Este artículo se publicó hace 6 años.
Juan Miguel Villar MirAscensión y caída del empresario preferido del rey emérito
La salida de Juan Miguel Villar Mir del consejo del Banco Santander culmina su etapa más turbulenta, en la que ha sido acusado de corrupción, después de haber saboreado las mieles del éxito.
Vicente Clavero
Madrid--Actualizado a
Juan Miguel Villar Mir (Madrid, 1931) debe de ser como esas madres antiguas que con el más modesto retal y mucha maña eran capaces de hacerte un traje. Adquirió su primera empresa en 1987 a precio de derribo y fue sumando otras durante años con tenacidad de hormiga hasta montarse un auténtico imperio. Hoy, ese imperio vive horas bajas y él arrastra un creciente descrédito social, después de haberse visto involucrado en situaciones bastantes turbias.
Dicen sus hagiógrafos que Villar Mir se convirtió en uno de los hombres más ricos de España a base sobre todo de disciplina, virtud castrense que le inculcó su padre, un oficial de Estado Mayor que luchó en la Guerra Civil al lado de Franco. Pero seguramente algo tuvo que ver en ello también la red de relaciones que empezó a tejer desde muy joven, cuando ingresó en el elitista colegio de El Pilar, donde se adiestraron tantos cachorros del régimen.
Aunque siendo muy joven coqueteó con la idea de ordenarse sacerdote, Villar Mir optó a la postre por una de las carreras de moda en aquella España donde cualquier vereda se convertía más temprano que tarde en carretera y cualquier charco en pantano. Se hizo ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, y con el título bajo el brazo llamó a las puertas de la constructora Dragados, donde le dieron su primer trabajo. Pero andar todo el día de obra en obra, manchándose de polvo los zapatos, debía de aburrirle a morir y pronto decidió cambiar de aires.
Entró en la Administración, donde las posibilidades de medrar eran muy tentadoras y no tardó en ocupar primero cargos técnicos y luego políticos (director general de Empleo, presidente del Fondo Nacional del Fondo Nacional de Protección del Trabajo y de Altos Hornos de Vizcaya), sin que le procurara la menor incomodidad esa colaboración con la dictadura. Todo lo contrario: cuando en 1975 fue llamado por Carlos Arias Navarro para ser ministro de Hacienda y vicepresidente en el primer Gobierno de la monarquía, Villar Mir manifestó que se sentía muy honrado de haber trabajado para Franco.
De aquella época data su relación el rey Juan Carlos, con quien le une una estrecha amistad y al que debió de prestar importantes servicios, porque en 2011 le agració con el título de marqués. Para entonces Villar Mir era ya un empresario de éxito, dueño y señor del grupo OHL, presente en el Ibex 35 y con intereses en más de treinta países. Había llegado hasta ahí en apenas veinticinco años, los transcurridos desde que en 1987 hizo su primera adquisición por el simbólico precio de una peseta: Obrascón, perteneciente a los Altos Hornos que él había presidido unos años antes.
A partir de esa ventajosa compra levantó su imperio, siempre con el apoyo casi incondicional de un buen amigo suyo, el ya desaparecido Emilio Botín Sanz de Sautuola, presidente del poderoso Banco de Santander durante poco menos de tres décadas. Villar Mir extendió su actividad más allá de la construcción sobre la que se cimentó el grupo, llegando a operar en sectores tan dispares como el electrometalúrgico (FerroAtlántica), el químico Fertiberia), el inmobiliario (Espacio) y hasta la ropa de bebé (Mothercare).
Junto al éxito empresarial le llegaron también los reconocimientos. Además del marquesado, recibió la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica y la Gran Cruz de la Orden del Dos de Mayo que concede la Comunidad d Madrid. Fue nombrado miembro de número de la Academia de Ciencias Morales y Políticas y máximo responsable de la Fundación COTEC. Sólo dos caprichos se le resistieron: la Presidencia del Real Madrid y la explotación de la Plaza de Toros de las Ventas. Ambos se los arrebató el abogado Ramón Calderón, tan merengón y taurino como él, al que no ha vuelto a dirigir la palabra, que se sepa.
Como símbolo de su encumbramiento, Villar Mir se mandó instalar un impresionante despacho en la última plaza de Torre Espacio, uno de los cuatro rascacielos situados al norte del paseo de la Castellana. En la 33 habilitó una capilla, la más alta de Madrid, para no dejar por mentirosos a quienes aseguran que su lema es “Dios, familia y trabajo”. Pasaba más de doce horas diarias en aquel despacho, antes de buscar refugio en su casoplón de Puerta de Hierro o en su mansión de Sotogrande o en cualquiera otra de sus propiedades.
Todo iba viento en popa hasta que en 2013 el nombre de Villar Mir apareció en los papeles de Bárcenas como uno de los empresarios que habrían financiado ilegalmente al PP, aunque al final todo quedó en agua de borrajas. Pero las concesiones públicas, uno de los grandes focos de negocio de OHL, habrían de jugarle todavía alguna mala pasada. En 2015 vieron la luz unas escandalosas grabaciones en las que directivos del grupo en México sugerían sobornos a funcionarios locales y Villar Mir reaccionó desmantelado la actividad de OHL en aquel país.
Más recientemente, en 2017, fue imputado en el caso Lezo, sobre supuesta corrupción en el Canal de Isabel II, y su yerno, Javier López Madrid, consejero de OHL, íntimo amigo del rey Felipe y “compi yogui” de Letizia Ortiz, fue detenido bajo la acusación de haber untado al entorno del expresidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González y del exconsejero Francisco Granados.
Acosado por las polémicas y ya octogenario, Villar Mir decidió ceder la Presidencia del Grupo a su hijo Juan en 2016, después de haber barajado la posibilidad de que le sucediera el exministro Josep Piqué, al que llegó a tener tres años en nómina en calidad de consejero delegado. También dejó ese mismo año uno de sus sillones más apreciados: el de patrono de la Fundación Princesa de Asturias.
Mientras tanto, el empresario ha ido desinvirtiendo a fin de soltar lastre, hasta quedar muy lejos de lo que un día fueron. Su grupo ya no está en el Ibex 35, ni es propietaria de la emblemática Torre Espacio. Sólo en la primera mitad de 2018, pese a estar inmerso en un severo plan de ajuste, OHL perdió 843 millones de euros.
Los inversores han encajado mal las últimas cuentas de la constructora, que se ha desplomado un 23,676% este jueves en Bolsa. En lo que va de año, acumula una devaluación del 48%, y sus acciones marcan un mínimo histórico por debajo de la cota de los 2 euros; concretamente, 1,9600 euros por título.
Villar Mir, además, ha dejado de ser consejero del Banco Santander, según se ha sabido esta misma semana. Está cada vez más cerca, por tanto, de poder dedicar todo su tiempo al golf y a navegar, sus dos pasiones después de Dios, la familia y el trabajo.
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