso de la vida democrática en cualquier espacio, en cualquier escenario, las minorías tienen que someterse al mandato mayoritario.

Fue muy característico de Pedro Castillo la valentía con la que decía las cosas. ¿Se puede, se debe y es posible ser tan valiente ahora que es presidente o es muy difícil?

Yo creo que nosotros hemos nacido con esa característica, hemos tenido ese don. Yo he pasado por muchas cosas más cruentas y, siempre lo digo, estar en este despacho atendiendo a la población más vulnerable para mí es parte de esa valentía. Pero más allá de cosas que a nosotros nadie nos va a poner una muestra o decir a saber qué, dar señales de lucha, de valentía es un cuando tienes detrás y en las piernas las huellas de algunos perdigones cuando hemos estado en la calle y defendido el medioambiente.

Castillo: "Llamo a los peruanos a la más amplia unidad. Solo unidos vamos a emprender el trabajo que necesita el país"

Más allá de eso, ya siendo Gobierno entiendes el sinsabor del pueblo y con el cual debemos de seguir bregando. Yo sé que van a entender las personas que aún no asimilan haber perdido esta elección. Pero yo quiero decirles desde este espacio que se saquen de la cabeza eso de que yo he venido a eternizarme en el poder. El 28 de julio de 2026 daré el puesto a quien este país designe como sucesor e iré al lugar que corresponde, me volveré a la escuela, a mi comunidad, volveré a allá de donde he venido. Ese es mi espacio. He dicho muchas veces esta palabra y la tengo que cumplir porque me debo al pueblo.

En este periodo que lleva, ¿se ha sentido discriminado por su clase, por su origen, por su color de piel...? Muchos presidentes latinoamericanos han afirmado que se han sentido así. ¿Usted cómo lo ha vivido?

En la campaña, más que todo en la segunda vuelta, fue tan dura. Se han leían algunos adjetivos, algunos nombres en las pantallas, en la televisión, en la radio… Hasta de la forma como hablo. Yo voy a seguir de esta forma natural dirigiendo el país. No necesito disfrazarme, como dije en la campaña. Yo tengo el corazón sano, pero tengo sangre de indio y sé que voy a hacer las cosas de la mejor manera. Por eso, creo importante decir que hay una Constitución que nos trata a todos por igual. Pero, en la práctica, no es cierto. Esa Constitución hay un grupo que la defiende y en los mismos renglones discrimina a un hombre del campo.

Perú hoy tiene un presidente provinciano. Y, más allá de quién es quién, vamos a luchar por hacer un Perú descentralizado. Se ha centralizado la economía, la riqueza, la educación… Todo se ha centralizado en Lima. La gente abandona su tierra, a su familia y se ha venido a Lima en busca de mejores oportunidades y no las ha encontrado. Y usted verá cuando llegue a Lima que los cerros están llenos, la gente vive bajo esteras, porque no le encontraron oportunidades, porque no se descentralizó la riqueza del país. Hoy es el momento de devolverle ese sueño al país, para que las personas no estén mendigando por una medicina o por una educación. Ese es el trabajo que tenemos que hacer, yo no me voy a doblegar porque estoy por el mandato del pueblo peruano.

Castillo: "Es el momento de devolverle sus sueños al país, para que no se mendigue por una medicina o una educación"

Llamo desde este espacio a los peruanos a la más amplia unidad. Porque solamente unidos vamos a emprender este trabajo y acá tienen a un Gobierno que va a disponer de los recursos que tenemos para darles mejor educación para nuestros hijos, mejores postas, mejores carreteras, impulsar la agricultura, revisar contratos de grandes empresas con el Estado en los casos en los que no repercutía en el país… No voy a pedir ese dinero para mí, sino para que se retribuya a la ciudadanía. Hay pueblos bastante abandonados, pueblos que claman por una escuelita, porque haya una posta, por tener seguridad, alimentación, oportunidades, una carretera… Que haya presencia del Estado en ellos.

A la gente de afuera le cuesta entender por qué hay tantos cambios de gabinete, que se debe a que está sometido al Congreso. ¿Desea usted que haya una estabilidad en su Gobierno? ¿Tiene esta preocupación muy presente?

En el Congreso hay un cierto sector que no mira por el país y sus respuestas son de carácter político. Cuando yo llamo a un provinciano para ser ministro, cuando llamo para que el ministro sea un maestro y no los que están en una puerta giratoria, cuando llamo para que el ministro de Agricultura sea un agricultor, no les gusta. Y siempre este gabinete, cuando se nombra, tiene que ir a pedir el voto de confianza al primer poder del Estado, que es el Congreso de la República.

¿Pero qué sucede cuando yo ya tengo el gabinete, estructuro mi plan de trabajo, voy a bajar a un pueblo? Resulta que no lo puedo hacer porque el ministro me avisa porque el Congreso le ha llamado para que tal día responda tal cosa. El Congreso nos tiene que poner la agenda aún teniendo una agencia del país grande.

Yo convoco, y desde acá me dirijo al Congreso peruano, para que volteemos la página y pensemos en el país, en los más necesitados. Por aquí, por mi cabeza, no ha pasado lo que dicen de que quiero cerrar el Congreso. Lo que quiero es cerrar las brechas de este país, las diferencias que tiene este país entre la clase política, quiero cerrar las diferencias que hay entre los más necesitados y las personas que también comprometen al Gobierno… Para que llegue el Estado a todos ellos totalmente fortalecido.

¿Le gusta el fútbol y de qué equipo es?

Claro que me gusta. Soy de la U y voy a seguir siéndolo.

¿Y de fuera del país? Yo soy del Barça.

Coincidencia.

¿Un político con el que le gustaría tomarse un cafecito?

Con mi maestro, Pepe Mujica.

¿Lo que menos le gusta hacer como presidente? La verdad y solo la verdad.

Estar aquí encerrado en el despacho. Quiero salir al pueblo.

¿Duerme menos ahora que antes?

Sí, tres horas.

Dígame una palabra por cada una que yo le diga: Lilia.

Mi compañera, la que está en las buenas y en las malas, mi estimada.

El papa Francisco.

Un hermano al cual le envío un enorme saludo.

¿Una palabra que le gustaría dejar escrita en La Pizarra?

Perú, para todos los peruanos.

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