El dios atlético emergió esta noche de las profundidades marinas en las que había pasado los últimos catorce años para disfrutar con una auténtica marea humana la victoria de su Atlético de Madrid en la final de la Liga Europa.
En total pasaron por la plaza que tiene dedicada en Madrid unas 100.000 personas. Los primeros avezados en concentrase frente a él llegaron nada más se decretó el final del encuentro en Hamburgo, uno de los enclaves que desde hoy forman parte de la historia del club colchonero.
Desde ese momento hasta bien entrada la madrugada la riada de gente fue interminable. Haciendo gala de camisetas, bufandas, chándal, e incluso cabelleras de plumas, se abarrotó no sólo la plaza, sino también el Paseo del Prado y la Carrera de San Jerónimo.
Desde la lejanía la Cibeles contemplaba el espectáculo protegida por una valla alta que impedía el acceso y por una docena de policías que repelían cualquier atisbo de asalto. Sin embargo fueron muchos los coches que la rodearon durante toda la noche sonando el claxon y con sus bufandas atléticas al viento.
El acceso no era fácil, la Policía había formado una doble valla de control por el que se impedía el acceso con bebidas en lata y en cristal, eso al principio, porque según pasó el tiempo la manga ancha se amplió hasta eliminar el control.
Se pudieron contemplar aficionados de todo tipo y de toda clase, grupos de amigos, familias de tres generaciones bajo un mismo cántico, e incluso embarazadas que acercaron a sus futuros retoños para que comiencen a sentir el orgullo rojiblanco. Se vieron Habanos reservados para la ocasión, y ropajes guardados con paciencia para su lucimiento.
Hoy fue ese día en el que mucho padres contestaron a sus hijos el motivo por el que se es del Atlético.
La gente invadió las calles aledañas, las mismas por las que antes servían de acceso a la fuente. Allí se reunieron en grupos para cantar y fotografiar el momento.
Neptuno cantó los goles de su equipo, gracias a una pantalla instalada; se acordaron de algunos de sus jugadores, caso especial fue el de Forlán al que se le recordó con el tradicional uruguayo; compartió cánticos de ánimo a su equipo, hubo recuerdos para los rivales, y para los próximos encuentros.
La marea del Atlético comenzó aquí una fiesta que tardará en cesar, y que tiene una próxima fecha de celebración.
El dios de las aguas, el de los colchoneros, se despidió de su afición no con un adiós y sí con un hasta luego, y con una nueva cita la semana próxima tras la final de la Copa del Rey.
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