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Actualizado:La invasión rusa de Ucrania ha bloqueado el cuadro de mando del ciclo de negocios post-Covid. Después de un despegue con varios retrasos, frutos de las sucesivas oleadas de contagio, pero de una fulgurante toma de altura, en las que ejercieron de catapultas los estímulos monetarios y fiscales que, casi al unísono, regaron de financiación los mercados y de ayudas a las familias y empresas, el ejercicio llamado a consolidar la navegación de la economía mundial sobre vientos alisios se ha ensombrecido definitivamente. El FMI, en sus tres informes semestrales, el WEO y los de Estabilidad Financiera y su Monitor Fiscal ofrecen pormenores reveladores de los negros presagios que han irrumpido en la coyuntura internacional tras el tsunami geopolítico de primer orden que supone la primera conflagración bélica en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
El Fondo no comulga con el término estanflación (estacamiento económico con fuerte inflación y creación del desempleo), atribuido a Iain Macleod, el Chancellor of the Exchequer británico, que lo utilizó en un tenso debate parlamentario en 1965 y se popularizó ya en la década de los setenta para definir la gran crisis petrolífera de la OPEP. Sin embargo, todos sus análisis confluyen en un boceto de aterrizaje forzoso de las economías industrializadas, que van a precipitar sus bancos centrales para tratar de contener a marchas forzadas unos índices de inflación nunca vistos precisamente desde la afrenta de los países productores de crudo a las potencias occidentales, en 1973.
Y que, hasta ahora, las principales autoridades monetarias las habían calificado de presiones eventuales, transitorias o circunstanciales, en una interpretación que inducía a pensar en su inclinación a retardar el final de los tipos de interés próximos a cero hasta asentar el dinamismo de sus economías. Pero que, en las últimas semanas, tras la subida de la Reserva Federal de marzo, de un cuarto de punto, la primera de entre seis y ocho que dicta el mercado para 2022, y la de finales del pasado año del Banco de Inglaterra, ha dado pábulo a un horizonte de riesgo inflacionista más agudo que el que presagiaban los organismos emisores.
Pero ¿dónde descubre el Fondo las debilidades de la economía global?; sus raíces, ¿surgen con anterioridad a la invasión de Ucrania? Y, sobre todo, ¿se cuenta con herramientas para suturar las réplicas de la deflagración geopolítica provocada por el Kremlin? Una tormenta de ideas del FMI ayuda a vislumbrar la climatología económica futura.
El peso de la deuda
El ajuste de la deuda debe focalizarse en el sector privado. Después de la aportación pública a la salida de la Gran Pandemia. En especial, en los instantes más duros de la recesión, en el ecuador de 2020, cuando las políticas fiscales y monetarias mantuvieron el acceso al crédito y evitaron unos números rojos aún más históricos de los registrados en la que ya ha pasado a los anales como el mayor colapso en tiempos de paz, recuerda el WEO.
Sin embargo, el Fondo, que emitió entonces el consejo de gastar a discreción, pero sin olvidarse de las facturas, sigue sin recomendar ajustes presupuestarios rigurosos, aunque alerta del riesgo añadido que supone la losa del endeudamiento. Sobre todo, de los compromisos privados; tanto de empresas no financieras, como de bancos -comerciales y de inversión- y de hogares. Los datos no dejan margen a las dudas.
En 2021, había vencimientos pendientes de deudas globales, entre los que se incluyen también la soberana, de los estados, de 296 billones de dólares, tras elevarse en otros 19,5 billones anuales -el tamaño de la economía de EEUU-, respecto al primer año de pandemia. Es hora de que el reloj de la deuda ralentice su inexorable huida hacia adelante.
Pese a que la crisis de Ucrania requerirá de nuevas ayudas fiscales que añadir a los 10,4 billones de dólares que, según el FMI, se desplegaron entre 2020 y 2021, de los que 5 se inyectaron desde la Casa Blanca. Sin olvidarse de los arsenales monetarios, por valor de otros 9 billones; sólo entre la Reserva Federal, el BCE y el Banco de Japón.
