Este artículo se publicó hace 8 años.
El nuevo Museo de Palestina aspira a consolidar una narrativa alternativa a la de Israel
Acaba de inaugurarse cerca de Ramala el Museo de Palestina, cuyas actividades se iniciarán este mes de junio. Es un centro moderno desde el que se pretende irradiar la cultura y el arte locales a toda Palestina y al extranjero, y ayudar a establecer una narrativa sobre el conflicto alternativa a la narrativa israelí.
Eugenio García Gascón
-Actualizado a
BIRZEIT – El flamante Museo de Palestina, inaugurado el 18 de mayo, no será un museo al uso, ni se consagrará a un tema específico, como se pensó en un primer momento, sino a la historia, el patrimonio y las tendencias contemporáneas del arte palestino, “tanto a la cultura tangible como a la intangible”, explica su director, Mahmoud Hawari, de 62 años.
Hawari es oriundo de Tarshiha, un pequeño pueblo de la Galilea, al norte de Israel, ha vivido en Inglaterra 16 años, ha estudiado en Oxford y ha trabajado como curador del Museo Británico. Arqueólogo de profesión, se ha especializado en la cultura palestina. A partir de ahora residirá en Ramala aunque planea viajar a menudo para acercar las actividades del centro a las comunidades desperdigadas por la diáspora.
“Las actividades de este museo van a ser muy diversas. Habrá programas educativos que se crearán a la medida de los niños y a la medida de los universitarios. Habrá exposiciones continuamente y se pondrá un especial énfasis en el arte contemporáneo”, explica Hawari.
“Hay muchos palestinos que no son conscientes de su pasado porque durante muchos años han vivido sometidos a la propaganda de Israel, sometidos a una narrativa única, la de la ocupación, que se ha impuesto en todos los territorios ocupados. Nuestra tarea consistirá en crear y reforzar una narrativa palestina que se enfrente a la narrativa israelí dominante. Queremos que este museo se convierta en una herramienta en esa dirección”.
Al pensarse inicialmente en el Museo de Palestina, la primera idea que se discutió fue centrarlo en la Nakba, la catástrofe que representó la creación del estado de Israel en 1948, cuando más de 700.000 palestinos fueron expulsados de sus hogares y se produjo una situación de “limpieza étnica”, dice Hawari.
“Esa fue la idea que lanzaron un grupo de intelectuales. Durante años parecía que todo iba en esa dirección y que el proyecto iba a cristalizar de esa manera. Sin embargo, la idea fue evolucionando y al final se acordó establecer un museo que se hiciera eco de los distintos aspectos de la cultura, no solo del pasado sino también del presente, un museo que contenga arte contemporáneo, literatura, cine, música y todas las formas de arte”.
Hawari destaca que existe un gran número de artistas palestinos que han conseguido un reconocimiento internacional y cuya obra reflejará el Museo de Palestina. Un caso es el de Mona Hatoum, nacida en en 1952 en Beirut de padres expulsados de Palestina y cuya obra figura en la colección del MoMA de Nueva York.
“Este museo constituye un gran logro para la cultura palestina y va a convertirse en un centro que tendrá departamentos o delegaciones en otros lugares de Palestina y en el extranjero, incluido Israel. Vamos a tratar de conectarnos con la población palestina de la diáspora, tanto la que vive en Oriente Próximo como la que reside en otros continentes, y lo haremos a través de exposiciones y todo tipo de actividades”, explica Hawari.
El Museo de Palestina cuenta con 23 empleados fijos, doce consejeros y 13 empleados que se ocupan de la seguridad y la limpieza. En los últimos meses ha dedicado una parte considerable de sus esfuerzos a una exposición que abordará la Nakba.
“El proyecto prevé una exposición de objetos que los refugiados palestinos se llevaron consigo en 1948 y que los han conservado hasta el día de hoy, como puede ser una llave, un reloj, una caja, etcétera. Estamos entrevistando a los propietarios o sus descendientes con el fin de que podamos explicar la Nakba a través de la historia particular esos objetos”.
Esta idea parece copiada del Museo del Holocausto de Jerusalén, donde se realiza el mismo proyecto, pero Hawari puntualiza: “No queremos competir con el Museo del Holocausto porque cada tragedia es distinta y, en cualquier caso, este museo no pretende ser una declaración política en ningún caso”.
“Nuestro conflicto no es solamente sobre la tierra o el agua, sino que también es un conflicto cultural entre dos narrativas, y los israelíes son conscientes de ello. Nosotros somos conscientes de que el museo solo es una institución y esperamos que Israel no interfiera en nuestras actividades”.
“Ha habido y hay un debate acerca de cómo debía ser la identidad del museo. ¿Debía ser una reacción a Israel? ¿Debía ser nacionalista?... Nuestra conclusión es que no queremos un Museo del Holocausto como el de Israel, no queremos imitar a Israel ni imitar su narrativa. Los Museos del Holocausto que hay en el mundo se han convertido en una industria. Ocurre en Berlín, Washington o Jerusalén. Nosotros aspiramos a que nuestra narrativa sea universal, a diferencia de la narrativa israelí, que es característica de los judíos y que excluye al resto de la gente, porque creemos que todo el mundo debe tener los mismos derechos”.
El espectacular edificio del Museo de Palestina, situado en Birzeit, a las afueras de Ramala, en terrenos que pertenecieron a la Universidad de Birzeit, ha sido construido por una firma de arquitectos irlandesa, y pretende ser respetuoso con el medioambiente. El 90 por ciento del edificio ha sido financiado por palestinos, principalmente de la diáspora, y el restante 10 por ciento por países árabes y europeos. “Es importante que seamos independientes”, concluye Hawari.
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