Este artículo se publicó hace 17 años.
Kun ilumina la fealdad
Agüero y Maxi condujeron al Atlético hacia la victoria. Los rojiblancos ya están en puesto de Liga de Campeones.
Malvivía el Calderón sumido en la incertidumbre cuando se juntaron los argentinos. Los más pesimistas barruntaban una nueva tragedia en el instante final cuando Reyes abrió un espacio de luz que iluminó al Kun Agüero. El pequeño atacante atacó el balón, enroscó un pase por encima del gigante Boulahrouz, y detrás surgió su compatriota Maxi para empalar en posición acrobática hacia la escuadra derecha de Palop.
Definitivamente, el Atlético tiene hambre de éxitos. Se había acostumbrado a sufrir con resignación la frugalidad de resultados con la que convive desde hace más de una década. Ahora, por fin, el gusanillo ha despertado la ambición rojiblanca. Sólo así se explica la fe con la que acudió Maxi a rebañarle un balón imposible a Alves sobre la raya de fondo. No puede haber otra razón que explique la presencia de Forlán acompañando al argentino en su maniobra de acoso, la insistencia del propio Maxi en seguir la jugada y la aparición letal de Maniche para rematar la faena.
Hambre colectiva en estado puro. Un estado de necesidad contagiosa que ha transformado a un equipo dubitativo en un grupo fiable y vigoroso. La permanente sensación de fragilidad se ha tornado sensación de orden y agresividad en todas las líneas. Frente al Sevilla, famoso por su fortaleza, no se arrugó en ningún momento.
En un duelo colosal, Luis Fabiano se inventó la falta que precedió al empate y, apenas tres minutos después, la pequeña gran figura de Agüero creció sobre la hierba para cabecear el 2-1 tras un zurdazo de Luis García previo a un pase exquisito de Forlán.
Lesión de Forlán
El uruguayo merece capítulo aparte. Realiza una labor es impecable e impagable. De reconocida pegada, el rubio delantero conoce todos los secretos de las áreas y aledaños. Y en esa zona se maneja como pocos. Juega y hace jugar.
De hecho, el Atlético tardó más de media hora en sobreponerse al prematuro adiós de Forlán por lesión. Se le apagaron todas las luces, menos la del pundonor. Ni siquiera la desgraciada acción de Zé Castro en el 2-2 descompuso al equipo.
El Sevilla apretó. Situó el partido en el escenario de tarascadas y marrullería que tan buen resultado le dio otras veces a orilla del Manzanares. Ayer, no. Perea y sobre todo Pernía cayeron en la trampa y se libraron de sendas expulsiones, pero el resto aguantó el tipo.
Ninguno rehuyó la dura y fea propuesta realizada por los pupilos de Jiménez. Sobraba casta, pero faltaba fútbol. Hasta que la columna vertebral se reencontró con el balón. De una tacada aparecieron Maniche, Raúl García, Reyes, Agüero y Maxi.
El 3-2 no cerró el partido. Aún hubo tiempo para un par de sobresaltos más. El primero, protagonizado por Jurado, que firmó un cuarto golazo local desde el borde del área. El segundo, diseñado en una enorme jugada de Luis Fabiano, único argumento ofensivo de peso del Sevilla ante la ausencia de Kanouté.
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