Javier Gallego Crudo: "La reacción retrógrada es tan feroz porque España ha avanzado más de lo que querían los ultras"
El periodista y presentador del programa radiofónico 'Carne Cruda' debuta en la novela con 'La caída del imperio'.
Madrid-
El periodista y locutor Javier Gallego Crudo debuta en la novela con La caída del imperio (Random House), un artefacto experimental donde se superponen las capas: mientras unos amigos salen de marcha, otros marchan contra el sistema en la ciudad que vio nacer en 1975 al presentador de Carne Cruda. Una historia sobre la amistad y varias historias sobre las generaciones perdidas, con el trasfondo del 15M y el sueño de cambiar sus vidas —y, de paso, el país—, aun a riesgo de caer en la frustración y en el desencanto.
Una crónica espídica de la generación del 15M.
La caída del imperio es una novela sobre la generación del 15M, que ha resultado ser muchas generaciones posteriores, porque viven en la misma precariedad e incertidumbre. También de otras anteriores que han tenido que enfrentarse a momentos de crisis y que, ante esas situaciones, han sufrido un desencanto y generado un movimiento de rebeldía contra el mundo recibido. Esa juventud intenta cambiarlo a mejor, pero luego la realidad no satisface sus expectativas.
¿Yo soy piterpán porque el mundo me ha hecho así?
Uno nace y se hace. Los jóvenes que represento en la novela provienen de un bienestar que los convierte en piterpanes disfrutones que se evaden en la fiesta, aunque también llegan a un mundo donde las posibilidades se vienen abajo y lo que tienen delante es un abismo. Para no lanzarse a ese abismo, se quedan vocacionalmente en ese limbo piterpanesco.
Sin embargo, también son un poco piterpunkis, porque su forma de habitar ese limbo es una protesta. O sea: "No podemos salir de aquí, con lo cual vamos a intentar convertir esto en otro mundo, porque el que nos habéis dado es inhabitable. Vamos a habitarlo de una manera radical, transgresora, insumisa e insubordinada". Por ello, son piterpanes por obligación, pero piterpunkis por vocación.
Salir de marcha o marchar contra el sistema.
Quise unir las dos marchas, la festiva y la política, porque hay algo que las une. La evasión de la juventud es la única respuesta frente a una realidad que no se puede vivir. Si estoy viviendo en una cárcel, ¿qué puedo hacer? Escapar. Y esa escapada no es una rendición ni una cobardía, sino una manera de oposición. Siempre se habla de la evasión en períodos más hedonistas, aunque en uno de crisis supone una forma de enfrentamiento, de defensa e incluso de ataque.
"Nosotros no vamos a evitar vuestro mundo de mierda y por eso nos evadimos de él". Evidentemente, hay una evasión que se puede perder en la nada, pero la huida también puede conectar con una marcha para intentar cambiar ese mundo. De hecho, los personajes de la novela debaten entre escaparse y no mirar atrás o huir de frente para intentar transformar el mundo.
El hedonismo como ariete o como escudo.
La evasión y la diversión encierran un concepto peyorativo, porque parece que solo son formas hedonistas y egocéntricas de actuar. Al contrario, pueden ser una forma de hacer comunidad y piña, de encontrarte contigo mismo, de conectar con tus propias emociones y pensamientos... O sea, también es política, porque en la noche se transgreden muchas normas y, con la música, se expresan el descontento, la ira y la rabia. No siempre es un hedonismo estéril, también una respuesta lógica e incluso el motor de una respuesta rabiosa.
¿Drogarse es político?
Drogarse es absolutamente político. Siempre se nos ha dicho: "Cuidado con drogarnos demasiado, porque estaremos atontados y seremos fácilmente manejables". De hecho, se ha utilizado la droga para arrasar generaciones enteras y tener a la juventud domesticada. Y también se nos droga con sustancias legales, desde el Orfidal hasta el Valium, para anestesiarnos.
Ahora bien, el uso recreativo de la droga también puede ser subversivo. Desde los bohemios hasta los artistas más transgresores han probado las drogas para alcanzar otros estados de conciencia y como forma de romper las normas y de salir de la convención social. El uso de las drogas claro que es político, porque en realidad todo es político: se utilizan para escapar del control, pero pueden llegar a controlarte. Ese es el gran debate.
¿Nos hemos drogado por encima de nuestras posibilidades?
Toda la humanidad se droga a veces por encima de sus posibilidades y otras menos de lo que debería.
¿Para recrear el estadio del paraíso artificial hay que escribir desde la sobriedad terrenal?
Yo escribo sobrio para producir ebriedad. Es la literatura la que tiene que drogarte. La palabra es la droga.
Ojo, no estoy haciendo una apología de las drogas. Es un tema de debate muy interesante. Yo estoy a favor de la legalización de las drogas, porque algunas legales y aceptadas socialmente han arrasado con muchas más vidas y producido mucha más destrucción que otras ilegales, como el alcohol. Y en ocasiones nos han drogado con antidepresivos y ansiolíticos por encima de nuestras posibilidades. Ahora bien, para hablar de todo esto necesitaríamos más tiempo [para que no haya malinterpretaciones].
