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Di Matteo, el Maquiavelo del fútbol moderno

El entrenador, que aspira a vengar al Schalke 04 esta noche (20.45 horas) de la humillación que el Madrid le propinó el año pasado en Liga de Campeones, construye murallas por encima de equipos de fútbol.

Di Matteo durante un partido de la Bundesliga entre el Schalke y el Borussia Moenchengladbach. /REUTERS

ALFREDO VARONA

MADRID.- Es algo que no se lleva. Una clase de entrenador antiguo, que genera antipatías, más que por su forma de ser, por su estilo ultradefensivo. Algo extraño en un hombre todavía joven que, además, fue un extraordinario interior zurdo. Pero no hay quien haga cambiar a Roberto Di Matteo (Suiza, 1970), el entrenador del Schalke 04 que esta noche se enfrenta al Madrid en Gelsenkirchen (20.45 horas). En realidad, más que a un equipo de fútbol, el Madrid se enfrentará a una muralla en el que sobra casi toda palabra que no sea "ganar".

A diferencia de Luis Aragonés, que repetía esa palabra hasta quedarse afónico, Di Matteo la dice una sola vez, incapaz de traicionar a ese hombre extraño y silencioso que define su fotografía pública. Entre sus aspiraciones no figura la de hacerse inmortal ni la de formar parte del club de entrenadores 'top', sino la de ganar. Siempre ganar. Y en ese sentido puede presumir de ser el único entrenador del mundo capaz de hacer campeón de Europa al Chelsea. Un título que no lograron ni Hiddink ni Ancelotti ni siquiera Mourinho, entrenadores infinitamente más reputados que él que pasaron por Stamford Bridge.

Di Matteo, en realidad, es un técnico que acepta sus contradicciones

Di Matteo, en realidad, es un técnico que acepta sus contradicciones. Él es el último en ayudar a resolverlas, pero eso también forma parte de un hombre, señalado como entrenador de perfil bajo y que, sin embargo, no protesta por ello. Al contrario. Él se enorgullece de que se diga que nadie sufre como los equipos de Di Matteo. La prueba más reciente estuvo en el Allianz Arena, donde el Schalke 04, colgado del larguero, sacó un empate al Bayern Münich en la Bundesliga. Una fotocopia inigualable de aquel Chelsea de Di Matteo que, en la primavera de 2012, se convirtió en un monótono campeón de Europa. Sus jugadores no hicieron la más mínima historia con la pelota.

De hecho, sus goles llegaron a duras penas y a balón parado. Pero eso no les dio miedo. Aquel Chelsea consintió que el Barça de Guardiola le tirase hasta 46 veces a portería en los 180 minutos de las semifinales y que el Bayern lo hiciese 34 en los 120 de la final. Pero ni siquiera así Di Matteo contentó a a Abramovich, el dueño del club, que lo despidió a los cuatro meses, incapaz de soportar esos planteamientos que pertenecen a equipos de otra época y de la clase baja.

La venganza

Esta noche se presenta como el hombre que aspira a vengar los seis goles que el Madrid hizo al Schalke 04 el año pasado en Gelsenkirchen

No es fácil conocer a Di Matteo. Pero de él sí se da por hecho que en los partidos no teme por la salud de su corazón y que en su estilo de juego sobran las palabras a cambio de una única cosa: "Ganar". Gente así, con una ideología tan maquiavélica, parece pasada de moda en el fútbol de ahora, pero Di Matteo resiste. De hecho, esta noche se presenta como el hombre que aspira a vengar los seis goles que el Madrid hizo al Schalke 04 el año pasado en Gelsenkirchen. La hinchada ya sabe cómo lo intentará. Su táctica no habrá que disfrutarla, sino padecerla. El balón será lo de menos en las botas de sus futbolistas. Y lo que más contará será aguantar al precio que sea, defender como leopardos, sin miedo a lo que el mundo pueda pensar. Di Matteo ya lo hizo así en el Chelsea y triunfó. Logró que futbolistas tan reputados como Drogba o Torres jugasen casi de defensas. Nadie le pidió explicaciones por ello, porque ganó. Desde entonces, no hay quien le mueva de su sitio, habla de "ganar" con autoridad aunque sin arrogancia. En el fondo, Di Matteo se aleja del retrato de entrenador vanidoso. Dicen de él que es un tipo parco en palabras, culto, políglota, obsesionado con la victoria y agradecido a la vida, a lo que le toca vivir.

Él sólo esta en Alemania para seguir anulando imposibles en el fútbol: ya lo hizo con el Chelsea y quiere repetir con el Schalke 04

La comparación con su hermana, que es ciega, se lo demuestra a él. Un hombre que fortalece su aspecto misterioso, totalmente alejado del magnífico futbolista que fue. Jugaba de interior zurdo. Hizo época, sobre todo, en el maravilloso Chelsea de los noventa junto a gente como Zola, Vialli, Gullit o Poyet. Algo que obliga a preguntarse cómo un jugador de esa clase se ha convertido en un entrenador de este corte. Una contradicción milenaria. Una pregunta que, en realidad, no le menosprecia a él, sino a su manera industrial de entender el fútbol. Y entonces lo que más ayuda a resolver el misterio es que Di Matteo lidera un proyecto empresarial, una afortunada cadena de pizzerías en Londres, donde se instaló tras dejar el fútbol y donde reside su familia. Él sólo esta en Alemania para seguir anulando imposibles en el fútbol: ya lo hizo con el Chelsea y quiere repetir con el Schalke 04. Así es la vida.

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