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Actualizado:Tras cazar a muchísimos lectores con Atrapa la liebre, obra distinguida con el premio de literatura 2020 de la Unión Europea, la escritora Lana Bastašić (Zagreb, 1986) acaba de publicar Dientes de leche (Sexto Piso en castellano y Periscopi en catalán). Se trata de un libro que reúne 12 relatos hilados por el mismo común denominador: abordar las consecuencias intangibles de la guerra a través de los ojos de niños y niñas. La autora tenía cinco años cuando estalló la guerra de los Balcanes, y aunque asegura que no vio el conflicto, sí sufrió sus consecuencias.
Establecida en Belgrado desde el 2019, la pandemia la cogió en Zagreb y como no podía salir de ella aprovechó para escribir estos cuentos donde la inocencia choca con la oscuridad de una sociedad marcada por el sexismo y la xenofobia.
El tema de las madres ausentes ya estaba presente en 'Atrapa la liebre', y en 'Dientes de leche' también está. ¿Por qué ha querido volver?
Esta cosa de los padres y madres ausentes me interesa mucho, porque, claro, es la generación de mis padres, que sufrió mucho: una guerra y una crisis brutal. Y es una generación que tampoco ha podido hacerlo muy bien con los niños. Se hablaba mucho de la identidad nacional, de religión, de política, pero nadie se daba cuenta de que toda una generación estaba creciendo con padres ausentes mentalmente, aunque estén en casa.
Y esto hace que cuando lo lees te des cuenta de las dimensiones de un conflicto bélico y sus consecuencias.
Exacto, esto es lo que deja consecuencias a los de mi generación y a las de después. Es algo que se queda, como una especie de radiación que perdura años y años, también dentro de la lengua. Y no solo por las cosas que se dicen, sino por las cosas que no se dicen. Nosotros, como adultos, pensamos que los niños se olvidan de estas cosas, pero ya sabemos que no. Al fin y al cabo, nosotros hemos sido niños... Subestimamos sus emociones, sus miedos, cómo ven el mundo y nos olvidamos de que son seres humanos con un universo tan complejo como el nuestro, aunque tengan un lenguaje más sencillo. Además, estos primeros siete años de vida son unos años formativos y determinantes que definen cómo será una persona después.
Nos tiene acostumbrados a libros incómodos con historias poco amables. ¿Es una voluntad literaria?
Es lo que me interesa a mí. Cuando alguien me dice que escribir es muy terapéutico, yo digo que para mí no lo es demasiado. Entonces también hay gente que me pregunta qué me ocurre dentro de la cabeza, que escribo cosas muy oscuras, pero a mí me interesan estas cosas de la vida que tienen un punto de horror y también los momentos formativos. Porque pienso: si yo lo escribo y al menos un padre o una madre antes de gritar a sus hijos o tener determinadas reacciones se lo piensa un poco, pues ya vale la pena.
Hay temas como la xenofobia que aparecen de forma muy sutil y en boca de los niños, como es el caso del último relato cuando uno de los niños dice que el padre ha vuelto de la guerra contra los musulmanes.
Esto va de cómo las cosas que dicen los adultos entran en el lenguaje de los niños, y los niños tienen esa cosa de adaptarlo a un cuento de hadas, a la épica, lo de nosotros contra ellos, los buenos, los malos. Pero en este cuento, después de volver el héroe se dan cuenta de que no lo es, es solo un hombre y se pierde la ilusión. Estas categorías de cristiano y musulmán nosotros las teníamos interiorizadas de pequeños, no sabes qué quiere decir, pero ya te dicen cuál es tu categoría. Esto lo traté mucho en la novela. Por ejemplo, yo no sabía que mi abuela tenía un nombre musulmán, porque utilizaba un nombre parecido, una especie de nickname, y lo vi en su documento de identidad cuando yo tenía veintitantos años. Se lo comenté y me dijo que no utilizara ese nombre. Y esto ocurre mucho, y los niños en sus categorías sencillas van poniendo palabras.
Buena parte de los personajes son niños, y un tema también muy presente en estos relatos de 'Dientes de leche' es el paso de la infancia a la adolescencia. Un paso que en el caso de un par de cuentos lo ejemplifica con la llegada de la menstruación.
Es algo que me interesa mucho, cómo traumas o emociones que no pasan por el lenguaje se quedan dentro del cuerpo y cómo el cuerpo después reacciona con enfermedades, traumas o lo que sea. La sociedad balcánica es todavía muy patriarcal, y, cuando las niñas llegan al momento de la menstruación, todavía es más complicado, porque todavía tenemos la dicotomía de o eres una niña angelical o eres un cuerpo hipersexualizado. Y de repente eres una mujer y piensas que te pueden pasar cosas malas y eso da miedo, pero tampoco te puedes infantilizar para siempre. Para los hombres, según esa identidad machista, el cuerpo es algo muy duro, una muralla; y, para las mujeres, el cuerpo es algo que debe recibir violencia. Y todo esto de cómo los traumas van al lenguaje y pasan al cuerpo, y del cuerpo al lenguaje, me parece muy interesante. Y en lo que respecta a los niños, ya sabemos que si les falta lenguaje lo expresan con el cuerpo.
