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Un notable éxito de 2018 supuso la novela Lectura Fácil de Cristina Morales, tanto que recibió el Premio Herralde de Novela ese mismo año y, al siguiente, el Premio Nacional de Narrativa. Al contrario de lo que el título indica, no es una lectura facilona, el estilo de Morales es complejo para el lector. Destaca la originalidad de la obra y su trasfondo, se atreve a cuestionar a esta sociedad biempensante y al poder blanquecino que la conserva. La realidad social, dibujada por la autora como la principal compuerta para encerrar la libertad humana.
No es una lectura fácil, decíamos, pero menos aún resultará adaptarla y elevarla a la escena o trasladarla a una serie televisiva. Fácil, así se llama una producción de Movistar+ basada en el mismo libro, recibió un sonoro varapalo de la propia novelista cuando se disponía a ser estrenada en el Festival de Donosti. Alberto San Juan, por otro lado, se atrevió con una dramaturgia y dirección teatral y el resultado se puede ver en el Teatro Valle Inclán de Madrid, del Centro Dramático Nacional, hasta el próximo 8 de enero.
Cuatro chicas, familiares entre sí, viven en un piso tutelado en la ciudad. Morales las sitúa en Barcelona, en la Barceloneta. No se entiende muy bien por qué San Juan traslada la historia a Madrid, cuando la ambientación de la trama en la Barcelona activista y asamblearia es completa; cuando hoy las referencias a Barcelona, aunque se hagan desde Madrid, son bien comprendidas. Barcelona, en la novela, es un personaje más, y en la obra de teatro no consigue serlo Madrid.
Cada una de ellas, de las cuatro protagonistas, convive con algún tipo de diversidad funcional. No son "normales", y es que lo normal se define en Lectura Fácil como aquello que acepta y se adapta a las normas. Estos personajes están catalogados con diversos grados de discapacidad. Por ello, desde pequeñas, han vivido en una institución sociosanitaria dependiente de la Junta de Extremadura o bajo la tutela de los Servicios Sociales de la Generalitat de Catalunya (en el papel) o de la Comunidad de Madrid (sobre el escenario). Cualquiera de las instituciones supone una cárcel para ellas de la que, cada una, ha pretendido huir a su manera. Ellas son Nati, Patri, Ángeles y Marga.
San Juan condensa en el espectáculo lo más relevante de una ingente cantidad de información que recoge la novela
La trama teatral se va conociendo mediante el flashback y el flashforward. La labor dramatúrgica de San Juan es digna de mención, pues condensa en el espectáculo lo más relevante de una ingente cantidad de información que recoge la novela. Ciertamente, se pierden escenas poderosas y matices de la narrativa, pero se ganan efectos visuales poderosos gracias a la puesta en escena del director, la escenografía de Beatriz San Juan (un espacio neutro metalizado que "encierra" a los personajes en el escenario, que bien puede ser una clase de danza, un juzgado, una casa okupa, una residencia extremeña, un cuarto de baño…) y la iluminación de Raúl Baena.
Del presente, al pasado, al futuro, al presente, al pasado… Marga escapa de la casa tutelada, pues sufre la dureza de un proceso judicial que decidirá si ha de someterse a una esterilización forzosa. Los valores dominantes no aceptan su relación con el sexo. La policía investiga su desaparición. Marga, en su huida, ocupa una casa con ayuda de un grupo libertario, solo su prima Nati conoce dónde está. Y va a visitarla. Marga le cuenta cómo el grupo anarquista le facilitó la morada y cómo un policía secreta, que se hacía pasar por anarquista de la asamblea, se la tiraba; en el patio de butacas cundirá la sospecha de violación por parte del agente, la violación de la Policía, el abuso de poder.
Quizás sean los prejuicios sobre la propia Marga los que generen esta incomodidad en el público pues, sin embargo, ella cuenta su relación con el agente con toda la naturalidad. Nati le narra, por su parte, su relación con Ibrahim, un chico del grupo de terapia, también con algún tipo de diversidad funcional, en el cuarto de baño del edificio en el que hacen las clases.
En el reparto, de siete personas, hay tres con algún tipo de discapacidad
Ibrahim es interpretado por Marcos Mayo, un actor con diversidad funcional. En el reparto, de siete personas, hay tres con algún tipo de discapacidad. Además de Mayo, Desirée Cascales y Pablo González. El resto del elenco lo completan Carlota Gaviño, Pilar Gómez, Anna Marchessi y Estefanía de los Santos. La difícil composición coral ante un reparto tan dispar y el ensamblaje del equipo como un todo es un logro de la dirección escénica de San Juan. Un reto bien resuelto en el que se alcanza la verosimilitud pese a que las interpretaciones actorales parten desde puntos muy alejados.
Volvamos a la escena principal, Nati y Marga tumbadas, en la casa ocupada por la segunda, la policía merodea. Ambas parientes se sinceran y acaban enrollándose, semidesnudas. Entonces aparece Ibrahim, como en un recuerdo, está presente en el escenario. Y se rememora lo que ocurrió en aquel cuarto de baño. Se masturban, se besan y Nati le hará una felación ante el público. Una escena incómoda, que escandaliza en directo. Escandaliza porque el sexo siempre lo hace en una sociedad biempensante, pero sobre todo porque son cuerpos "no normativos", no se adaptan a las normas. Y eso molesta tanto a las mayorías que se creen perfectas…
Lectura Fácil es, al fin y al cabo, eso. Un grito a la libertad y a la diversidad frente a la opresión que la sociedad genera en aquellos que no se adaptan o no aceptan sin rechistar las normas. Una opresión que se ejerce apartando a la mayoría de la toma de decisiones sobre el rumbo que se ha de adoptar y sobre las propias vidas y su discurrir. Una sociedad en la que los cuerpos se convierten en el punto de partida para ejercer esa libertad y, al mismo tiempo, son la principal cárcel que la prohíbe. Pues la opresión, al fin y al cabo, es generalizada. No se la pierdan.
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