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"Nos imaginamos a Cleopatra como una 'femme fatale', pero lo que era atractivo era su discurso y su conversación cautivadora"

Gemma Puigvert i Marta Oller, autores de 'Quan el poder el tenien les dones' (La Magrana, 2024) a la llibreria Laie.
Gemma Puigvert y Marta Oller, autoras de 'Quan el poder el tenien les dones' (La Magrana, 2024), en la Librería Laie. Públic

Gemma Puigvert y Marta Oller son profesoras de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), de Filología Latina y Filología Griega, respectivamente. Ahora, ambas han publicado Quan les dones tenien el poder (La Magrana, 2024), un libro que se centra en el liderazgo femenino en la antigua Grecia y en Roma, surgido de la investigación que pusieron en marcha gracias al Premio de Excelencia Docente de la UB que recibió Puigvert en 2020.

El objetivo detrás de esta publicación, según Oller, era explicar que "las mujeres también estaban presentes", así como "dar un lugar de dignidad" a los textos literarios y "mirarlos de otra manera". Algunas de las conclusiones que las filólogas extrajeron de la investigación son que "la voz pública femenina era molesta" y que, al contrario del imaginario colectivo, las mujeres también fueron protagonistas en ámbitos tan masculinos como la guerra, la política o el comercio.

¿Las mujeres en la antigua Grecia y Roma que mostraban liderazgo lo hacían solo en momentos de necesidad o bien tenían la inquietud de revertir los roles tradicionales?

Gemma: En la mayoría de los casos son mujeres que lideran en momentos determinados, pero que luego regresan al ámbito que les es natural, el hogar. Cuando emergen, lo hacen por incapacidad o ausencia de sus maridos o porque asumen la regencia de los hijos aún menores de edad. Son liderazgos puntuales.

Con respecto a revertir los roles, creo que una de las mujeres que no estaba nada cómoda con el papel que le tocó por generación fue Fulvia (una de las esposas de Marco Antonio). Si hubiera vivido en otras circunstancias, probablemente habría tenido un protagonismo superior porque actuaba en todos los ámbitos que tradicionalmente habían estado vetados para ellas, como la política o la milicia. Algunas fuentes incluso la han llegado a calificar de tan masculina que decían que de mujer solo tenía el cuerpo.

Marta: Hay que distinguir dos cosas. Tenemos mucha información sobre las mujeres que ocupaban altos cargos, como es el caso de Fulvia, que sí tenía un cierto margen y podía intentarlo, pero después tenemos a la gente que regentaba, por ejemplo, una taberna. Si las taberneras querían sacar adelante un negocio durante años, tenían que luchar contra todo porque vivían en una sociedad androcéntrica y patriarcal.

Un caso muy interesante es el de Semíramis (legendaria reina de Asiria), que se mueve entre el mito y la historia. Ella era consciente de que no necesitaba un hombre para seguir reinando. De hecho, accedió al trono y no buscó ningún marido, tenía amantes y los mataba, porque sabía que si se casaba quedaría en segundo plano.

¿Semíramis tenía la voluntad de mantenerse en el poder, pero la mayoría de las mujeres ni se lo planteaban, quizás?

Gemma: Exacto, sabían que eran roles que no les pertenecían. Traspasar el umbral de su casa suponía entrar en ámbitos tan tipificados como masculinos que ni ellas mismas se planteaban perpetuarse en el poder. También es cierto que había niveles de influencia. Tenemos mujeres privilegiadas, pero si vamos a la epigrafía, encontramos liderazgos menores. Pienso en Aselina, una de las taberneras más conocidas de Pompeya. Debía ejercer cierto poder, porque a pesar de que las mujeres no eran electoras ni elegibles, descubrimos un grafiti de la época en el que ella pide el voto para un determinado candidato.

¿Por qué en el mundo de la religión cívica sí tenían permitido ocupar cargos de influencia?

