Este artículo se publicó hace 4 años.
Netflix'Desplazados' ofrece mucho más que una denuncia del perverso sistema fronterizo australiano
Netflix estrena la serie cocreada por Cate Blanchett, quien se reserva un papel secundario, con una Yvonne Strahovski de premio
María José Arias
Madrid-
La política fronteriza australiana lleva años en el punto de mira de los defensores de los derechos de los migrantes generando denuncias por las condiciones en las que son retenidos quienes esperan una visa para poder establecerse en el país. Cate Blanchett, que trabaja con ACNUR desde 2014 en este terreno, ha unido sus fuerzas a las de Tony Ayres y Elise McCredie para crear Desplazados, una serie basada en la realidad de un centro de detención en el desierto de Australia en el que confluyen las historias y vidas de cuatro personas de procedencia diversa. Stateless se ambienta en Australia, pero lo que cuenta es universal.
En un recinto vallado y vigilado por guardias los migrantes son separados y confinados en unas parcelas en las que los niños ni siquiera disponen de columpios en los que matar las horas porque, como explica el encargado de dirigir todo aquello, cualquier cosa es susceptible de convertirse en arma contra los funcionarios o para atentar contra la propia vida. Y allí, en un lugar que es una olla a presión a punto de estallar en cualquier momento y donde la desesperación es parte del día a día, es donde se cruzan realidades tan distintas como las de un cabeza de familia afgano que huye de la crueldad de su país para toparse de bruces con otra; la de una azafata de vuelo que escapa de su familia y de los lazos con una secta; la de un padre australiano que busca mantener a sus hijos y la de una empleada del Gobierno acostumbrada al trabajo de oficina obligada a pisar el terreno para apagar fuegos mediáticos.
Todas esas vidas forman Desplazados. Cada una de ellas aporta un punto de vista distinto de una misma realidad en la que todos, en mayor o menor medida, son víctimas de un mismo enemigo: el sistema y la deshumanización de quienes caen dentro de él. La razón por la que Mina (Soraya Heidari) y Ameer (Fayssal Bazzi), que huyen de Afganistán, son víctimas parece obvia. No tanto el caso del resto de personajes, de origen australiano, que se ven envueltos en el día a día de Barton. Cómo acaban Sofie (Yvonne Strahovski), Cam (Jai Courtney) y Clare (Asher Keddie) allí, pero sobre todo cómo les afecta su paso por las instalaciones, es lo que contribuye a que esta miniserie sea aún más completa y compleja. Sus creadores huyen de una visión maniquea sumergiéndose de lleno en los grises para aportar una visión más global y profunda de un asunto que requiere del debate y la implicación estatal para que cambie.
Blanchett, que cuenta con un papel menor en cuanto a tiempo pero igualmente de peso en la trama junto a Dominic West liderando la secta de la que huye Sofie, decía hace tiempo en una entrevista concedida a Deadline con motivo de la presentación en Berlín que "el título de la serie se refiere a la apatridia en un sentido más poético, no en un sentido legal, físico. Se trata más de la identidad y la pérdida de la identidad de las personas cuando se enfrentan a una detención a largo plazo, cuando se convierten en un número".
La cifra real de apátridas se desconoce, pero "ACNUR estima que hay millones de personas en todo el mundo, de los cuales aproximadamente un tercio son niños" a los que ningún Estado reconoce. Seres humanos invisibles e inadvertidos, sin voz. Llamar la atención sobre su realidad, pasarles el micrófono y mostrar su existencia a ese mundo que gira la cabeza hacia otro lado es lo que busca Desplazados. Y lo hace con un texto sólido, que recurre a noticias reales como punto de partida. Los intentos de suicidio de menores y la historia de Sofie, que parte de la vivida por Cornelia Rau, alemana residente en Australia que pasó 10 meses retenida ilegalmente, son solo una pequeña muestra de todo lo que se abarca.
En su proceso de documentación e investigación para dar forma a una miniserie cuyos guiones han sido escritos por Elise McCredie y Belinda Chayko y dirigidos por Emma Freeman y Jocelyn Moorhouse, Blanchett descubrió que una de las partes más desconocidas de ese sistema era cómo afecta a quienes trabajan dentro de él, a los funcionarios que los dirigen y a los guardias, y cómo en algunos casos se ven afectados por trastorno de estrés postraumático. En Desplazados los refugiados pierden su identidad, les arrebatan su humanidad, pero también, hasta cierto punto, quienes viven dentro de ese círculo vicioso y que, en teoría, deben velar por la seguridad y el bienestar de quienes están a su cargo. Pero, ¿cómo hacerlo sin medios, con unos pocos dólares para alimentarles y sin poder organizar cursos, talleres o actividades con los que formarse y pasar las horas? Así se lamenta el director del centro protagonista en una escena cargada de segundas lecturas.
Uno de los movimientos más inteligentes de la ganadora de dos Oscar y protagonista de otra serie de reciente estreno como Mrs. America ha sido el de mantenerse en un segundo plano en lo actoral para no eclipsar la historia en sí y, a su vez, contar para narrarla con otros dos rostros de origen australiano y populares entre el gran público. Por un lado, Yvonne Strahovski, quien interpreta a Serena Joy en El cuento de la criada y que aquí despliega una actuación desgarradora. Por otro, Jai Courtney (Spartacus y Escuadrón Suicida), cuyo personaje se convierte en los ojos y el punto de vista del espectador. Ambos están sobresalientes, como la debutante Soraya Heidari en el papel de la joven Mina.
En cuanto a la forma en la que se narra este drama-denuncia, cabe destacar el acierto que supone el hacerlo de forma no lineal. La acción arranca con Strahovski corriendo desesperada por el desierto mientras un globo rojo se cruza en su camino. Hasta llegar a ese punto pasan muchas cosas y descubrir el porqué es parte del atractivo de esta miniserie en la que la información suministrada en su justo momento a través de flashbacks hace que el suspense y la tensión se mantengan hasta el final. Porque, incluso cuando el material de partida es tan intenso y tan potente como el que se maneja aquí, hay que saber contarlo de la forma más atractiva posible.
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