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Shorts cortísimos, tops que cubren lo mínimo, mallas ultra ajustadas para piernas largas y esbeltas. Ropa para hacer deporte en los escaparates que parece pensada para mujeres-maniquí a las que en lugar de correr les vendría mejor comerse un buen plato de lentejas. La moda del running se vende sexualizada, low cost y construida a la medida de los mitos heterosexuales.
“La imagen de la mujer deportista es hoy un estereotipo del deseo sexual masculino” lanza Luis de la Cruz en las últimas páginas de su ensayo, Contra el running: corriendo hasta morir en la ciudad postindustrial. Esa estampa de florero sexy se ve alimentada tanto por los uniformes menguantes de las deportistas profesionales como por las azafatas de las competiciones deportivas masculinas. También hay un disfraz de pin up postmoderna para todas aquellas que no entren en ambas categorías y que simplemente quieran hacer ejercicio físico.
De la Cruz recuerda en el libro que esto no es nuevo: “Al principio del siglo XIX la mujer ya aparecía sistemáticamente en las revistas eróticas acompañada de elementos que se asociaban a la modernidad, como la bicicleta o la máquina de escribir”. Después vendría la figura de la mecanógrafa y la telefonista, o las milicianas guapas utilizadas como elementos propagandísticos; las voluntarias de la Cruz Roja, las turistas en bikini durante el franquismo, hasta llegar -según enumera el escritor- “a la mujer deportista, que encuentra hoy en la runner un buen objeto de deseo sexual”.
Conflictos en la calle, la casa y el cuerpo
Desde algunos lugares se vuelve a abrir el debate sobre si las calles -entendidas incluso como escenarios para el running- son seguras para las mujeres. Una pregunta que, formulada unos años atrás se hubiera acortado a la cuestión de si las calles son lugares para las mujeres.
La casa, la calle y el cuerpo han sido espacios de conflicto para la mitad de la población, explica Margarita Almela en el libro Mujeres a la conquista de espacios. De la Cruz por su parte recuerda en su último capítulo, al que ha titulado Correr en la ciudad masculina, un sonado episodio de acoso relatado por su protagonista, Karen Cordano, en un artículo en el Huffington Post . Un día del verano de 2014, ella salió a correr; se le ocurrió sonreír, por cortesía, a un ciclista. Unos kilómetros más tarde, el ciclista se había convertido en corredor y la siguió hasta que consiguió deshacerse de él a base de cambios bruscos de dirección y malas miradas.
"La radiografía cotidiana de la dominación patriarcal, como la de clase, dibuja nuestras ciudades"
“La radiografía cotidiana de la dominación patriarcal, como la de clase, dibuja nuestras ciudades”, escribe De la Cruz. Con la diferencia de que la segregación por género no las relega a la periferia sino que es transversal: el acoso existe en Lugo y en Los Ángeles, en Villaverde y Malasaña.
El momento en el que los obreros españoles, después de 44 días de huelga en la Barcelona de 1919, consiguen el mítico 8-8-8 (ocho horas de trabajo, ocho de sueño y las otras ocho, para vivir) coincide en tiempo y en el espacio de las grandes urbes con el advenimiento y la popularización de los enormes centros comerciales.
"Correr no es la semilla del mal pero es un reflejo de esta sociedad hiperindividualizada que nos empuja a no hacer cosas juntos"
El tiempo fuera de la fábrica que les es devuelto adquiere un cariz comercial que ya imaginó el propio Henry Ford cuando se le metió entre ceja y ceja la idea de vender el Ford T a sus propios trabajadores a cambio de reducir la jornada laboral a 40 horas semanales, cinco días a la semana, y a pagarles algo más por su trabajo. Oficina (la nueva fábrica), correr, consumir. Esa podría ser la santa trinidad de la modernidad.
