Este artículo se publicó hace 7 años.
Jorge Ilegal: "Ser políticamente correcto acaba con las libertades y con la cultura"
El documental 'Mi vida entre las hormigas', dirigido por Juan Moya y Chema Veiga, esboza la carrera del líder de Ilegales
Madrid--Actualizado a
Jorge Ilegal tardó en comerse a Jorge Martínez el mismo tiempo que le llevó triunfar en la música. Entre 1982 y 1985, compone tres discos fundamentales del rock español (Ilegales, Agotados de esperar el fin y Todos están muertos) y da el salto a Suramérica, donde el público de sus multitudinarios conciertos parece poseído por el demonio. Aquí, empalma un bolo con otro, epata con sus letras rabiosas y macarras —tan contemporáneas: Europa ha muerto—, toca como dios en una movida de diletantes y se forra, aunque el dinero entra por un lado y se mete por otro. ¿Persona o personaje? ¿Realidad o leyenda?
“Este documental sirve para acercarnos a Jorge y saber quién es: una personalidad poliédrica, rica en matices y muy compleja”, explica Juan Moya, quien ha dirigido junto a Chema Veiga Mi vida entre las hormigas, con el que pretenden “reparar un error garrafal que se estaba perpetuando desde hacía años: no rodar una cinta sobre Ilegales”. No es un documental biográfico al uso ni una aproximación babosa de fans, sino un filme que sonda la cabeza —misión imposible— y hasta el corazón de Martínez. “No nos podemos quedar sólo con una de sus muchas caras, por eso quisimos acercarnos a su figura para desentrañar los misterios que rodean al artista, cuya historia era dispersa y estaba llena de lagunas”.
El cineasta se pregunta “por qué sus canciones siguen siendo frescas y todavía perduran”, mientras el músico asturiano alinea en la pantalla sus soldaditos de plomo —también colecciona unas guitarras de campanillas— o pasa revista a cuatro décadas de agitrock, pues antes de Ilegales lideró otros grupos, como Madson y Los Metálicos. En fin, un documental necesario cuyo DVD viene acompañado de un CD con la banda sonora y de un libreto donde el propio Jorge plasma por escrito lo que ya ha entrado por el ojo y por el oído.
¿Pensó alguna vez en que llegaría a los 62 años?
Ni mis cálculos más optimistas preveían llegar con vida y en estas condiciones a los 62 años, pero aquí estoy.
Está hecho un chaval.
Bueno, últimamente he estado jodido, porque tuve una neumonía por exceso de trabajo. Esto no me pasaba cuando era más joven, pero no por la edad, sino porque no curraba tanto. Últimamente me ha entrado la prisa, porque me he dado cuenta de que he desperdiciado demasiado tiempo divirtiéndome. He tenido una visión excesivamente hedonista de la vida, pero cuando posees determinadas facultades, estás obligado a devolverle algo a los demás. Por eso estoy haciendo cosas que no había hecho antes.
Supongo que ahora tiene que trabajar mucho más que antes para ganar menos dinero.
Sí. Los sueldos han disminuido y en este país se han creado un montón de pobres. Ésa es la tendencia y a Ilegales les pasa lo mismo. Pero bueno, no hemos entrado en esto por dinero, sino porque la música es un envolvente que provoca un placer enorme.
Ilegales jamás se ha arrastrado por los escenarios.
Nunca hemos sufrido un declive. Después de miles de conciertos, quizás hayamos dado uno o dos malos. Porque hubo meses en los que tocábamos casi todos los días. Ese ritmo te enferma y tanto dinero termina jodiéndote. Por no hablar de las carreteras de la época, que eran matadoras y estaban hechas de puro tiempo. Eso acaba con las relaciones entre los miembros del grupo.
¿Cómo se sobrelleva el cansancio y la resaca?
Lo llevábamos fatal. En el libreto de Mi vida entre las hormigas hablo de los peligros que pueden hacer que no crees canciones, y uno de ellos es tener demasiado dinero. A veces, es necesario sabotear tu propia carrera. Llegó un momento en el que la pasta era muy tóxica para nosotros, porque nos distraía muchísimo y nos ponía al alcance de la mano cosas perniciosas para el grupo. El dinero no es tan bueno como parece y a nosotros no nos sentó demasiado bien.
Sin embargo, siempre respetaron el directo.
Los grupos eran muy precarios. Se miraban mucho al espejo y cuidaban sus ropas y peinados, pero luego no sabían tocar. Los Secretos se sabían los acordes y Nacha Pop y Radio Futura se defendían, pero después el nivel bajaba. El problema era que, aunque algunos tocaban mínimamente, no sabían sonar ni tenían conocimientos técnicos. Muchos eran más famosos que nosotros, porque salían en la tele, pero Ilegales éramos los que más vendíamos. Incluso llegamos a alquilar salas para organizar conciertos por nuestra cuenta.
¿Cómo ha logrado sobrevivir?
Hay que tener empuje y capacidad de resistencia. Todos los Ilegales la tienen y pueden afrontar giras a las que otra bandas no sobrevivirían, así como aguantar más noches sin dormir y más dosis de cosas.
¿Lúcido después de tantos excesos?
La lucidez es una llamita inextinguible en medio del exceso, aunque hay momentos en que debes parar las máquinas, sobre todo si entras en coma porque te has pasado muchísimo. Es fácil ir hasta la muerte, porque estamos hechos para ello, pero el regreso de la muerte hasta la vida es difícil, porque no estamos hechos para regresar.
