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Los últimos años del franquismo en Barcelona sirven como telón de fondo a El día de mañana, basada en la novela homónima de Ignacio Martínez de Pisón con guion de Alejandro Hernández, para contar una historia de personajes. Hombres y mujeres buscando su sitio en el mundo durante una etapa de la historia de España que se ha explorado poco en la pantalla y que es “muy gris, muy en blanco y negro y muy sombría”, como la describe Mariano Barroso, director de la serie, en una entrevista con 'Público'.
“Nosotros nos propusimos contar ese blanco y negro pero hacerlo de manera luminosa porque entendíamos que así es cómo lo vivieron los personajes y cómo lo necesita ver el público, identificándose con ellos de manera que no confundas lo que estás contando con la forma de contarlo. Intentamos darle un poco una estética de cuento, un poco de buscar la luz dentro de esa oscuridad que había en la época”, resume el cineasta sobre qué es y qué se puede esperar de El día de mañana, una miniserie de seis episodios que se estrena este viernes en Movistar+ en la que ambientación, historia (real y de ficción) y personajes viajan en sintonía en torno a un Justo Gil (Oriol Pla) que ejerce como sólido centro neurálgico de todo.
El día de mañana es, sobre todo, la historia de este joven, “un chico perdido que necesita identidad y que tiene arrojo y fuerza. Lo que pasa es que no tiene guía. Tira millas, va tirando como puede y se va perdiendo por el camino, pero podemos decir que es un superviviente. Va tapando con parches que nacen de una buena intención pero tiene que engañar. Se ve obligado, por necesidad, a pasar por encima de la gente. Podemos decir que se pasa por el forro, y lo digo con mucho cariño, cualquier concepto moral o de respeto”. Así lo define Oriol Pla, encargado de dar vida a un personaje tremendamente complejo y lleno de matices que empieza siendo un chaval de provincias que llega a Barcelona con la única intención de salvar a su madre y acaba siendo arrastrado por su propia ambición a un mundo de mentiras y trampas en el que deja infinidad de víctimas en el camino.
Uno de los aspectos que mejor funciona en El día de mañana es el hecho de que su protagonista, Justo, se da a conocer por sus actos, sí, pero sobre todo por lo que los demás piensan de él. Un trepa, un estafador, un embaucador nato, un tipo amable y cercano, un pobre chaval que solo quiere prosperar, un buen hijo, un buen amigo, un mal novio… “Justo es un poco todas esas cosas, es algo que ya estaba en la novela. Es como la vida, todos somos alguien diferente”, explica Mariano Barroso, en cada una de nuestras facetas. Para entenderlo pone como ejemplo esos testimonios que suelen verse en las crónicas de sucesos en las que conocidos o familiares de un asesino definen a este como un buen vecino o un hijo ideal. “Siempre es así, la persona corrupta no lo es de manera consistente todo el rato. Cada uno cuenta un poco lo que ha vivido con él. Hay uno que dice ‘pues era una rata’. Otro, Kim, que le ayudó mucho en la vida. Carmen dice ‘pues todavía no sé quién era’. Eso es parte de la tensión de la serie, saber quién era. Lo hemos utilizado mucho como una de las preguntas, de la tensión para intentar descubrir quién ese tío”, añade el director.
Justo Gil es un enigma como personaje y es la gran pregunta sobre la que se edifica El día de mañana. Oriol Pla le toma el pulso a su alter ego en la pantalla hasta el punto de llenarlo de tantos matices que resulta imposible de definir. Algo que no fue sencillo de transmitir ya que los episodios no se rodaron de manera cronológica y depende del capítulo, incluso de la escena, la impresión varía. Esta se encuentra en constante movimiento, como él mismo. “A veces funciona como espejo. Ves a Justo según tú eres, según tu experiencia, tu percepción. Así es, como decía Mariano, como funciona la vida, que todos percibimos a los demás en relación a nosotros mismos. A veces se nos olvida y parece que nuestra percepción es objetiva. Nada más lejos de la realidad”, analiza Aura Garrido, otro de los puntales de la serie. Ella es Carme, un personaje poco explorado en la ficción audiovisual española, en palabras de Barroso. Huérfana a una edad temprana y adoptada por unos tíos a los que adora, es la representación de toda una generación, la de nuestras madres. “Mujeres de su tiempo, a las que de repente la vida y la sociedad les da la posibilidad de empezar a hacerse cargo de sus propias narrativas”, explica Garrido.
Los caminos de Carme y Justo se cruzan accidentalmente en una época convulsa. De hecho, la escena en la que se conocen arranca con la carga de los ‘grises’ contra un grupo de manifestantes con sotana que protestaban al grito de libertad. El destino les une y ella se deja arrastrar, no sin alguna reticencia al principio, por ese arrojo y ese magnetismo que desprende aquel vendedor de máquinas de escribir con la cabeza llena de proyectos empresariales que la embauca cambiando su vida para siempre.
Junto a ellos, Mateo, un policía que, en palabras de Jesús Carroza, quien le da vida, “lo que quiere es ganarse la vida tranquilamente y a medida que van pasando los capítulos se va planteando una serie de cuestiones que no sabe si seguir por ahí o no”. Con Gil establece “una extraña relación de amor odio en la que ambos se necesitan”. Son como las dos caras de una moneda que se complementan. “Uno se busca la vida desde el orden y la ley. El otro, desde el negocio y el trampeo” como lo resume Pla. Ellos tres construyen El día de mañana y quienes sirven de vehículo para retratar cómo era vivir en la Barcelona de aquellos años.