Así lo refleja el ensayo de De la Cruz, publicado por la editorial Piedra Papel. “Correr no es la semilla del mal pero es un reflejo de esta sociedad hiperindividualizada que nos empuja a no hacer cosas juntos”. El sociólogo César Rendueles llama sociofobia a esa repulsa moderna a lo colectivo que tiende a prestigiar al individuo.
De la Cruz también aplica cierta lectura de clase al deporte de moda que no solo se queda en deporte sino también se convierte en una industria que factura más de 300 millones de euros al año solo en el Estado.
Ya lo practican dos millones y medio de personas que han multiplicado por 2 la venta de zapatillas y se han convertido en un público potencial para el que se abre un amplio abanico de productos y servicios. Desde viajes para runners (dorsal y hotel a módico precio), running tour por ciudades para runners (‘Donostia es una ciudad hecha para correr’ dice su web de turismo hasta poner un swoosh -el símbolo de Nike- en todas partes. Incluso en los pies de Marty McFly en Regreso al futuro.
La carrera del Emprendedor y el neoliberalismo
De hecho, la relación entre la moda de este deporte apto para urbanitas y workalcoholics con la famosa marca del boomerang es bien estrecha: uno de los creadores de la firma Nike es Bill Bowerman, un entrenador de atletas que desarrolló la técnica del trote como forma de tonificación. Bowerman escribió también un best-seller en el que se dedica a expandir la práctica el jogging para todas las edades entre aficionados -o no tanto- al deporte.
"Las élites neoliberales se han apropiado del running para reforzar la hegemonía de sus discurso"
“Las élites neoliberales se han apropiado del running para reforzar la hegemonía de sus discurso; se asocia con el emprendedor, con el marketing, los libros de autoayuda y el espíritu de superación ligado al pensamiento neoliberal”. La mismísma Esperanza Aguirre hizo campaña entre los runners, un ejemplo que usa De la Cruz para decir que los corredores no buscan reapropiarse del espacio público, algo que sí se hace con el biking: “La bici siempre es insumisa en estas ciudades coche-céntricas de hoy”.
“Socialistas y comunistas adoptaron el deporte como herramienta de encuadramiento político”, recuerda De la Cruz. Las marcas enseguida vieron también un filón en el patrocinio de grandes eventos deportivos, desde Coca-cola hasta la propia Nike. Iberdrola y Bankia empezaron a sacar a runners en sus anuncios en televisión mientras que Endesa y Deloitte patrocinan la Carrera del Emprendedor.
Maratones manifestódromos
Cinco mil corredores participaron en los primeros 2000 en la famosa San Silvestre madrileña. En las últimas ediciones, los participantes superaron los 40.000. “Las maratones populares son la imagen del manifestódromo, una protesta controlada en la que se corta la calle previo aviso en un lugar concreto a una hora prefijada y a la que vamos todos uniformados para curar nuestra conciencia”. Ya sea en defensa de la mujer o de los refugiados.
"Los Juegos Olímpicos se han insertado en las últimas décadas en la lógica del bazar de ciudades globales en competencia"
Luis de la Cruz no se olvida de la madre del cordero de los deportes. “Los Juegos Olímpicos se han insertado en las últimas décadas en la lógica del bazar de ciudades globales en competencia y sirven como instrumento de acaparamiento de rentas para ciertos grupos (...)”. Y no solo: según el informe del Centro de Derechos de Vivienda y Desalojos (COHRE), entre 1998 y 2008 hubo al menos cuatro millones de personas desalojadas de sus hogares por la celebración de este gran evento deportivo.
Los últimos, celebrados en Río de Janeiro, sacaron de sus casas al menos a 77.000 personas según el Comité Popular de la Copa y las Olimpiadas. Amnistía Internacional denunció un aumento de la violencia policial en los meses previos al macro evento deportivo, según contaba Agnese Marra en Público: “En mayo la policía militar mató en la ciudad a un 135% más de jóvenes que en el mismo mes de 2015”.
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