Este artículo se publicó hace 2 años.
'The Bear', la serie en Disney+ del chef que se pasa de la alta cocina a los bocatas
Disney+ estrena este miércoles al completo los ocho episodios de una serie sobre la superación, la ansiedad, la búsqueda de equilibrio y las relaciones personales, contado a un ritmo brutal y frenético.
María José Arias
Madrid--Actualizado a
Con una segunda temporada confirmada y buenas críticas internacionales (en Estados Unidos se pudo ver hace algunos meses), The Bear se estrena este miércoles en Disney+. La serie creada por Christopher Storer se presenta como una serie de ocho episodios cortos sobre la superación, la ansiedad, la búsqueda de equilibrio y las relaciones personales que logra dotar de un ritmo y una acción vertiginosos a todo lo que sucede dentro de una cocina.
Precisamente eso, la velocidad brutal y frenética que se imprime a esta historia es una de las cosas que más llama la atención y engancha. Allí, entre cacerolas, sartenes, coladores, cuchillos y ternera, mucha ternera, los protagonistas de The Bear se dejan la piel en tirar de un negocio familiar ruinoso mientras intentan, cada uno a su manera, sacar la cabeza del pozo en el que se encuentran. El desencadenante de la acción es una muerte trágica, el suicidio de Michel, dueño del Original Beef of Chicagoland y hermano del protagonista, Carmen Berzatto (Jeremy Allen White).
Carmy, como le llaman, es un chef de alta cocina exitoso, que ha logrado llegar a lo más alto. Sin embargo, la muerte de su hermano le coloca en una posición doblemente dolorosa y desafiante. Por un lado, la de superar la tragedia, que no llega a comprender ni asimilar. Por otro, regresar a ese restaurante familiar al que su hermano le prohibió la entrada dejando a un lado su meteórica carrera. Y, ahí, en The Bear, se encuentra ante la tesitura de tener que lidiar con la ansiedad que acarrea desde hace años, con unas cuentas imposibles de levantar y una plantilla poco dispuesta a aceptar los cambios que pretende implementar.
Su peor 'enemigo' en ese sentido es él mismo. Y luego está su primo Richie (Eben Moss-Bachrach), al que en realidad no le une ningún lazo de sangre e intenta solucionarlo todo con la violencia, sea esta verbal o física. El suyo se presenta como uno de los personajes más complejos de The Bear, al que se va entendiendo poco a poco hasta descubrir que probablemente es, junto a Carmy, el que más roto está. La familia la completan Marcus (Lionel Boyce), un tipo tranquilo y amable que sueña con ser pastelero; Ebra (Edwin Lee Gibson), un inmigrante somalí con un discurso asertivo; y Tina (Liza Colón-Zayas), un hueso duro de roer con buen fondo.
La nueva, la nota aún más discordante de toda esa 'familia' que forma el staff de este restaurante, es Sydney (Ayo Edibiri), una joven chef con tanto talento como impaciencia. Es la mejor aliada de Carmy en su plan para reflotar el negocio. Sin embargo, de pronto, a golpe de insistencia, pasa a convertirse en su peor pesadilla en cuestión de segundos para volver a ser su mano derecha un minuto después. Todos juntos forman, junto con algún que otro secundario recurrente que aporta intensidad o ligereza a la trama, un plantel de protagonistas que logra, desde el primer episodio, que todo lo que le sucede importe.
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The Bear está planteada como una carrera de obstáculos económicos, culinarios y, sobre todo, personales. La sensación de equipo, de que cada uno tenga su puesto y cumpla con su función, subyace como parte de un sistema que desde fuera parece caótico, pero que en realidad es el motor que hace que las cosas salgan adelante. O, cuando se atasca, se vengan abajo irremediablemente. Storer articula una serie que tiene entre manos temas complicados de tratar sin caer en el drama más profundo. Sus guiones abrazan la frustración, la angustia y la tristeza. Y, a la vez, las esperanzas, las aspiraciones y los sueños. Para esto último, la parte más de ensoñación, se opta por mostrar en pantalla un ambiente más luminoso. Hay mucho de lectura psicológica y significados profundos en esas escenas que comienzan siendo un sueño y se tornan en puro terror construyendo la verdadera imagen de lo que sucede en el interior de un personaje, Carmy, al que no se le da bien mostrar sus sentimientos.
Siguiendo con la propuesta formal de The Bear, se juega mucho, poniéndolo siempre al servicio de lo que quiere transmitir en cada momento, con la paleta de colores, la iluminación y la música. Cada capítulo acaba con un tema, con un momento musical, que cierra lo tratado en el mismo. Además, se recurre a los planos de Chicago para descargar un poco la tensión y la claustrofobia inherente a las reducidas dimensiones del espacio donde transcurre prácticamente todo. La cámara logra hacer que la serie casi huela y hasta tenga sabor, a veces se puede hasta notar la grasa de sus platos.
Organizada en base a capítulos que rondan la media hora de duración (con algunas salvedades), la estructura de The Bear es la de que en cada uno de ellos los personajes logran un pequeño avance o retroceso en su relación en conjunto o dentro de su propio camino. Los momentos de conexión y desconexión entre ellos en cada episodio están muy bien controlados y medidos. Son lo que sostiene, en buena medida, el desarrollo de una historia que, en lugar de poner el foco en quien se suicida y sus razones, lo hace en su entorno, en cómo lidian con la culpa, el duelo y la incomprensión.
La sensación, y el buen sabor de boca que deja The Bear tras su primera temporada, es que como serie funciona tan bien como un equipo de cocina coordinado que entiende a la perfección cuál es su lugar y su función. Con una segunda temporada en camino para seguir explorando ese microuniverso planteado, no hay duda de que esta serie de FX es un 'sí, chef' rotundo.
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