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"Me dijeron que me voy a morir. Es tonto: no debería necesitar que me lo digan. Pero una cosa es saber que te vas a morir alguna vez —empeñarte en olvidar que te vas a morir alguna vez— y otra muy otra que te digan que hay un plazo y ni siquiera es largo".
Martín Caparrós no debería haber escrito Antes que nada (Random House), pero se le anticipó la enfermedad, pendiente del minutero.
ELA. Lo confesó el otro día en una entrevista en La Vanguardia. El cronista viajero, el maestro de periodistas, también el ambicioso escritor de ficción, sufría una dolencia que lo había postrado en una silla de ruedas y que condenaba a su cuerpo a entorpecerse poco a poco.
Por eso, antes que nada, ha escrito sus memorias, donde le dedica un rosario de capítulos a La enfermedad. Por eso sigue escribiendo compulsivamente, ya varios libros inéditos en el cajón. Después de todo, es lo que siempre había hecho, pero casi lo único que puede hacer ahora.
Todo comenzó con una caída en bicicleta en París, hace ya tres años, y un dedo gordo que desde entonces no obedeció. No era un tendón seccionado, ni nada por el estilo: un cansancio que partió de sus piernas y se fue extendiendo indicaba que padecía una grave y rara enfermedad.
Esto lo supo después de pasar por las manos de varios médicos. "Así que al fin tuvieron que rendirse a la evidencia: estaba condenado", escribe Martín Caparrós, que alterna en su libro recuerdos de infancia y adolescencia, juventud rebelde, madurez de periodismo de largo aliento. Todo prosa, a veces verso.
"Es raro que te digan que estás condenado. Quizá fue menos raro porque fueron diciéndomelo, sin querer, de a poco: cada vez que una hipótesis benévola fallaba, la más brutal crecía otro tanto. Pero siempre quedaba la posibilidad de la siguiente, de otra, de alguna que no fuera esa. Hasta que no: hasta ese día en que te dicen claramente mire, lo que usted tiene es tal. Lo siento tanto".
Caparrós no pierde el humor ni escatima la ironía. Tampoco quiere que se hable solo de la enfermedad, porque estas memorias son mucho más, aunque también la puerta por la que el ELA ha salido del armario, donde anuncia lo que tiene y advierte de que no busca consuelo.
"Yo soy el que sabe que no puede hacer nada —y que no puede no hacer nada. Yo soy el que no soy, al menos el que era. Yo soy el condenado".
Había muerte en muchos de sus libros, pero nunca tan cercana.
"No pasa nada: solo te dicen que te vas a morir mal mucho antes que lo que habrías querido —mucho antes que lo que podías esperar. Y no sabés qué hacer con eso. El hormigueo, el nudo en la garganta, el peso en el cerebro. No sé qué hacer con eso".
Le han recetado antidepresivos y ansiolíticos para sobrellevar la sombra. Y él se ha automedicado con sus dosis extras de escritura, ahora que no puede viajar, pero sí, todavía, hacer lo que mejor sabe.
"Y esta estúpida urgencia —esta obviedad— que ahora me dio de escribir unas memorias. Nunca creí que valiera la pena escribir sobre mí. ¿Por qué ahora sí? Supongo que la llegada de la muerte justifica muchas cosas", reflexiona el autor de Lacrónica o Ñamérica, quien borda frases certeras: "Somos, en general, un desperdicio de memoria, una historia esperando su olvido".
Muerte, pero también amor. En Antes que nada habla de sus mujeres y de su actual pareja, Marta Nebot, quien ha escrito en Público una sentida columna ("Solo queríamos y queremos seguir haciendo lo que hacemos entre los vivos") en la que califica estas memorias "imprescindibles" como "historia del periodismo".
"En ellas relata su vida presente y pasadas, intercalando su hoy con sus hitos, sus referentes y sus contingentes. De la actual, describe como nadie lo que le pasa y cómo lo digiere y cómo lo odia y cómo lo abraza", analiza la periodista, quien desvela que desde hace poco son pareja de hecho porque "no queremos que ningún médico nos pueda separar en momentos cruciales por no estar apuntados en un registro".
"Me dijeron que me voy a morir". Así comienza un libro sin final y así sigue vibrando una obra que lo ha convertido en el cronista más reputado de América Latina, lo que es lo mismo que decir en español.
Aunque queda mucho por escribir, esta oportuna vista atrás explica tantas cosas… "Decido volcarme a mi pasado cuando me dicen que no tengo futuro". Sus escritos, en cambio, serán eternos.
Martín Caparrós, presente: "No quiero que los que me quieren me vean con tristeza. No quiero que al verme vean al muerto. Mientras siga vivo quiero seguir vivo".
Vivo y escribiendo.
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