Este artículo se publicó hace 6 años.
Día das Letras GalegasLa maestra extremeña a la que Franco retiró el pasaporte por enseñar gallego
El Día das Letras Galegas homenajea a María Victoria Moreno, la escritora y pedagoga que vinculó la defensa del idioma de Galicia a la lucha por la libertad y la justicia social
A Coruña--Actualizado a
A María Victoria Moreno el franquismo la mantuvo vigilada buena parte de su vida por culpa de una historia de amor. Porque, como ella acostumbraba a decir, se enamoró del gallego, ese tipo tan equivocado para cualquier mujer de la época que se prestara a plegarse a los dictados del nacionalismo españolista que ostentaba el poder.
Una lengua, además, que no era la suya, y que sólo conoció de adulta. Pero de la que se encandiló al llegar a Galicia, y que acabó utilizando como la herramienta principal de su producción literaria y de su compromiso con la democracia y la justicia social.
María Victoria Moreno Márquez es la personalidad homenajeada hoy en el Día das Letras Galegas, una celebración que glosa cada 17 de mayo, desde 1963, la figura de aquellas personas destacadas por escribir en gallego o por defenderlo. En ella coinciden esas dos circunstancias, aunque en su caso se añaden otras dos que también merecen destacarse.
En primer lugar, no era gallega, sino formalmente extremeña, nacida en 1939 en Valencia de Alcántara, un pueblito cacereño cercano a la frontera con Portugal, hija de madre malagueña y de padre toledano. En segundo lugar, era mujer. Y no hay que olvidar que de los 56 intelectuales, poetas, novelistas, filósofos, pintores, dramaturgos, trovadores y artistas que han protagonizado el Día das Letras desde que la Real Academia Galega instituyera la celebración hace otros tantos años, sólo cuatro (Rosalía de Castro, Francisca Herrera Garrido, María Mariño y María Victoria Moreno) han sido mujeres.
Del medio centenar de intelectuales y artistas que han protagonizado el Día das Letras sólo cuatro han sido mujeres
Además de escribir en gallego o de haberse destacado en su promoción y defensa, para que una persona pueda encabezar la conmemoración del Día das Letras la RAG también exige que lleve al menos diez años muerta. María Victoria falleció hace trece en Pontevedra, a donde se había trasladado en 1963 cuando a su marido, invidente, le dieron una plaza de profesor en el Colegio de la Organización Nacional de Ciegos Españoles.
Ella también era maestra, como su madre, y fue en Pontevedra donde empezó a impartir clases de gallego casi en la clandestinidad. Primero, utilizando las horas lectivas de sus aulas como profesora, y posteriormente catedrática, de Lengua Española en el Instituto Masculino de la ciudad. Después, como voluntaria y sin cobrar, en entidades como la Asociación de Amigos da Cultura de Pontevedra o el Ateneo [Republicano] de Ourense, entidades que la Dictadura consideraba puntos habituales de reunión de los opositores al Régimen en Galicia. A ella le retiraron el pasaporte en 1974 como represalia por su colaboración con esas organizaciones.
María Victoria llegó a Galicia después de un periplo vital inusual para una joven de su edad en la España franquista. De Extremadura, sus padres se mudaron a Segovia, ciudad que abandonó con 14 años para estudiar bachillerato en Barcelona gracias a una beca. Al terminar, se licenció en Filología Románica en Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid.
El flechazo con el idioma de su tierra de acogida le llegó de la mano de Xesús Alonso Montero, intelectual gallego y factótum del Partido Comunista de Galicia durante el franquismo, a quien conoció cuando fue destinada provisionalmente a un Instituto de Lugo, y quien se convirtió pronto en su principal valedor. “La actitud ante el idioma, la ética y el compromiso con sus hablantes los heredé de quien fue mi maestro”, decía de él.
La época en la que aquella maestra se enamoró del gallego fue muy dura para quienes también lo amaban. La Dictadura franquista prohibía su enseñanza en las escuelas públicas, consideraba una afrenta su uso en cualquier instancia oficial y ridiculizaba y descalificaba a quienes osaban emplearlo en la calle, o simplemente más allá del entorno familiar. La represión fue tal que llegó a reducir a la imagen de una lengua rica, hermosa y milenaria, sobre la que se había construido la identidad cultural de todo un pueblo, en la imagen caricaturesca de un dialecto zafio y atrasado, símbolo de la incultura y el subdesarrollo.
Contra esa imagen, que lamentablemente el gallego todavía arrastra hoy en algunos ámbitos incluso dentro de la propia comunidad, y contra todo lo que representaba social y moralmente para quienes la sufrían, luchó aquella profesora espigada y de ojos enormes que de niña tuvo que esperar dos años para empezar el bachillerato porque el salario de maestra de su madre, a la muerte de su padre, no podía costeárselo.
En Galicia, María Victoria empezó escribiendo joyitas de literatura infantil (hay quien considera su Mar Adiante, publicada por Edicions do Castro en 1974, la novela fundacional de la literatura infantil en gallego), y terminó convertida en referencia de la sociolingüística en esa lengua. Varias generaciones de gallegos aprendieron también a amarla, contribuyendo así a restaurar la deteriorada imagen de su idioma, a través de los libros de texto de los que era coautora y con los que el gallego volvió a las aulas públicas tras la Transición.
El perfil de Moreno en la Real Academia Galega asegura que decir que era extremeña sólo puede obedecer al desconocimiento de su biografía o la confusión, porque era tan gallega de alma como italiano era Italo Calvino pese a haber nacido en Cuba. Aunque quizá a ella eso era lo que menos le importaba. Al menos, lo expresaba de una forma mucho más sencilla: “Se estou coa xente que amasa o meu pan e mais colle no mar os peixes da miña mesa, tamén quero falar con eles. Falar a súa fala”.
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