Este artículo se publicó hace 2 años.
La realidad de Inditex: del glamur de las fiestas coruñesas de Marta Ortega a la precariedad de sus dependientas
Las trabajadoras de los comercios en A Coruña de todas las marcas de la compañía irán de nuevo a la huelga durante el Black Friday para exigir igualdad de condiciones salariales laborales con sus compañeros varones.
A Coruña-Actualizado a
En A Coruña hace estos días un frío que pela, pero no es sólo por eso que muchos coruñeses se sienten viviendo en una ciudad cool. Sucede que la presidenta de Inditex, Marta Ortega, ha organizado una exposición en el centro de la ciudad con imágenes del fotógrafo Steven Meisel, y la villa se ha permitido convivir varias jornadas reflejándose en los medios como centro de atracción del selecto mundillo de diseñadores, actores, artistas y modelos de renombre amigos de la hija del fundador de la compañía, Amancio Ortega.
Se trata de la segunda vez en que Ortega organiza un evento de mecenazgo cultural de este tipo en la ciudad donde nació Inditex, desde que hace unos meses asumiera la presidencia de la multinacional textil en sustitución de Pablo Isla. Hace un año, financió otra muestra del fotógrafo Peter Lindbergh, que levantó cierta polémica porque, pese a celebrarse en un espacio público, se cerró varias veces para acoger eventos privados exclusivos para los vips a los que había invitado.
Con todo, las fuerzas vivas de A Coruña están encantadas con la posición en la que los Ortega están situando a la localidad en el mapamundi del glamur y la moda. Aunque parte de sus vecinos no se explican las condiciones en las que mantienen a quienes trabajan para ellos y que son, además, la cara visible para el cliente de las marcas que sostienen la imagen comercial de la empresa.
Las alrededor de 1.300 dependientas de Zara, Zara Home, Massimo Dutti, Pull&Bear, Bershka, Stradivarius, Oysho y Lefties en la provincia de A Coruña llevan años denunciando la discriminación que padecen por ser mujeres. Han convocado varias huelgas y manifestaciones en los últimos años, la última hace quince días, y volverán a parar el próximo jueves 24 y el viernes 25 coincidiendo con el Black Friday. No se trata sólo de presionar a la empresa paralizando las tiendas en una importante jornada de ventas, aseguran, sino de aprovechar la afluencia de compradores ese día en la calle para explicar a la ciudad cuál es su situación.
"No es fácil que la opinión pública nos comprenda", explica Lucía Domínguez Rodríguez, dependienta de Stradivarius y delegada de personal por la Confederación Intersindical Galega (CIG), que cuenta con casi el 70% de la representación social de la plantilla de dependientas de Inditex en la provincia de A Coruña.
Son abrumadora mayoría de mujeres, con sueldos y condiciones laborales a enorme distancia de las que disfrutan los empleados varones de similar categoría en departamentos como los de logística, fábrica y almacenes. También, incluso, por debajo de las de los y las trabajadoras de las empresas que Inditex contrata para que desarrollen en sus tiendas y sedes tareas de limpieza y seguridad.
"Amancio Ortega se ganó una imagen de hombre solidario gracias a sus donaciones, y su hija, ahora, se la está labrando como mecenas cultural. Estamos acostumbradas a convivir con lo que Inditex representa a nivel social, pero lo cierto es con nosotras no se comportan como filántropos", resume la trabajadora.
Gracias a Inditex, Amancio Ortega es el hombre más rico de España, con una fortuna que Forbes estima entre los 57.000 y los 67.000 millones de euros según las oscilaciones del valor de sus participaciones en su grupo y en otras empresas. Su hija mayor, Sandra, es la segunda en el ránking de millonarios españoles que elabora la revista, con 5.900 millones de euros en bienes, acciones y depósitos que la convierten en la mujer más rica del Estado. Marta, con solo 75 millones, cobra un millón al año como presidenta de la compañía.
El sueldo base de una dependienta de Inditex son 1.080 euros mensuales, aunque la mayoría de las empleadas tienen contratos a tiempo parcial de entre 15 y 30 horas semanales, con lo que su nómina, en realidad, es mucho más reducida. El salario básico de de una empleada de tienda con un contrato de 20 horas, como el que tiene buena parte de la plantilla, es de 540,31 euros al mes.
"La primera discriminación es la precariedad, pues los contratos a jornada completa se reservan como premio" a las trabajadoras con categoría de encargada, dice Lucía Domínguez, que disfruta de uno de esos sueldos completos porque ejerció esa responsabilidad durante un tiempo en la tienda en la que trabaja. Lo que para la mayoría de ellas es una dádiva casi inaccesible, para el personal del resto de departamentos, donde la presencia masculina es mayoritaria, es lo habitual.