Marta: Tanto en Grecia como en Roma practicaban una religión politeísta. Tenían divinidades femeninas muy importantes, patronas de ciudades, como Atenea. Estas diosas tenían sacerdotisas que podían ejercer un liderazgo porque tenían una representación pública y participaban en actos y rituales. Esto era extraño, sobre todo en el mundo griego, donde tenían un papel público muy reducido. De alguna manera influían en la política.

¿Las mujeres eran escuchadas o solo eran transmisoras de voces masculinas?

Gemma: Es curioso, porque en ámbitos como el del teatro, en el que la asistencia era abierta a todos, a las mujeres se las ridiculiza cuando la habla es pública. Se dice que son farragosas y que tienen un timbre de voz molesto. De hecho, a las mujeres que son elogiadas porque tienen ciertas cualidades consideradas masculinas se les atribuye una voz más grave.

"La voz pública femenina era molesta"

Como dices, son transmisoras. En el campo de la oratoria vemos mujeres que defienden causas de otras mujeres, como Hortensia, que se convierte en representante de una masa femenina que sale a protestar porque les exigían un impuesto. Ellas salen al foro a reivindicar que no quieren pagar porque no tienen ningún derecho civil. Hortensia no era una persona cualquiera, era la hija de un gran orador y las fuentes históricas dicen que no era ella quien hablaba, sino que era el espíritu del padre que salía a través de su boca. La voz pública femenina era molesta.

Marta: La pitonisa de Delfos también es un buen ejemplo. Ella decía frases sueltas, un poco enigmáticas, y eran los sacerdotes quienes las interpretaban. La voz pública de la mujer podía ser escuchada, pero venía mediada por la de los hombres.

A pesar de que fueran interpretadas por actores y no por actrices, en el ámbito del teatro había personajes femeninos con voz propia que servían para poner sobre la mesa problemáticas sociales.

Marta: Sí, pero sus verdades muchas veces no tenían ningún efecto. Los autores trágicos usaban estas figuras femeninas porque precisamente eran marginales, no formaban parte del poder.

Gemma: En Roma, el único género teatral donde las mujeres podían salir a escena era el mimo. Las actrices no podían hablar y, además, tenían muy mala consideración, igual que las bailarinas. Eran actividades que se asociaban a la prostitución, a una vida ambulante, de entrar en contacto con mucha gente y de exponer el cuerpo.

¿Era la civilización romana más permisiva que la griega?

Gemma: Hay diferencias. En el caso de Roma, hacia finales de la República se dieron una serie de cambios a nivel legislativo que favorecieron que las mujeres tuvieran un protagonismo superior. Se pasó del matrimonio cum manu, en el que la mujer pasaba de la autoridad del padre a la autoridad del marido, a un matrimonio sine manu, en el que la autoridad en el nuevo hogar quedaba más diluida. La esposa tenía capacidad de gestionar las herencias y el patrimonio familiar, lo que le daba una capacidad económica importante. La figura del tutor se relajaba y ellas ganaban más independencia económica.

Cuando Cicerón está en el exilio, su esposa gestiona el patrimonio e, incluso, concierta el matrimonio de su hija, que era una acción que correspondía al padre. A Terencia se le reconoce un coraje, una cualidad masculina. La misma palabra virtus lleva incluido el término vir, hombre. Pero se le tolera, porque cumple con el resto de las cualidades femeninas esperables y encaja en el modelo de matrona romana.

¿Las mujeres que destacaban en la esfera pública lo hicieron emulando comportamientos masculinos, o bien destacaron por cualidades vinculadas a una educación más emocional y cooperativa tradicionalmente femenina?

Algunas mujeres pertenecientes a dinastías reales tomaban roles relacionados con los hombres

Marta: Vemos ambas cosas. Las mujeres que actúan en la mediación de conflictos lo hacen con solidaridad y cooperación. Está documentado tanto en Grecia como en Roma. Si dos ciudades se enfrentan, las mujeres toman la responsabilidad de reconciliar las comunidades asociándose entre ellas. Se ve claro en el mito fundacional del Rapto de las Sabinas.