La experimentación en la literatura.
Quería que La caída del imperio fuera una experiencia total. Es decir, una novela que te provoque los estados de ánimo y de conciencia que están sintiendo los personajes; que el cómo —el estilo— fuera parte del qué —la trama—; y que te sumergiera hasta formar parte de ese grupo de jóvenes. Como es muy lisérgica, espídica, vertiginosa y, al mismo tiempo, muy intimista, reflexiva y emocional, pensé que podía generar ese estado de ánimo a través de la psicología y de las sensaciones. Espero que la novela produzca conmoción.
He tomado técnicas del modernismo literario, desde el flujo de conciencia hasta el psicologismo extremo, así como todas las experimentaciones que vinieron después, como las de la generación beat, para producir esa sensación inmersiva y total. Es una novela experimental, del mismo modo que también experimentan los personajes. Quería que el lector estuviese dentro, no fuera, saliéndome de la escritura convencional, porque precisamente hablo de personajes poco convencionales en ambientes anticonvencionales.
No es el yo, sino el nosotros.
Yo quería hablar del nosotros. De hecho, voy a fundar una asociación en contra de la autoficción. En general, las vidas de muchos escritores no son tan interesantes como las vidas que inventan. Yo he inventado la trama de la novela, pero conozco sus ambientes, porque he estado en esos bares y en esas noches. Quería recuperar las novelas del nosotros —o sea, de personajes— y hablar de lo colectivo, no de lo individual.
¿Podrían haber imaginado los personajes la irrupción de la ultraderecha como contrapeso al 15M y a Podemos?
En aquel momento no lo habríamos imaginado. Pensábamos que todos íbamos a ir hacia adelante y que aquel movimiento, muy transversal en su inicio aunque luego lo condujo la izquierda, sería de progreso. De hecho, se ha progresado tanto que ha habido una reacción de retroceso, entonces quizá imposible de augurar.
La humanidad avanza tropezando y retrocediendo, a veces dejando a muchas personas en el arroyo y en las cunetas. Sin embargo, tras aquel estallido de emoción y de ganas de cambiar el mundo, era difícil pensar que volveríamos atrás, pero la humanidad lo ha hecho todo el tiempo. A veces se avanza tanto que el poder y la clase privilegiada nos hacen retroceder.
El legado del 15M.
Todo fue tan fulgurante —a pesar de que parezca lejano, ha ocurrido en muy poco tiempo— que resultó devastador para quienes lo protagonizaron desde las distintas líneas del frente. Pese a la decepción que le provocó a mucha gente, el 15M ha dejado muchas huellas. Por ejemplo, consiguió lanzar a un partido político que en una década cambió el país de manera radical, implantar la actual pluralidad del Congreso y democratizar España.
Hubo avances sociales que cristalizaron en leyes que han aumentado los derechos y las libertades. El feminismo aprovechó el empuje y los mimbres del 15M para ser un movimiento transformador y vanguardista. Puso sobre la mesa muchos de los debates actuales, desde la precariedad hasta la vivienda. Fue un vuelco a la conciencia, aunque ha quedado mucho por hacer, pero vamos lentos porque vamos lejos.
Los avances son innegables, al igual que el desgaste, porque fue demoledor el cambio que se intentó hacer y demoledora también la respuesta para acabar con una transformación que les pareció excesivamente radical.
La reacción retrógrada es tan feroz precisamente porque se ha avanzado mucho. Mucho más de lo que pensaban y mucho más de lo que querían la derecha y los ultras, por lo que han intentado destruir cualquier avance de las maneras más ruines, desde las cloacas del Estado hasta las campañas de persecución, acoso y derribo. Eso quiere decir que se ha ido lejos, de ahí que la respuesta fuera brutal.
¿Qué ha sido de Madrid, otro personaje de la novela?
Yo hablo del Madrid de las catacumbas, del Madrid subterráneo y del Madrid excéntrico, que también es una forma de protesta y de escapar del Madrid centrista, centrípeto y egocéntrico. Un Madrid que se convierte en un gigantesco centro comercial que está haciendo inhabitable la ciudad, cuya almendra se ha convertido en un gran supermercado y en un paseo turístico donde el precio de la vivienda es inasumible.
Así se rompe el tejido social, a través de los pisos turísticos y de una gentrificación salvaje que puede terminar echándonos de ese Madrid del que yo hablo, que resiste en esos márgenes, en esas grietas y en esos bajos fondos.
¿A quién votan hoy los personajes de la novela?
No votan al mismo partido. Decidir dónde estarían hoy los personajes corresponde a los lectores, porque el trabajo del novelista es contar sus vidas hasta donde tiene conocimiento. A partir de ahí, ellos pueden ser tan autores como yo a la hora de pensar en qué habrá sido de los protagonistas.
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