Este artículo se publicó hace 14 años.
El último deseo de Max Ophüls fue en cinemascope
La película del director se estrena en HD y con el montaje original
Cuando el director alemán Max Ophüls murió en 1957 su obra cumbre estaba siendo despedazada. Los productores, escudándose en el fracaso comercial del filme en su estreno de 1955, habían emprendido una reforma chapucera de Lola Montes, la película sobre la disoluta y trágica vida de la cortesana y bailarina del siglo XIX, que se hizo célebre por ser la amante de Franz Litsz y Luis I de Baviera y que murió en Nueva York en la absoluta indigencia.
Los productores le metieron tijera al metraje, la montaron nuevamente en orden cronológico, dando al traste con el planteamiento narrativo en flashbacks, e incluso llegaron a manipular la variedad lingüística del filme, doblando al francés los pasajes en alemán. Ophüls dijo a Truffaut y Rivette en una entrevista a Cahiers du Cinema: "No solamente faltan al respeto hacia lo que he hecho, sino que, además, no saben leer".
Los productores emprendieron una reforma chapucera del filme
Volver al origenDos años después el cineasta al que admiraron Preston Sturgess y los directores de la nouvelle vague moría, sin saber que en 1968 el productor Pierre Braunberger (relacionado también con la nueva ola francesa) compraba los derechos de su película para editarla tal y como había sido imaginada por él. Para ello, contó con la ayuda de Marcel Ophüls, que había trabajado de cerca con su padre en el rodaje de Lola Montes, considerada una de las películas claves de la historia del cine.
Siguiendo esa pauta, la Cinemateca Francesa emprendió hace unos años la restauración digital fotograma a fotograma del filme. El resultado fue estrenado en la edición de 2008 del Festival de Cannes, y ahora llega a los cines Verdi de Madrid y Barcelona, con los colores violentos (esta fue la primera y última incursión en el cine en color del director) y el majestuoso cinemascope de la versión original.
Bajo el barroco hay un análisis de la naturaleza humana irónico y sutil
La película, insólita y excesiva desde el primer minuto, está planteada como un espectáculo circense presentado por el histriónico Peter Ustrinov, que va relatando la vida de una Lola Montes (Martine Carol), convertida en mono de feria.
La película es un compendio de todo Ophüls. Su exuberancia llega al paroxismo, la estimulación visual es atronadora. Ahí están sus decorados barrocos, su compleja composición de los planos, sus travellings envolventes, la cámara que vuela, avanza, retrocede por unos escenarios siempre suntuosos y teatrales (Ophüls fue un también un conocido director de escena). Clasicismo y modernidad conviven en un filme, que juega sin prejuicios con el espacio escénico.
También están los temas, que desarrolló durante tres décadas de carrera, en la que filmó en Alemania, Italia, Holanda, Estados Unidos y Francia filmes tan míticos como Carta a una desconocida, adaptación de la obra de Stefan Zweig, El placer, basada en tres relatos de Maupassant o la exquisita Madame de... En todas ellas, como en Lola Montes (donde el director aborda la sexualidad femenina abiertamente), bajo la suntuosidad y el barroco está un análisis de la naturaleza humana irónico y sutil.
El deseo, la frustración, el afán de éxito, la superficialidad están siempre en Ophüls. Pero sobre todo la mujer, a la que convirtió en el centro de su cine. Sus heroínas siempre fueron trágicas, como Lola, marcadas por unos hombres que las adulan y las atan.
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