MADRID
Apta solamente para fanáticos incondicionales del patriotismo cafre de barras y estrellas y rifle en la mano. Terminantemente prohibida para admiradores del Clint Eastwood cineasta portentoso. No se recomienda que la vea nadie que ame el cine, al ser humano, que crea en el diálogo y en la paz sin armas. 15:17 Tren a París, la nueva película de Eastwood, la peor de toda su carrera —plana y por momentos pésimamente rodada— es uno de los panfletos más irritantes y retrógrados de los últimos años.
Inspirada en los hechos reales ocurrido el 21 de agosto de 2015 en el tren Thalys de alta velocidad número 9364 que se dirigía de Ámsterdam a París, la película está interpretada por tres de los auténticos protagonistas de los hechos, unos jóvenes norteamericanos de viaje por Europa: Alek Skarlatos, antiguo miembro de la Guardia Nacional de Oregón, destinado por un tiempo a Afganistán; Spencer Stone, un antiguo cabo de aviación del Ejército del Aire de Estados Unidos, y el amigo de ambos Anthony Sadler.
En el trayecto a París, redujeron a un supuesto terrorista, Ayoub El Khazzani, un hombre de origen marroquí que antes de ser detenido solo pudo disparar contra uno de los pasajeros del tren. Los americanos y un ciudadano inglés, Chris Norman, actuaron rápidamente y detuvieron al individuo. Tres días después, el entonces presidente francés, François Hollande, les concedió la Legión de Honor en un acto oficial en el Elíseo.
Eastwood, al lado de Dios
Clint Eastwood, que comienza su película siguiendo con la cámara al supuesto terrorista en la estación sin mostrar su rostro —para eso se guarda una funesta secuencia—, va combinando lo ocurrido en el tren con la historia de los tres norteamericanos —del británico, ni pío— desde su infancia en un colegio católico. Amigos desde entonces, la historia se centra especialmente en Spencer Stone, un niño obsesionado con la guerra, con un arsenal espeluznante de armas de paintball en su armario y que por la noche reza muy entregado a Dios: “Señor, haz que sea el instrumento de tu paz”.
Si el ardor desmesurado por el ejército y el patriotismo rancio de la película dan grima, no son estos los únicos momentos escalofriantes de la película. La secuencia de las madres de los soldados mentando, otra vez, a Dios cuando la maestra de los chicos les dice que van atrasados en lectura y no se concentran y que probablemente sufran el Trastorno por Déficit de Atención (TDAH), es pavorosa. Eastwood, al lado de Dios despreciando a la ciencia.
"Hay que actuar"
¿Dónde están el talento de Gran Torino, la sabiduría de Mystic River, la elegancia de Medianoche en el jardín del bien y del mal, la humanidad de Million Dollar Baby, la genialidad de Sin perdón….? ¿Dónde está ese Clint Eastwood? Éste, el del concentrado de barras y estrellas, no tiene ni la dignidad de disimular su propio ego. Carteles de sus películas en las habitaciones de los chicos, camisetas con su rostro… ¿La imagen del héroe americano? Desde luego si algo se puede decir a favor de este Eastwood es que no se esconde, no oculta sus intenciones, no disimula ni un poco… todo directo y de frente.
De frente también coloca a François Hollande al final de la película soltando al espectador el discurso de los héroes —“hay que actuar”—, y representando, gracias a la, esta vez sí, pericia de Eastwood con la cámara, a los europeos, a Europa, agradeciendo la intervención de los norteamericanos en la nueva guerra contra “el infiel”.
Nacido en América
Insoportablemente torpe, no hay nada sutil en esta película, contra la que ha embestido otro de los veteranos estadounidenses, Oliver Stone, durante su estancia en París donde se celebra un ciclo de su cine. “Clint Eastwood hace películas pro estadounidenses muy fáciles de hacer. Si yo quiero hacer un largo acerca de soldados estadounidenses en un tren, encuentro el dinero sin problemas”, ha declarado en una entrevista con Le Figaro, donde juró que él no haría jamás una película como El francotirador. En aquella, Clint Eastwood contaba la historia de Chris Kyle, el francotirador más letal de EE.UU., responsable de la muerte de más de un centenar de iraquíes. Era el comienzo de su particular cruzada, una guerra que empezó con ganancias millonarias.
"Narrar historias heroicas o hacer películas sobre héroes cotidianos no ha sido una decisión consciente", ha escrito el cineasta en las notas de producción de la película, donde añade: “cuento las historias que llegan a mi conocimiento y me interesan. Algunas hazañas son excepcionales, y beneficiosas para la sociedad, y resulta agradable poder contar una historia así”. La de “unos chicos normales que tenían un destino aún más importante de lo que podían llegar a imaginar”. Tres hombres que se convirtieron en héroes, casi con toda seguridad si atendemos al relato de Eastwood, por haberse entrenado con el ejército americano, ¡por haber nacido en América! “!Y desplegará su hermosura estrellada, sobre tierra de libres, la bandera sagrada!”
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