Este artículo se publicó hace 12 años.
La selección perfecta
España, hexacampeona de Europa tras sumar el cuarto título continental consecutivo. Lozano empata a 39 segundos del final, fuerza la prórroga y anota el 1-2 . Las paradas de Luis Amado, providenciales
Un número perfecto es igual a la suma de sus divisores, sin incluirse él mismo. Son especímenes matemáticos escasos y, de hecho, el primero y más característico de ellos es el seis. Y seis son los títulos de campeona de Europa que desde ayer suma la selección española de fútbol sala, un equipo nunca suficientemente valorado. Por su colosal cosecha de éxitos y por el ejemplo deportivo máximo que transmite al mundo. En tiempos turbulentos como los vividos en la última semana, La Roja del parqué acudió, como siempre, al rescate de su país y sudó sangre para doblegar a Rusia en la prórroga.
El secreto de España es el grupo. Un colectivo cuyo origen se remonta a mediados de los noventa, cuando el fútbol sala eclosiona. El mérito es haber sabido realizar las oportunas renovaciones de jugadores, manteniendo siempre el poso de un puñado de veteranos que transmiten un legado tan sencillo como inusual: humildad, trabajo y fe.
Sólo así puede llegar un gol providencial a falta de 39 segundos, un suspiro. El empate que valió la prórroga no fue casual. Acciones así, al límite del segundero y de la vida, son fruto de una serena fiabilidad al alcance de muy pocos. El tanto de Sergio Lozano nace de una forma especial de vivir el deporte de élite, escenificada en un tiempo muerto a cinco minutos escasos del final -con 1-0 en contra- donde tanto el seleccionador como uno de los veteranos, Kike, impartieron un curso acelerado de calma en plena tempestad. Su discurso, templado y didáctico, provoca escalofríos de incredulidad en un mundo acostumbrado al ruido, las prisas y las malas artes.
El triunfo de La Roja es el éxito de Venancio López, un seleccionador que representa con orgullo el trabajo callado, concienzudo y profesional de una pléyade de entrenadores españoles que dan lecciones al fútbol sala universal. El último éxito de La Roja suena, por repetido, fácil, pero sólo Venancio sabe lo que suponen tres bajas por lesión de otros tres hombres claves: Fernandao, Pola y Álvaro. El técnico tiró de la inacabable cantera nacional y llamó a Miguelín y Aicardo.
Y, en vez de llorar, antes de partir hacia Croacia hizo una declaración de intenciones sin dobleces: "Nos vemos en la obligación de llegar a la final y ganarla. Para nosotros no es un elemento de presión ser favoritos, sino que nos gusta llevar encima esa responsabilidad".
Ayer, sus chicos le devolvieron esa confianza. España está en la cumbre hace años, pero el resto de países han ido escalando y asoman la cabeza con intención. Rusia, uno de los aventajados, planteó una final sin complejos y a punto estuvo de tumbar a la favorita. Lo impidieron los goles providenciales de Lozano -máximo artillero en la Liga que, curiosamente, se estrenó ayer en el Europeo- y las paradas de Luis Amado. El portero, 35 años y 140 veces internacional, es otro estandarte imprescindible. Frenó la desesperada acometida rusa tras el 1-2 e incluso cerró el torneo con un gol desde su área aprovechando el ataque suicida del rival.
Dicen que un número perfecto como el seis es aquel que es amigo de sí mismo. La selección de fútbol sala es, desde luego, un canto permanente a la amistad solidaria entre futbolistas de enorme calidad que se juntan de cuando en cuando para regresar a España con un título europeo o mundial. Lo hacen, además, sin sacar pecho ni pedir nada a cambio. Con la íntima satisfacción de saberse un equipo perfecto.
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