¿Qué ha sido lo más difícil de escribir en estos relatos?
Para mí el relato de Pan fue muy difícil, porque es el único autobiográfico. Y tardé 20 años en escribirlo, lo tenía dentro, pero no sabía cómo hacerlo, no tenía claro el punto de vista, ni el tipo de lenguaje. Quería poner la ansiedad en el lenguaje y, 20 años después, me puse y lo escribí más rápidamente que otros cuentos porque lo tenía muy dentro. Y después también lo tradujeron, lo publicaron en una revista en Estados Unidos, y en mi ciudad, en Bosnia, una actriz dentro de un autobús hizo un monólogo. Quiero decir, que mi trauma, más tarde, muchas mujeres lo convirtieron en una historia suya, porque al fin y al cabo también lo han vivido.
¿Vuelve a menudo a Bosnia?
Sí, tengo allí a mi madre y a mi hermano, y voy mucho, y no solo a Banja Luka, también voy mucho a Sarajevo, que es una ciudad que me encanta y que tiene un festival de literatura muy bueno.
¿Cómo están las cosas en su país?
La tensión siempre está ahí, es algo no resuelto. La crisis de la covid puso otras cosas sobre la mesa, pero ahora con las elecciones se ha visto que siguen las mismas personas. En Sarajevo hay otro hombre por la parte bosnia, pero por el lado serbio son los mismos. Cuando vuelvo a casa mi madre me dice que no abra los periódicos porque salen las mismas caras, es como una especie de parálisis. Puedo no ir diez años, que me encontraré con la misma propaganda.
¿Porque cree que mandan los mismos? ¿No hay voluntad de cambio o no hay alternativas?
Debido a que creo que la gente ya no tiene esperanza, la gente ya no cree que se pueda cambiar nada. La parte serbia está harta de nacionalismos y de fascismos, pero piensan que no pueden cambiar nada porque los que mandan tienen todo el poder y la gente piensa que da igual si vota o no vota. Y cuando el poder logra llevar a los ciudadanos a este extremo es muy triste. Y los políticos ganan diciendo las mismas cosas sobre nacionalidad y religión. ¡Veintitantos años después seguimos así! Por eso muchísima gente se va. Mira, fui a un festival de literatura en Bruselas, y a la hora de irme, en el aeropuerto, éramos cuatro personas de Bosnia con cuatro pasaportes diferentes, y me impactó mucho. Ellos ganan votos y nosotros nos vamos, pero tampoco puedes ser un héroe en un país donde no tienes trabajo.
¿Qué lectura hace de cómo se está desarrollando la guerra en Ucrania?
Es algo que a nosotros que ya hemos pasado una guerra no nos ha sorprendido, porque estas cosas ocurren. Europa se pregunta cómo ha pasado, y yo pienso: "Pues, mira, llevan años con problemas...". ¿Y en los Balcanes, qué? No era un bosque oscuro, teníamos Coca-Cola, Levi's... y, no sé… me da mucha tristeza. Ahora en Belgrado hemos terminado un programa para dar residencia a escritores de Ucrania. Queremos mostrar que la política oficial de Serbia, que está en el bando ruso, no es el de todos. Pero creo que lo importante es que todo el mundo se dé cuenta de que estas cosas pueden pasar en cualquier momento y en cualquier lugar. Siempre digo que una guerra no comienza con un acto de violencia, comienza mucho antes y comienza con el lenguaje. Por eso debemos cuidar mucho el lenguaje que utilizamos tanto en las redes como en los medios.
Ahora que habla de las redes, ¿la libertad que permiten poder decir lo que se quiera con total impunidad y desde el sofá de casa cree que fomenta discursos más agresivos?
Las redes están polarizando mucho el mundo. El algoritmo está hecho solo para mostrarte tu opinión y rodearte de los que piensan como tú. Y esto no es el mundo. Yo solo tengo Instagram y soy consciente de que es un rinconcito. Y me da miedo, porque los algoritmos están polarizando el mundo y ya hemos visto las consecuencias de ello. Por ejemplo, el brexit fue algo muy polarizado; la elección de Trump, también, y son esas cosas que te demuestran que el mundo está cada vez más polarizado. El centro se está perdiendo. Las formas de hablar son agresivas y si alguien no está de acuerdo contigo lo bloqueas y con ello perdemos diálogo, no hablamos con los que no piensan como nosotros. Leí en algún sitio que lo más subversivo que puedes hacer hoy es dar un like a algo que no te gusta.
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