Este artículo se publicó hace 8 años.
Los peligros de olvidar el pasado
40 años de paz recorre, por medio de la relación de unos hijos con su padre muerto, España desde la muerte de Franco hasta nuestros días
Cuántas veces piensas a lo largo del día en la Guerra Civil española; en la dictadura de Franco; en los muertos que aún descansan en las cunetas de algunas carreteras esperando ser enterrados con dignidad; en los nombres de las calles que homemajean a los que protagonizaron el Golpe de Estado aquel mes de julio de 1936; en los torturadores que durante la dictadura arrancaban la piel a golpes a delincuentes cuyo único delito era pensar diferente; en los ojos vacíos de tus abuelos que aún sufren (o sufrían) en silencio cuando recuerdan los días de hambre y palos; en las grandes fortunas que engordaron sus bolsillos a costa del sufrimiento de un pueblo que tenía que racionar la comida…
Seguro que dedicamos pocos segundos a reflexionar sobre estos temas. Desde la transición, los políticos, de unas y otras ideologías, han gastado sus energías mas que en corregir los errores del pasado en que lo olvidáramos. ¿Dictadura? ¿Eso qué es? ¿Franco? ¿No es el apellido de un actor norteamericano? Pero entre todos esos recuerdos que se desvanecen, aún quedan, como les pasaba a los irreductibles galos de Astérix y Obélix, algunos locos empeñados en que la historia no caiga en el olvido.
Uno de ellos es Pablo Remón, escritor y director de 40 años de paz, obra que tras estrenarse en noviembre de 2015 en el festival de Otoño a Primavera en el teatro Canal, estará desde hoy hasta el seis de marzo en Teatro del Barrio. La obra, interpretada por Ana Alonso, Fernanda Orazi, Francisco Reyes y Emilio Tomé cuenta la historia de tres hermanos y la relación que aún les une a su padre, un general franquista que murió ahogado en una piscina durante la celebración del exitoso Golpe de Estado.
Como ocurriera en Hamlet, de Shakespeare, el padre de las criaturas se les aparece a sus hijos en forma de fantasma. Magda Goebbels asesinó a sus seis retoños mientras dormían y después se suicidó en el bunker en el que Hitler resistía los últimos días de la caída de Berlín. Decía que no quería que sus hijos crecieran en un mundo sin el Führer. Algo parecido debió pasarle al general franquista cuando descubre que el mundo que dejó poco tiene que ver con el es ahora.
El vínculo que une a cada uno de los hermanos con su padre sirve en la obra, además, para hacer un recorrido por los últimos cuarenta años de la historia de España. “La función empieza cuando el padre se le aparece al hijo pequeño y le pregunta qué es esto, que no puede ser, que están pasando mil cosas. Plantea que solucionarlo de la única manera que sabe, que es sacando los tanques”, explica Remón.
A lo largo de la función, que transcurre en el interior de la piscina donde se ahogó el militar, el espectador conoce las diferentes personalidades de los hijos. El mayor es el que, a primera vista, tiene más en común con su padre. Representa la firmeza, la determinación y la dureza. La hermana mediana se siente ajena a la historia familiar y se define como apolítica y la menor es la que en principio queda más alejada de su progenitor por la ideología.
Los tres hermanos rondan la cuarentena y, como ocurre con otros de su generación, se consideran hijos de la dictadura. En la obra se reflejan “dos generaciones diferentes: la que murió con el franquismo y la que heredó el peso del franquismo”, asegura el director.
Una de las tesis que aborda Remón se centra en esta pregunta: los que no hemos conocido la dictadura, ¿Cuánto hemos heredado de aquella época por nuestros padres?
Esta reflexión quizás explique mucho del comportamiento de algunas personas que protagonizan a diario las noticias, como el machismo y la violencia de género; las palabras de odio de un obispo contra los homosexuales e incluso la independencia de Catalunya. Por eso no hay que olvidar el pasado, porque aunque suene a tópico, la mayoría de las veces es el único espejo en el que mirarnos para entender el presente.
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