Este artículo se publicó hace 13 años.
Marín, un fotógrafo con bujías
La Fundación Telefónica publica un libro con imágenes inéditas del inmenso archivo del reportero gráfico de principios de siglo
Un fogonazo y aparece Ricardo de la Cierva, lanzando una maqueta de avión en un concurso de modelos de aeroplanos, en la Marañosa (Madrid), en 1933. En el cerro sopla y los espectadores van abrigados hasta la cabeza. Las boinas son minoría frente a los sombreros. España crece, quiere volar y disfruta con los avances tecnológicos, cuando todavía el autogiro de Juan de la Cierva no ha cruzado los cielos. Cuando lo haga, en 1934, el fotógrafo Luis Ramón Marín, que ya había estado presente en las pruebas diez años antes, se subirá a otro para retratarle en pleno vuelo. En 1927, Marín ya había cruzado España por los aires, de Madrid a Barcelona, cámara (pesada) en brazos.
Un fogonazo más y la luz imprime en la placa de cristal a Jules Vedrines, junto a su aeroplano, en 1911. Un año antes, otro francés, Lucien Mamet, el 23 de marzo de 1910, organizó la primera prueba aérea en Madrid. Desde aquel día la aviación se convirtió en un gran fenómeno, con concursos y espectáculos. La afición y la curiosidad crecían y un numeroso público se acercóa ver la tercera y última etapa del raid aéreo París-Madrid. El célebre aviador Vedrines fue el ganador de la carrera, y Marín estaba allí para retratarle. Marínhizo del aviador la viva imagen de la vanguardia parisina, con su jersey blanco de lana de cuello vuelto, la chaqueta oscura, la gorra y el cigarrillo ladeado.
Marín sintió pasión por la conquista de la tecnología, el vuelo y la velocidad
Cuatro años después de la exposición que obligó a rehacer la historia de la fotografía española, Rafael Levenfeld y Valentín Vallhonrat, comisarios y responsables del tratamiento digital del fondo fotográfico de Marín (más de 18.000 negativos en la Fundación Pablo Iglesias), amparado por la Fundación Telefónica, ponen el foco sobre la atracción que sentía el reportero por las máquinas, con la publicación del libro Máquinas (editado por Telefónica), en el que se muestra su interés por la conquista de la tecnología, el vuelo, la velocidad, por cielo, mar y tierra.
"Es un documento visual realmente poco habitual. Las motos y los coches no eran los deportes rey de la época", explica Levenfeld. De hecho, Marín fue precursor entre los reporteros gráficos en adquirir una motocicleta (Indian) para acudir con rapidez a la noticia. Marín registró el futuro en tiempo presente, bajo el testimonio de la cámara. La novedad, la revolución técnica de una sociedad que quería despegarse de las brumas del siglo XIX en la segunda década del XX. La vanguardia y la modernización de una sociedad que se desperezaba, que se aclaraba las legañas de regímenes atávicos y obsoletos, llegaba a toda velocidad.
Un 2% de su trabajoFue precursor entre los reporteros gráficos en adquirir una motocicleta
De los más de 18.000 negativos (la mayoría en placas) que han llegado hasta hoy, sólo han visto la luz unos "300, aproximadamente un 2%" de su trabajo. La mayoría de las fotografías que ahora se dan a conocer en el nuevo libro son inéditas y corresponden a tomas que el fotógrafo hizo entre los años 1910 y 1934, cuando Marinetti proclama que su automóvil es "más hermoso que la Victoria de Samotracia", Picabia pinta el Niño carburador, Faulkner se inscribía en el Royal Flying Corps canadiense para participar en la guerra europea, D'Annunzio firmaba la primera novela de aviadores Quizá sí, quizá no y Saint-Exupéry declara que sólo desde el aire se verá la faz de la Tierra. A Marín le gusta lo moderno. "Marín tenía un carácter valiente y aventurero", dice Levenfeld.
Fogonazo y aparece un hombre colgado de un cable que sujeta la carpa de un circo. Es un autorretrato, es Marín. Nadie sabe cómo ha podido hacerse esa foto imposible, pero él sonríe bajo el abrigo y gorra, con su alza en el pie izquierdo por una leve disfunción. Un tipo intrépido, tan pionero como los sujetos a los que retrataba.
El trabajo de Marín busca la particularidad de caracteres de sus retratados. "Él fotografió los sucesos con absoluta proximidad. Por ejemplo, Brangulí, otro fotógrafo esencial para entender el paso del XIX al XX, lo hacía desde un ángulo más distante. Cuando digo que Marín se implicaba me refiero a que lo hacía emocionalmente", señala Levenfeld. A cada acontecimiento que se acercaba retrataba con su cámara de placas a los intérpretes con minuciosidad y complicidad. No era habitual. Pero Marín no era normal.
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