Una serie rica en detalles que no juzga
Pese a ambientarse en una época tan compleja de la historia reciente de España en la que la oscuridad reinaba en muchos aspectos de la sociedad, que nadie espere juicios de valor hacia los personajes. Todo se ha hecho, según explica Oriol Pla, “intentando no juzgar mucho. Hay escenas en las que se toca la heteronormatividad, el fascismo como norma, la escalada neoliberal… pero sin juzgarlas. Nuestros personajes no se lo plantean, nuestro personaje está ahí torturando y eso es lo normal”. Porque entonces la vida era así y lo que se ha intentado es reflejarla lo más fielmente posible atrapando sus claroscuros y buscando cierta luz en la manera de narrar lo que le interesa contar a la serie.
Decía Barroso que lo que han pretendido es “darle un poco una estética de cuento, un poco de buscar la luz dentro de esa oscuridad que había en la época”. Y lo han conseguido midiendo cada detalle, en el vestuario, la música, la luz, las fiestas de los niños bien de la alta sociedad barcelonesa… Fueron años grises, pero en El día de mañana hay luz, color. “Está muy buscado todo eso”, explica el director, “había que hacerlo atractivo para el espectador sin falsear la realidad, sin falsificarla, porque también cuando mostramos las partes más sombrías de la policía hay menos color, pero la luz y el sol sigue entrando por las ventanas igual”.
Así es como lo vivían Justo, Mateo y Carme. Para el primero, según Barroso, Barcelona era como Nueva York, “el lugar donde todo iba a ser posible”. Sin “formación política ni ideológica” él a lo que va a la ciudad es a salvar a su madre y lo que se encuentra son “miles de posibilidades de buscarse la vida y de trepar. Descubre que se le da bien y para él es una historia de iniciación”, continúa el nuevo director de la Academia del Cine, para quien los tres personajes principales de la historia se parecen en eso. Porque Mateo también está buscando su sitio, al igual que Carme, quien “empieza muy en deuda con su tío porque le ha salvado de una situación tremenda que le ha tocado vivir, quiere saldarla y mantenerse siempre agradecida pero a la vez quiere vivir y descubrir lo que es la vida y descubrir cuál es su sitio en el mundo”.
Aunque de entrada pueda parecerlo El día de mañana no es la historia de una época, sino la historia de unos personajes que vivieron en un periodo de tiempo determinado, cómo eso condicionó su biografía y cómo atravesaron ellos aquellos años convulsos dentro de una sociedad española en la que la violencia policial estaba normalizada, los homosexuales eran tratados como enfermos y ser mujer acarreaba ciertas problemáticas inherentes a su género. Según su director, lo que hace distinta a esta serie, lo que le ayuda a destacar en el actual aluvión de estrenos es que “más que querer contar la historia de España en esos años es querer contarla desde el drama de los personajes”. Menciona Las bicicleta son para el verano, de Fernando Fernán Gómez, como el ejemplo de una historia en la que, como en la que el cuenta aquí, “la situación histórica es el telón de fondo sobre el que ocurre todo lo que a esta gente de verdad de le importa”.
Para Aura Garrido, “es una serie de personas cotidianas. A mí, como espectadora, me gustan las historias de nosotros, de la calle, de la vida. Creo que esta serie es muy completa porque habla de todas las facciones sociales que había en la Barcelona de la época. Al final, tú no puedes contar una historia si no cuentas todos los puntos de vista y las vivencias que están teniendo”. Algo en lo que coincide su compañero de reparto, Jesús Carroza, para quien lo que hace distinta esta producción es que “se conoce a los personajes desde distintos puntos de vista” y no solo a Justo Gil.
Al final, como resume Oriol Pla, El día de mañana “habla, por un lado, de nuestra memoria. Habla también de la juventud en tiempos convulsos como pueden ser los de ahora, aunque no tanto como en esa época que salíamos de la dictadura. Hay mucha riqueza, música, thriller, muchos colores, la estética… es trepidante”.
Todo eso contado en formato serie, no película de muchos capítulos, que no es lo mismo. Los tempos que se manejan en El día de mañana, su estructura, su narrativa con los de una serie, dividida en seis episodios que alimentan y generan la necesidad de continuar buceando en la historia de Justo Gil y quienes le conocieron. A su favor juega el hecho de que, como explica su director, “cada capítulo cuenta una unidad de tiempo. Cada episodio trata una época, empieza y termina. De alguna manera, está construida para que cada entrega cuente una trama, haga una pregunta y se responda o no al final. Teníamos muy claro que tenía que ser de alguna manera autoconclusiva o que acabara siempre con algo para que el siguiente capítulo empezara desde otro estadio”. Así lo hace y funciona combinando la historia real con la de sus personajes en un equilibro entre realidad y ficción en el que la ambientación arropa el profuso trabajo de guion, dirección e interpretación que hay detrás.
Sobre si los lectores de la novela de Ignacio Martínez de Pisón quedarán satisfechos con la adaptación, Oriol Pla cree que sí, pero también advierte que la serie no puede contener tantos detalles como el texto original y que por eso hay saltos. A lo que añade que, por otro lado, eso también resulta interesante porque “quien quiera leer a novela, ahí esta. Pero hacer la novela otra vez no hace falta. Es interesante como Mariano y Alejandro hacen su versión y te da un color diferente de eso”.
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