Luego tenemos las mujeres que forman parte de dinastías reales que adoptan roles tipificados como masculinos. El funcionamiento de poder va más ligado a esta autoridad de imponerse, no solo a través del diálogo o de la persuasión, sino también de la fuerza. Lo vemos con Olimpia, madre de Alejandro Magno, que lucha para conseguir que el reino quede dentro de su dinastía.

¿Cómo eran percibidas estas mujeres? A las reinas bárbaras se las tenía en mejor consideración.

Gemma: Dido (fundadora y reina de Cartago), Zenobia (reina de Palmira) y Semíramis eran reinas reconocidas. Hemos llegado a la conclusión de que se las ve con buenos ojos, es decir, que el elemento femenino no es condenado porque son pueblos extranjeros, por lo tanto, se trataba de ridiculizarlo. Era una manera de decir que el poder extranjero se feminiza, que es tan bárbaro que incluso lo gobierna una mujer.

Marta: En el caso de Esparta, hay una lectura de admiración porque las mujeres son diferentes y se les enseña a utilizar un lenguaje directo, con respuestas sintéticas y punzantes, pero a la vez es visto por los atenienses como un pueblo decadente porque ellas gobiernan y se entrenan al aire libre. Todo esto lo sabemos de fuentes literarias.

¿Hay falta de información?

Gemma: Al final, tenemos fuentes literarias escritas por hombres que hablan de las mujeres privilegiadas. Por eso intentamos, en este libro, combinarlas con fuentes epigráficas que nos ofrecen otros ejemplos. Siempre decimos que intentamos acercarnos al máximo a la realidad de las sociedades, pero que hay que ser muy prudentes.

¿Por qué todos estos nombres de mujeres no han llegado al gran público?

Marta: Y las que han llegado, lo han hecho con una visión muy concreta. Si pensamos en Cleopatra, nos viene a la cabeza la actriz Liz Taylor, una mujer guapísima. Pero en sus textos, el historiador Plutarco explicaba que no era particularmente bella. Lo que era atractivo es que tenía discurso y una conversación cautivadora. Era políglota, capaz de hablar con todos en su lengua.

Nos imaginamos a Cleopatra como una femme fatale, pero en realidad era una dinasta que intentaba mantener la independencia en su reino, igual que hacían los hombres.

Gemma: Nos ha llegado este dibujo de fuentes imperiales que querían desprestigiar a Marco Antonio y Cleopatra.

Marta: Nos dimos cuenta de que nuestros conocimientos sobre las mujeres de la antigüedad han mejorado mucho en los últimos años, pero no llegaban a las aulas. Por dinámicas de aprendizaje o estructuras mentales que hemos adquirido de una manera casi inconsciente, cuesta cambiar la manera de presentar el mundo antiguo.

¿Como docentes llegaron a esta conclusión?

Gemma: Los mismos alumnos decían, por ejemplo, que habían oído hablar de todas las figuras que rodeaban a Fulvia, pero que de ella no sabían nada. Romper con estas dinámicas no ha sido fácil.

Marta: También se hace evidente en la visión de la mujer y la guerra. Siempre se las ha etiquetado como víctimas. Y es cierto, pero queríamos hacer un capítulo hablando de mujeres que actuaron y que fueron agentes en conflictos bélicos.

Gemma: En el capítulo hablamos de las guerrillas urbanas. Mujeres que participan en una especie de kale borroka. Cuando hay un ejército que invade, que está a las puertas de la ciudad, hay colectivos de mujeres, a veces acompañadas de niños y ancianos, que salen y lanzan piedras y flechas. Las mujeres también estaban ahí y se trataba de dar un lugar de dignidad a todos estos textos y mirarlos de otra manera.

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