Este artículo se publicó hace 4 años.
CervezaEste museo es la caña
La empresa Hijos de Rivera rinde homenaje a la cerveza en Mundo Estrella Galicia (MEGA), que reabre este viernes.
Madrid--Actualizado a
Un emigrante retornado de México tuvo la idea de aprovechar la fábrica de hielo que abastecía los barcos del puerto de A Coruña para elaborar cerveza en sus instalaciones, lo que hoy se llama sinergia.
José María Rivera Corral había partido a los catorce años de una aldea de As Pontes a La Habana, desde donde dio el salto hasta Veracruz. El esfuerzo de sus padres, unos labradores que hipotecaron sus propiedades para pagarle el pasaje, daría sus frutos.
En México abrió el ultramarinos La Estrella de Oro, origen del nombre de una marca que, una vez embotellada, regresaría un siglo después al nuevo y a otros mundos.
Estrella de Galicia, que perdería la preposición con el tiempo, nació en 1906 y, desde entonces, es uno de los símbolos de su tierra. ¿Quién le iba a decir al patriarca de la empresa, todavía familiar, que su producto iba a ser objeto de museo?
No obstante, MEGA (Mundo Estrella Galicia) es mucho más que eso. No se trata de una colección de objetos que se limita a trazar la historia de la compañía, sino que es un homenaje a la propia cerveza dentro de la fábrica misma.
Así, el visitante puede conocer los orígenes y la evolución de la bebida, mientras que los devotos tienen la oportunidad de recrearse en las anécdotas de la Estrella, que en Galicia es sinónimo de cerveza. Dos mil quinientos metros cuadrados de exposición en cuatro alturas, donde destacan las antiguas calderas de cocción, flanqueadas por los murales de Ángel Atienza.
El guía no duda en acertar la edad de los curiosos cuando observan las botellas y las etiquetas de Estrella Galicia usadas a lo largo de más de un siglo de historia. Basta que recuerden la forma del vidrio o el diseño del papel para que no sea necesario que muestren el carné de identidad.
Siguen imperecederas, eso sí, las seis puntas de la estrella, un logotipo que remite a los lagares de antaño, tiempos de analfabetismo donde la iconografía resultaba necesaria: donde brillaba una, allí se despachaba cerveza.
MEGA, dirigido por Rodrigo Burgos, es un moderno museo que emplea recursos interactivos para adentrarse en su cultura, pero el público —además de disfrutar de esa experiencia inmersiva, que permite asistir a un festival de música—, también puede oler, tocar y probar las materias primas con las que se elabora este oro líquido.
Hay un par de sorpresas que acompañarán al visitante durante un periplo milenario que parte de los pueblos elamitas, egipcios y sumerios, aunque la cadena de envasado pronto lo devolverá al presente ante la visión de una frenética procesión de botellines.
La ruta puede ser libre o guiada, aunque los más exigentes no dudarán en apuntarse al taller de introducción a la cata, impartido por Martín Gómez, quien pone a prueba sus capacidades visuales, olfativas y gustativas.
Algunos de los matices de las cervezas que se ofrecen, de diversos tipos y procedencias, serán desentrañados por los más avezados, aunque el experto remitirá a hierbas, café, cítricos y otras referencias que pasan desapercibidas para los diletantes.
No nos olvidamos del tacto, un sentido que también entra en juego. Ahora bien, Gómez recurre a la ironía para explicar que no se trata de tocar la cerveza con el dedo, sino con la boca, en cuyo interior podrá dejar una huella suave o astringente.
¿Y el oído? Aunque parezca mentira, también. La respuesta tiene truco: todos sabemos que si abrimos una botella y no hace ruido, mala cosa… Aunque aquí, más que recurrir al abridor, la tarea del público pasaría por tirar cañas. Y, para perfeccionar la técnica, es posible participar en un taller de servicio.
Toca probar la herencia de José María Rivera Corral, ahora en manos de la cuarta generación, aunque la quinta ya ha entrado en el consejo de dirección y la sexta tomará algún día el testigo. Un sello propio, el familiar, que caracteriza a la cuarta cervecera de España.
Por la barra y las mesas del MEGA desfilan varios tipos de cerveza, incluidos en la cata final, acompañados de una caña de bodega sin pasteurizar. Aunque si el visitante se queda con ganas, siempre le queda el consuelo de desplazarse desde el polígono de A Grela —donde se ubica la factoría actual— hasta Cuatro Caminos.
Allí, sobre los cimientos de la vieja fábrica, el trasiego es continuo. La Cervecería, emblema de la empresa, presume de ser el local de hostelería donde se sirven más litros de cerveza al año en España. Coloquialmente hablando, es la caña.
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