Las empleadas de Inditex cobran menos porque tienen contratos precarios y porque, en segundo lugar, éstos están mucho peor pagados, como reconocen sus compañeros varones. "Si dijera que cobramos el doble estaría mintiendo, porque en realidad es más del doble", asegura Roberto Pérez Vila, trabajador de los almacenes y responsable de comercio de la CIG en A Coruña.
Pérez explica que la tercera discriminación que sufren las trabajadoras tiene que ver precisamente con sus representantes, ya que, según describe, la empresa se niega a negociar y obstaculiza la participación de las delegadas de la CIG, que son aplastante mayoría en el comité de empresa.
El pasado 6 de noviembre fueron a la huelga y celebraron una multitudinaria manifestación reclamando la actualización de un plus de 50 euros que obtuvieron con otra serie de protestas en 2016, y que la empresa se negó a negociar pasada la emergencia sanitaria de 2020 -en 2017, las dependientas de Bershka de Pontevedra habían protagonizado la primera huelga de la historia de la compañía-.
La manifestación del pasado día 6 pretendía llegar hasta el domicilio de Amancio Ortega, una sobria y elegante mansión en en una calle semipeatonal al pie del casco antiguo de A Coruña y con vistas a la dársena de la ciudad. Aunque la Subdelegación del Gobierno no puso pegas al itinerario que las dependientas habían comunicado, la policía les dijo a última hora que no permitiría que se acercaran al portal de la casa de Ortega y que cargaría contra ellas si lo intentaban.
Tal vez eso pueda entenderse como la cuarta discriminación, por no poder ejercer su derecho a manifestarse en la vía pública frente al palacete de su empleador. Unida a la quinta, constituida por la censura a la que, en su opinión, sometieron la protesta los medios de comunicación públicos y buena parte de los privados.
En la Televisión de Galicia, la noticia ocupó un breve sin declaraciones ni entrevistas y de pocos segundos de duración en el puesto 17 de las 22 noticias emitidas en el informativo del 6 de noviembre. En varios periódicos de papel, apenas un pie de foto en página par. Pese a todo, la protesta debió resonar en la sede de Inditex en el vecino municipio de Arteixo. Unos días después, la empresa anunció anunció que había llegado a un acuerdo con CCOO y UGT para mejorar con una paga de 1.000 euros el próximo febrero las condiciones de las dependientas.
El acuerdo se negoció en Madrid, y ellas no entienden por qué se acepta a 600 kilómetros lo que ya habían rechazado en A Coruña porque entendían que no era suficiente para eliminar la brecha de género en la compañía. Ni por qué no se les dijo nada y se excluyó de la negociación al sindicato por el que optaron mayoritariamente, que es además el primero en afiliados y número de delegados en Galicia.
Aeso se suma otra discriminación, quizá la más importante, fundamentada, según Lucía Domínguez, en el endurecimiento de las condiciones de conciliación. Tras la crisis sanitaria, asegura, "la estrategia de la compañía es aceptar la reducción horaria para las madres, pero no la elección de horarios". "Para eso te exigen que documentes y pruebes que el otro progenitor no puede atender a los niños, lo que en la práctica supone otra discriminación más frente a nuestros compañeros varones, que no tienen que justificar con papeles su vida privada". Sin contar con que deja en el limbo los derechos de las madres sin pareja cabeza de familias monoparentales.
Algunas otras trabajadoras, con las que Público ha contactado y que han expresado su opinión pidiendo salvaguardar su anonimato, consideran todo lo anterior una falta de respeto, una demostración de la escasa sensibilidad de Inditex con el sector más desfavorecido de su plantilla y una ausencia de compromiso con la igualdad .
Incluso se manifiestan indignadas porque su empresa fíe al glamur de las visitas periódicas de unos cuantos famosos la imagen de los Ortega como familia benefactora de la ciudad, mientras a ellas se las margina y se les niega lo que consideran suyo.
Público intentó sin éxito contactar con algún responsable de Inditex para obtener una valoración sobre las demandas de sus empleadas en A Coruña, así como información sobre la brecha salarial en la compañía. Al cierre de este artículo, la empresa no había contestado.
El jueves y el viernes las dependientas volverán a unirse, a escribir lemas ingeniosos sobre pancartas de cartón y a perder dos días de sus sueldos para explicar a los clientes de Inditex, y a quienes celebran la actividad cultural que impulsa Marta Ortega en la ciudad, que hay otra forma más justa y socialmente responsable de ser cool.
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