¿La ha visto de cerca?
Unas cuantas veces…
Como gran hedonista, usted ha sido más cigarra que hormiga, ¿no?
Desde luego. Las hormigas son muy cuadriculadas, aunque desconozco qué asuntos tan interesantes tendrán en las profundidades de la tierra. Pero es su vida y la respeto desde que tengo cinco años, porque antes me parecían tan aburridas que las mataba a todas.
Siempre tuvo fama de repartidor de hostias. Las mejores, que diría Ordovás.
Bueno, algunas hostias sí que he dado, pero también he hecho muchas cosas buenas. Por ejemplo, he ayudado a muchos colegas, tanto en cuestiones técnicas como económicamente. Mira, no soy partidario de la violencia, pero de vez en cuando una hostia a tiempo soluciona el problema.
Vanexxa asegura en el documental que es un tío sensible, aunque para percibirlo hay que acercarse demasiado. Peligro…
Claro. Hasta los mayores asesinos pueden tener sensibilidad, por lo que ese comentario no dice mucho a mi favor.
Ha modelado y forzado su personaje, mirándose al espejo de los Sex Pistols.
El escándalo vende. Lo sabían Elvis, los Rolling y, claro, los Sex Pistols. Pero yo ya era así desde niño. Todos querían venir a jugar conmigo y las madres advertían a sus hijos: “Con ése os vais a meter en líos. Caza bichos venenosos, no vayáis con él”. Íbamos a buscar ranas y volvíamos embarrados. Ya de crío vivía de una forma distinta.
¿Se considera un inadaptado social?
Qué va, soy el más adaptado, no me he dejado engañar. “¡Las ranas no son venenosas, señora, no nos engañe!”. Ni los sapos, ni las lagartijas, ni algunas drogas. El cuento de la lechera se hizo para que nadie arriesgue ni haga planes.
¿Qué hizo con la pasta que amasó en sus años gloriosos?
Me lo gasté en guitarras, porque soy un apasionado de la música. Tengo todas las guitarras de mis sueños juveniles, un estudio, una casa en Oviedo y otro par en el campo, una pegada a otra para evitar que un vecino pijo me quiera cerrar el estudio. Me lo he gastado bien... ¿En droga y en bebida? Bastante, pero también he tenido la mala cabeza de dejar dinero a amigos que han tenido problemas y que no podrán devolvérmelo jamás. Pero he hecho bien: ¿para qué es el dinero, cojones? Yo creo que lo he gestionado correctamente.
Europa ha muerto fue una canción visionaria y muchas otras letras siguen vigentes y se ajustan a los tiempos (salvajes) que corren.
El truco es que la naturaleza del ser humano no ha variado en los últimos cinco mil años. La cultura en la que vivimos inmersos, que perdimos y luego recuperamos a través de la Escuela de Traductores de Toledo, se repite, al igual que el individuo. Las canciones de Ilegales entroncan con vicios y con querencias antiguas, por eso son tan certeras. Van en todos nosotros desde siempre, son inherentes a nuestra especie. Probablemente, dentro de cincuenta años sigan siendo actuales, mientras que el Sgt. Pepper's de los Beatles no lo era en 1967. No sé por qué hay un empeño tremendo en defender la contemporaneidad de sus canciones, cuando a nosotros entonces ya nos parecía música déjà vu. En fin, no sé por qué estoy hablando de esto...
Hoy algunas de sus canciones no serían bienvenidas por machistas, homófobas, violentas o no aptas para hippies.
Sí, porque se ha adocenado a la gente y porque los artistas no hemos ensanchado las fronteras de libertad, transgrediendo constantemente, algo que debería ser nuestro deber. Eso ha hecho que todos los biempensantes fueran constriñendo y menguando las libertades individuales y colectivas.
Bienvenido a lo políticamente correcto.
Ser políticamente correcto es una muy mala costumbre que tienen muchos grupos del momento y de mi quinta, pues no sólo acaba con las libertades, sino también con la cultura y con todo. Siempre hay un colectivo que se siente ofendido por cualquier tontería. Pues señores, oféndanse, porque eso significa que ustedes están vivos, pero la próxima vez háganlo por algo que no sea una gilipollez.
¿Le gustaría retirarse con Los Magníficos, su banda paralela de boleros, guarachas, joropos y chachachás? Casinos, verbenas, boîtes…
Es una banda interesante, pero en este momento tengo que ser tan honesto con ella como lo he sido con mi combo de siempre. Cuando la fuente dejó de dar música para Ilegales, el grupo paró. Ahora no tengo canciones para Los Magníficos, por lo que toca hibernar.
¿Le cuesta más hacer una canción redonda que cuando empezó?
No, ahora fluyen con más facilidad, pero me exijo más a nivel literario. Podría hacer canciones telegrama, como las de antes, pero prefiero que sean más literarias, aunque requieran un mayor esfuerzo. En fin, más que un compositor, soy un buscador de canciones.
¿Le tiene miedo a la soledad?
Al contrario, la valoro muchísimo. La soledad es una forma de compañía. Para ver un cuadro de Velázquez —probablemente, el primer impresionista—, hace falta distanciarse un poco, una cierta perspectiva. Del mismo modo, la soledad también es necesaria para entender el mundo y la propia compañía.
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