Este artículo se publicó hace 8 años.
El Pavón se reencarna de nuevo
Kamikaze Producciones toma las riendas del histórico teatro madrileño con una apuesta decidida por crear un espacio artístico multidisciplinar para el diálogo ciudadano.
-Actualizado a
MADRID.- Escena primera. El dramaturgo Miguel del Arco baja por las escaleras de un teatro en plena rehabilitación. A su alrededor la algarabía típica previa a una representación; un joven ensayando una pieza al violín, otro haciendo gorgoritos, coreografías improvisadas… Es entonces cuando el director de escena esboza una sonrisa plácida y musita: “Esto es la ostia. Estar rodeado de esto no tiene precio”. La anécdota corre a cargo de Jordi Buxó —que junto a Aitor Tejada, Israel Elejalde y el propio del Arco, abandera la enésima resurrección del teatro Pavón— y simboliza la puesta en escena de un teatro por hacer, último proyecto kamikaze de duración incierta. “No sabemos si hay una viabilidad a dos, cuatro o diez años, estaremos aquí mientras podamos, esto es una fiesta, la pagamos nosotros y la vamos a disfrutar el tiempo que sea posible”.
Aitor Tejada: "Queremos abrir esta casa a gente que nos cuente qué es lo que le gustaría hacer"
Y lo cierto es que la fiesta apunta maneras. Sin pensar en lo que podría ser una resaca épica, cuatro tipos se han endeudado y atrincherado en el mítico Pavón, otrora referente del teatro de variedades y por el que ha pasado desde 1924 la plana mayor de la comedia, la copla y la farándula patria. Preparan un lavado de cara y una programación abierta que fomente el encuentro y diálogo ciudadano a través del teatro. ¿Idealismo o temeridad? Quizá haya algo de ambas. Aitor Tejada, al frente de la gestión junto a Buxó, despeja —solo en parte— las dudas: “No estamos locos, aunque por el momento haya gente que pueda pensarlo y nosotros incluso lo pensemos a veces”.
“Queremos ser el seven eleven del teatro, no queremos ser un teatro como los institucionales donde todo está muy marcado, nosotros queremos que estén sucediendo cosas en su interior constantemente”, apunta Buxó. “Evidentemente habrá unas líneas generales que tenemos claras pero queremos descubrir y que nos descubran“, matiza Esteban para quien el objetivo debe ser aunar todas las artes intentando desarrollar aquellos proyectos que no encuentran hueco en la ciudad. “Queremos abrir esta casa a gente que nos cuente qué es lo que le gustaría hacer para luego ver cómo lo podemos articular dentro de la programación y de los espacios”.
Jordi Buxó: "Si este espacio no lo aprovechamos al 200% no dormiríamos tranquilos"
Buxó, por su parte, resume tajante esto último: “Hemos dado el paso más complicado, que es el de tener una casa en el centro de Madrid; 2.500 metros cuadrados por los que pagamos una pasta. Creo que no me equivoco si te dijera que ninguno de nosotros dormiría tranquilamente si no aprovechamos este espacio al 200%”. Y lo cierto es que, por el momento, pueden conciliar el sueño. Desde que abrieran sus puertas se han sucedido los talleres, los encuentros con el público, las representaciones y, cómo no, los ensayos. La sensación es que algo se mueve en Embajadores 9, algo se cuece en el Pavón. Como apunta Tejada, “esta ciudad se estaba apagando a nivel cultural y sentíamos el anhelo de un proyecto así”.
Del Arco ultima la que será su próxima representación, La noche de las Tríbadas, una adaptación de la obra del dramaturgo sueco Per Olov Enquist que le trae de cabeza. No sale contento del ensayo, no ha conseguido de sus actores lo que buscaba, a saber; “una mirada contemporánea, un modo de disparar el texto que apele al ciudadano del siglo XXI”. El madrileño entiende indispensable ese ejercicio de adecuar lo que se cuenta al momento que vivimos, “si yo me aburro a quién le voy a contar algo, el aburrimiento lo aniquila absolutamente todo”.
En esa búsqueda por concernir los kamikazes lo tienen claro; todos ellos coinciden en que el objetivo es comunicar una pasión por el teatro, por el arte. Apostar por textos que sean capaces de hacer afición “Los escolares van al teatro —se queja Buxó— y les meten los Entremeses de Cervantes, que obviamente tienen que conocer, pero quizá no sea el mejor camino para atraer a los chavales, o les contamos cosas que les interesen o se quedarán mirando Youtube”.
¿Qué es eso de regalar la cultura? Los kamikazes se han propuesto cambiar esa política de invitaciones que tanto daño hace al sector. “Cobramos las invitaciones a tres euros, lo recaudado revierte en una beca artística que este año va destinada a apoyar a nuevos dramaturgos. Si con esto conseguimos rebajar las preocupaciones económicas de dos jóvenes comediógrafos como Lucía Carballal y Antonio Rojano para que puedan escribir con algo más de tranquilidad el texto que ellos decidan, pues habrá servido para algo”, explica Buxó.
Una propuesta que ha sido bien acogida y de la que no se libra nadie. Como recuerda Aitor Tejada: “Aquí paga hasta la Cifuentes. El otro día vino la presidenta de la Comunidad de Madrid y pagó lo mismo que mi madre, así es como le damos valor a lo que hacemos, debemos reivindicar que esto es un trabajo”.
A medio camino entre el centro social y la casa okupa, el nuevo Pavón se reinventa a base de mesas improvisadas, sillas plegables y vestíbulos reconvertidos en salas de ensayo. Un espacio polivalente que aspira a ser la casa de todos. “El barrio es fundamental, pero el Pavón Teatro Kamikaze quiere trascender, tenemos que ir más allá de Lavapiés, primero porque no sería sostenible, y segundo porque queremos ser el teatro de Madrid, pese a que el barrio evidentemente está en el ADN del proyecto, no podía ser de otra forma”, explica Buxó.
En la retina de los kamikazes está el Teatre Lliure, que nació como cooperativa a finales de los setenta y que una década después derivó en Fundación, pero también teatros como el Shaubühne de Berlin, cuna de dramaturgos de la talla de Peter Stein y Thomas Ostermeier, modelo de polivalencia y flexibilidad en sus programaciones. “Parece un escenario caliente y esto me gusta —apunta del Arco—, algunos teatros parece que solo existen cuando empieza la función, yo lo que quiero es que sea un punto de encuentro, un espacio social, quiero que cuando la gente salga de la función tenga la necesidad de seguir hablando, se trata de recuperar el teatro como espacio ciudadano”. El dramaturgo recurre a la Grecia antigua para apostillar esto último: “Había una cosa muy emocionante que se producía en los teatros griegos que era que el teatro estaba a lado del ágora, para mí recuperar ese espacio ciudadano de encuentro que además es un espacio creativo resulta fundamental”.
“En todo caso —intercede Buxó— más que a quien nos queremos parecer lo que tenemos muy claro es a quién no nos queremos parecer”.
— ¿Y a quién no os queréis parecer?
— Eso ya que cada uno saque sus propias quinielas… [risas]
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