Este artículo se publicó hace 5 años.
Martí Perarnau: "Hay derrota en este disco, pero creo que no hay fracaso"
Mucho está de vuelta. El proyecto musical capitaneado por Martí Perarnau IV regresa con '¿Hay alguien en casa?', disco que sale a la luz el próximo viernes 25 de enero y en el que la soledad y la tecnología tienen mucho peso.
Madrid--Actualizado a
La revelación le llegó a Martí Perarnau IV (Manresa, 1985) durante una rave en plena Costa Brava hace un par de veranos –asegura nuestro protagonista que sin el influjo de sustancias estupefacientes–, pinchaba gente como Daphni de Caribou o Four Tet y el catalán, que ya por aquel entonces trapicheaba con la electrónica, terminó por ver la luz. “Me abrió los ojos; me di cuenta de lo sanador que es el poder de la música”. Aquella sensación –“libre y terapéutica”– redimió al músico durante la manufactura doméstica de su último trabajo, ¿Hay alguien en casa? (Kartoffel Kollektiv).
“Me volví un poco loco, establecí una relación musical con mi portátil similar a la que tenía de chaval cuando cogía la guitarra en mi cuarto”. Basta escuchar los primeros compases de su próximo disco para entender lo dicho. Perarnau trae bajo el brazo un remolino de sintetizadores que a base de manipular frente al ordenador –“he comido mucha pantalla”, advierte– ha logrado humanizar. “Me gusta pensar que he conseguido encontrar sonoridades emotivas, algo íntimo y personal, orgánico si me apuras, aunque odio esa palabra”.
Y junto a ese código empático emerge una voz que se da de bruces con una realidad que se antoja distópica. Un sálvese quien pueda que el de Manresa a duras penas digiere y cuyo hastío vierte a bocajarro en líneas sin filtro. Una catarsis que encontró –curiosamente– de saldo a través de una app. “Compré por Wallapop una máquina de escribir antigua y empecé a escribir como si de una metralleta se tratase… Fue un gran alivio”. Se podría decir que el músico encontró en la fisicidad de la tecla analógica lo que quizá anhelaba entre comandos y capas cibernéticas. Fue ahí donde surgió el germen de lo que, más tarde y tijera mediante, se convertiría en el libreto de un disco gestado en estado de ebullición.
“Hay derrota en este disco, de eso no cabe duda, pero creo que no hay fracaso”, concede el músico. Lo que no hay es derrotismo. El desasosiego puede llegar, también la alienación, pero conviene no agachar la cabeza, mantenerse en la brecha sin cejar en la búsqueda: “Si no tuviera esa necesidad de encontrar nada ya no haría música, en ese sentido todavía tengo la sensación de seguir luchando”. Una lucha desigual que Perarnau no rehúye aunque salga escaldado: “Escribir canciones es en gran medida un viaje personal, un mostrarse sin corazas y un intentar averiguar qué es lo que quieres decir”.
Abrirse en canal
Cuenta Martí que fue Ricky Falkner –amigo, productor del disco y miembro de Egon Soda, entre otros muchos quehaceres– quien vaticinó que el próximo disco de Mucho sería un tributo al valor de la amistad en tiempos líquidos. Confiesa Martí que lo intentó, pero que fue incapaz de condensar en una tonada lo que supone la hermandad. En su defecto, volcó en ¿Hay alguien en casa? un aire intimista que, asegura, habría sido imposible sin la complicidad de su núcleo duro. “El proceso de creación del disco fue muy solitario y el resultado muy confesional, por eso tenía pudor a la hora de mostrarlo y ellos supieron darme la confianza que necesitaba en cada momento”.
Abajo las máscaras. Perarnau colabora, produce y toca con quien le requiere, solo faltaría. En ello va su sustento y a ello se debe –“me paga las facturas”, apostilla–. Lo que ocurre de puertas hacia dentro, en cambio, son altos menesteres. Innegociable. “Para mí este disco era una necesidad vital y como perdí la esperanza de poder vivir de mi proyecto, si hay alguien que lo escucha bienvenido sea, y si no al menos nos habremos salvado nosotros mismos. Da la sensación de que la música española vive instalada en el éxito y que todo aquel que tiene un grupo vive de la música y eso es mentira. Fuera máscaras”. Que así sea.
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