madrid
Actualizado:Este viernes sale adelante la reforma energética del Gobierno. España, tras intensas negociaciones con Bruselas, ha conseguido dar sentido a su particularidad territorial y poner un tope al precio del gas, de tal forma que se pueda amortiguar la escalada de precios derivada, en buena medida, de la guerra en Ucrania. De entrada, este combustible tendrá un precio máximo de 50 euros el MW/h, aunque el límite arrancará en los primeros meses en los 40 euros el MW/h. La medida, negociada con la Comisión Europea junto a Portugal, responde a la excepcionalidad de la península ibérica dentro del mercando europeo, pues apenas tiene interconexiones con el resto de Europa y posee una elevada cuota de renovables. Es, sin embargo, un arreglo de carácter temporal que se extenderá en el tiempo un año, hasta el final del próximo invierno.
Esta victoria de España y Portugal sobre la Comisión Europea no oculta los problemas estructurales del mercado de la energía del viejo continente. El sistema ha quedado anticuado y la creciente penetración de las renovables lo hace cada día más evidente. La solar o eólica llegan a generar más del 50% del pool a costes ínfimos, pero sin condicionar los precios finales, dominados por las grandes plantas convencionales de ciclo combinado.
"Los mercados no están preparados a los bajos precios de las renovables"
"Los mercados no están preparados a los bajos precios de las renovables", expone Ismael Morales, experto de la Fundación Renovables, quien señala que Europa debe repensar su modelo de fijación de precios para que cada tecnología marque su propio precio y no sean las energías más caras las que fijen las tarifas generales. "Hay que hacer una auditoria de costes de todas las tecnologías y que cada una cobre en función de su precio y de un tramo de rentabilidad, de forma que los precios dejen de estar sujetos a los marginalismos de los las centrales de ciclo combinado", demanda.
"Necesitamos una reestructuración del sistema porque está pensado en otra época y para otras formas de producir energía", apunta valora Soledad Montero, analista y portavoz de la plataforma Por un Nuevo Modelo Energético. "El mercado está pensado, por un lado, para amortizar la construcción de las antiguas plantas y, por otro lado, para costear los precios de los combustibles", manifiesta, para hacer hincapié en la urgencia de replantear el modo en el que se fijan los precios para ajustarlos al escenario de transición energética y al desembarco paulatino de las tecnologías verdes.
La inestabilidad de los pecios de los combustibles fósiles, cada día más caros, choca directamente con la esencia de las renovables y aletarga, en cierto modo, su penetración radical en el sistema. Un pool encarecido incrementa las ganancias de la generación renovable y, por ende, las grandes empresas se acomodan a producir fotovoltaica a unos 3 euros en un mercado muy por encima de los 150 euros.
"Necesitamos una reestructuración del sistema porque está pensado en otra época y para otras formas de producir energía"
"Durante el último mes hemos visto que la potencia fotovoltaica actual, en momentos concretos, puede generar el 80% de la energía a 3 euros. Actualmente la inversión se rentabiliza porque los precios los marcan las centrales de ciclo combinado, pero a largo plazo esto no es viable", dice Morales. "Esto ahuyentaría la inversión", dice, en referencia a los planes de futuro de Europa de descarbonizar al cien por cien su sistema energético para mediados de siglo. "Los promotores de renovables tienen que ser coherentes porque ahora no quieren renovar el mercado porque les viene bien que el marginalista esté a 300 euros, pero ¿qué pasará cuando se incremente el peso de la solar y la eólica?".
Los expertos hablan de una reforma de la fijación de precios en la que las subastas se realicen por fuente de tecnología y, en el caso de las renovables, garantizar desde la óptica neoliberal que los inversores puedan aplicar unos "beneficios razonables", dice Montero, que vayan ligeramente más allá de la "amortización" y sin parecerse a los sobrebeneficios que las grandes compañías se vienen cobrando.
Los planes de Europa, a pesar de la escalada de precios del gas, no se encaminan a consolidar un modelo de mercado preparado para el dominio de las energías limpias. Los movimientos van en una dirección opuesta en la que las acciones se dirigen a cambiar unos actores por otros y allanar el camino para cambiar el gas ruso por el estadounidense, mucho más caro y producto del controvertido método del fracking (prohibido en algunos países europeos como España). Biden incrementará un 68% el GNL exportado al viejo continente y Europa prepara nuevas infraestructuras, como la reapertura de la planta de El Musel en España, la construcción de regasificadoras flotantes frente a las costas alemanas o la polémica construcción –todavía en debate– del gasoducto MidCat para conectar España con Francia.
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