Estos tres bancos centrales adquirieron al término de 2021, más de 14 billones de dólares de deuda y activos soberanos y corporativos. Es hora de que el sector privado acuda al rescate y empiece a arrojar un lastre de sus mochilas corporativas que resulta ya insostenible, explica el Fondo en su informe de Estabilidad Financiera.
En 2020, el año duro de la Covid-19, la deuda privada subió en un 13% del PIB, casi la dimensión de la economía china. Más que en crisis precedentes. Frente a una deuda soberana que acaba engrosando los dispendios del sector privado y de los hogares y que aumentará en otro 9,5% en 2022, hasta los 71,6 billones de dólares. La financiera -de bancos- ha superado a la de hogares. El escaso margen fiscal de los estados hará complicada la reactivación económica con apoyos a la demanda interna si empresas, bancos y hogares no sueltan lastre de deuda.
Guerra en Ucrania
La correlación de efectos de la guerra de Ucrania. El conflicto armado ha colapsado la oferta y distorsionado las cadenas de valor y los canales logísticos y comerciales. Como una especie de “cascada global”. Con impacto industrial y manufacturero y nuevos bríos inflacionistas entre los socios europeos por el alza de las materias primas y por las consecuencias que la pandemia aún genera como desequilibrios de suministro entre oferta y demanda.
En potencias anglosajonas y en economías latinoamericanas y asiáticas el encarecimiento del dinero ya es una realidad por la presión adicional de los precios de la energía, los metales y los alimentos. La espiral de los IPC seguirá con alta intensidad, más allá de lo previsto, con lo que se aleja de la transitoriedad que se anticipaba antes de la guerra. Tanto entre las potencias industrializadas como en mercados emergentes. Al menos, a lo largo de 2023, cuando el shock de suministro vuelva a fluir por todos los sectores productivos, apunta el WEO.
Situación de las finanzas públicas
El déficit todavía puede esperar. La consolidación presupuestaria es un objetivo, pero no el prioritario. Victor Gaspar, director del Área Fiscal del FMI, precisa que la economía "está sujeta a una elevada incertidumbre por las consecuencias de la guerra y las secuelas desconocidas" de las sanciones a Rusia.
Los desequilibrios presupuestarios van corrigiendose, aunque aún avanzan por encima de sus niveles pre-pandémicos lo que llevará la deuda de las naciones de rentas altas al 114% de su PIB en 2024. También entre los emergentes, con China alcanzando el 72% de su PIB, y en los países en desarrollo, que registrarán un 48%. Pero persisten los riesgos latentes. En especial, inflacionistas y geopolíticos, aunque también de falta de dinamismo económico.
Otro mensaje cifrado de estanflación. Si el crecimiento resulta decepcionante, la incertidumbre será de mayor dimensión. Motivo por el que se precisará de una política fiscal "ágil" que responda a nuevas disrupciones económicas -como la escalada del recibo de la luz o la más actual de los carburantes- para evitar "exacerbar" la confianza de consumidores y empresas. En un contexto de subida de tipos, la herramienta fiscal sigue siendo una palanca hacia la normalización.
Revisar la fiscalidad
Cambio de los mapas impositivos. Una sugerencia que se está convirtiendo en un clásico del Fiscal Monitor del FMI. Más que rebajar la presión tributaria -que descarta expresamente- sería conveniente "movilizar los ingresos impositivos, reforzar las reglas fiscales y mitigar el cambio climático" con nuevos tributos -y correcciones de gravámenes, al alza o a la baja, en función de su adecuación o no a la neutralidad energética-, a través de "acciones concertadas con metas comunes entre la comunidad internacional".
En tres líneas de actuación preferencial: fiscalidad de Sociedades, rentas personales y gravámenes al carbón que, por supuesto, debe dejar de ser subvencionado. Hasta ahora, la coordinación -dice el FMI- "ha sido insatisfactoria e insuficiente". Incluso a pesar del acuerdo para gravar en un 15% los beneficios empresariales que "se espera eleve los ingresos por Sociedades en un 5,7%" sólo con la imposición del tipo impositivo global, pero que "potencialmente" podría añadir otro 8,1% si se redujera la competencia fiscal.
