Este artículo se publicó hace 12 años.
Pinkhassov: "Mi estilo se basa en la casualidad"
Considerado el mejor fotógrafo de Rusia en la actualidad, exhibe en el festival Latitudes una selección de su obra
Las instantáneas de Georgui Pinkhassov están marcadas por la variedad de lugares, pero también por la unidad de estilo. Las obras que integran Just light like, exposición que permanecerá en la Casa Colón hasta el 1 de abril, están captadas en una estación de Kiev, en una plaza sevillana, sobre un aparcamiento de Las Vegas o en un mercado indonesio, pero en todas ellas parece habitar la misma luz. “Lo principal es construir la composición con elementos, como si fuera un jeroglífico, jugando con la sombra y la luz”.
"Me quedo con las fotos que me hacen sentir algo, como las de Cartier-Bresson"
Al explicar su obra, Pinkhassov recurre constantemente a términos como personalidad o corazón. “Se puede calificar el acto fotográfico como un disparo, pero lo que yo hago es más bien pescar. Mi estilo se basa en la casualidad, en el ángel que baja y te ayuda y ante el que tienes que reaccionar”. El artista asegura realizar infinidad de fotografías, de las cuales sólo guarda un porcentaje mínimo. “Mi creatividad se basa en la sorpresa, la intuición y la selección. Sólo me quedo con las fotos que me hacen sentir algo, como las de Cartier-Bresson”.
Pinkhassov es miembro de la prestigiosa agencia Magnum, fundada por el maestro francés, al que idolatra. No siente el mismo aprecio por el arte conceptual: “Puede ser interesante pero no es como yo trabajo. Transmite la muerte y es decadente. El 11 de septiembre como acción conceptual es un ejemplo de esto”.
"Me gusta mucho la oportunidad creativa que ofrece el teléfono móvil"
Pinkhassov no para de sacar fotos con su teléfono durante la primera parte de la entrevista. Parece disfrutar con el aparato, aunque más tarde tiene que parar para recargarlo. “Llevo cuatro días haciendo fotos con la aplicación Polaroid”, reconoce el considerado mejor fotógrafo ruso de la actualidad, que añade: “Me gusta mucho la oportunidad creativa que ofrece el teléfono y se pueden hacer fotos artísticas porque la calidad no es mala. Además, permite que haya millones de puntos de vista en el planeta”.
A lo largo de su carrera, Pinkhassov ha sufrido la censura, sobre todo en su juventud. Fue en parte por las prohibiciones por las que encontró su propio estilo. “En la URSS, por la vigilancia, tenía que hacer las fotos discretamente, y me colocaba la cámara en el vientre. Mezclé lo artístico con lo instantáneo y logré algunas fotos increíbles”, asegura refiriéndose a la famosa instantánea en la que captó a un hombre acuchillando a otro.
Una figura trascendental en su vida y en la configuración de su personalidad artística fue el director de cine Andréi Tarkovski, con el que colaboró en Stalker. “Me dijo cuando lo conocí que lo que yo hacía no eran fotos. Yo le pregunté, “¿y cuáles lo son?”, y me respondió que las de Cartier-Bresson”. A pesar de aquel ataque, guarda un buen recuerdo de él: “Era un hombre muy sensible y con mucho coraje. Sabía atrapar la magia. Solaris fue para mí una revelación, y por ahí me empecé a interesar por un arte más espiritual: Bach, Vermeer, Pushkin…”. Sin embargo, Pinkhassov, afincado en París desde hace décadas, no tiene interés en dedicarse más al cine: “Es un proceso muy lento y complejo”, afirma. “Es como una obra de teatro frente a un pequeño poema lírico. Prefiero la forma pequeña, emocional”.
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