Dotarse de un nuevo cónclave fiscal, para el que se aconseja respaldo institucional en cada país, supondrá nuevos "estabilizadores automáticos" en manos de las autoridades económicas para atender el orden de prioridades que determine el convulso ciclo de negocios post-Covid. Aunque también y, sobre todo, para reflejar la realidad del combate del cambio climático, las presiones de gasto por el envejecimiento demográfico y la promoción de una economía más sostenible e inclusiva.
Gravar los beneficios empresariales
Los beneficios caídos del cielo, susceptibles de más presión fiscal. El FMI entra también en otro de los asuntos espinosos de la fiscalidad: aumentar "temporalmente" -eso sí- la imposición, a través de Sociedades, de los "beneficios extraordinarios generados por la pandemia". Una vía -especifica- para iniciar el tránsito hacia el equilibrio presupuestario, entre las que no cita ni a eléctricas ni a bancos. En cambio, señala a firmas de "semiconductores, tecnológicas, servicios de salud y equipamiento médico-sanitario, farmacéuticas y biotecnológicas". Todas ellas las más beneficiadas por la Covid-19. Pese a que las energéticas han recogido el testigo desde otoño con la escalada del gas, primero, y del petróleo y del resto de las materias primas, después. El Fondo defiende la tasa Google a las bigtechs.
Vulnerabilidad de los mercados
Tobias Adrian, director del poderoso Departamento de Estabilidad Financiera del FMI, cree que la resistencia de la arquitectura financiera internacional "podría ponerse a prueba", a pesar de la robustez adquirida tras la crisis de 2008. Un repentino aumento de los riesgos asociados a la guerra de Ucrania o presiones en la pinza de inflación con bajo crecimiento -otro guiño oculto a la estanflación- podría dar lugar a nuevas vulnerabilidades en los mercados y a un "drástico descenso de los activos".
Las de firmas intermediarias bancarias y no financieras, sometidas a disrupciones de las materias primas, hasta fondos de inversión que diversifican y cambias sus estrategias de cartera, a las restricciones crediticias de un dinero más caro, bancarrotas o ciberataques. Entre otras amenazas vinculadas directa o indirectamente con la tensión geopolítica. "Los peligros sobre la estabilidad financiera -admite Adrian- han mostrado sus tentáculos en varios frentes", aunque "no exista aún ningún episodio sistémico".
Petróleo más caro
El oro negro no ayudará a expandir la prosperidad del ciclo de negocios. El FMI calcula un barril de crudo un 54,7% más caro este año, después de aumentar su cotización en un 67,3% en 2021. Mientras que, para las materias primas no energéticas, habla de un alza del 11,4% tras el 26,8% de incremento que registraron el pasado año.
La esperanza pasa por las reservas estratégicas y el riego adicional de crudo a medio plazo y por modernizar y readecuar los gaseoductos, para su adecuada canalización, que ayudaría a equilibrar la oferta y la demanda y a reducir disrupciones logísticas y productivas.
El rápido encarecimiento de las materias primas sólo guarda parangón con la década de los setenta donde aparecieron elevadas tensiones de sus precios en un clima de ralentización.
La estanflación -recuerda soterradamente el Fondo, sin mencionarla- irrumpió en esta época como nunca en la historia económica reciente. Aunque el escenario difiere -dicen desde el FMI- por la capacidad de resistencia de las empresas y la economía global, así como por la independencia adquirida por los bancos centrales, para alejar el fantasma del estancamiento económico con alta inflación. La parte de la ecuación -los precios- que peor resistirán los socios europeos con mayores lazos comerciales con Rusia y Ucrania.
Menos comercio mundial
El comercio tampoco emitirá señales de vigor. Crecerá un 5%, menos de la mitad del 10,1% del ejercicio pasado, un tercio del cual todavía vivió confinamientos sociales notables por la Covid-19. Para 2023, el Fondo prevé otro aterrizaje, más suave, hasta el 4,4%. Es decir, sin visos de que vaya a tirar de la actividad global. Entre otras razones por el contagio de su canalización, ya que las cadenas de valor siguen desperezándose, con cuellos de botella comerciales y comienzan a vislumbrarse incidencias de pago y bancarrotas entre empresas del sector exterior.
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