Este artículo se publicó hace 5 años.
Clint Eastwood, por encima de Hollywood, de la policía y de Trump
El cineasta reparte consejos a diestro y siniestro en su nueva película, ‘Mula’, una especie de ideario republicano magníficamente envuelto, con sentido del humor, talento cinematográfico y una gran historia real de fondo.
Madrid-
“Ha vivido tanto que ya no tiene filtro”, le dice un matón del cartel de Sinaloa a otro refiriéndose a Earl Stone, un nonagenario que se ha convertido en su mejor ‘mula’. El viejo lo oye: “Yo creo que nunca lo he tenido”. Y esas palabras son mucho más de Clint Eastwood que de su personaje. Si hay una cosa, además del portentoso talento como cineasta, que hay que respetar en Clint Eastwood es su desafiante coherencia. Su nueva película Mula es un ejercicio, tal vez el último, de un artista que se ha ganado sobradamente la posibilidad de hacer lo que le dé la realísima gana.
Mula es un pulso del cineasta a la industria del cine, una especie de resurrección del espíritu ‘por mis cojones’ del sargento Highway. “He bebido más cerveza, he meado más sangre, he echado más polvos y he chafado más huevos que todos vosotros juntos, capullos”. Es la película de un republicano en la corte de los demócratas de Hollywood, sin trampa ni cartón, sin disimulos y con toda la elegancia de su cine, la solidez de una roca, la memorable interpretación de una leyenda… y la desfachatez de un conservador americano en tiempos de Trump.
"Cuando vienen mal dadas"
La película está inspirada en la vida de Leo Sharp, un horticultor de Detroit y veterano de la Segunda Guerra Mundial de 90 años que, cuando estaba a punto de arruinarse, se convirtió en la mejor ‘mula’, el tipo que transportaba la cocaína, del cartel de Sinaloa por EE.UU. Eastwood leyó la historia en 2014 en un artículo del New York Times Magazine y decidió llevarla al cine.
En la ficción, él mismo interpreta a este hombre, Earl Stone, un viejo solitario que ha vivido dedicado a sus plantas y a sus viajes de feria en feria con sus lirios. No destinó su tiempo a su familia y ahora se arrepiente. A punto de perder su negocio y su casa, “cuando vienen mal dadas”, se tropieza con la posibilidad de ganar dinero “solo por conducir”.
El arrepentimiento, el perdón, el ‘sagrado’ concepto de la familia tradicional, un racismo y una homofobia que él considera benévolos –aunque ello no exista–, un machismo casposo que para él no es nada agresivo, un patriotismo que le da derecho a todo… conforman al personaje, un tipejo bochornoso al que Clint Eastwood pretende que se le adore. Desde su mirada, Earl es un viejo de 90, con unos férreos principios morales, que se convierte en una especie de Robin Hood de Illinois, dando dinero a su nieta, a sus vecinos, a los amigos… y, naturalmente, con la terrible conciencia, una vez que lo descubre, de que está trabajando para los narcos.
La soberbia del blanco patriota
¿Qué hace posible soportar casi dos horas a un viejo cascarrabias que llama condescendientemente ‘negritos’ a otros –“siempre he querido ayudar a unos negritos”–, que no se lo piensa dos veces cuando el capo mexicano le pone dos prostitutas en la cama, que sonríe con malicia cuando se tropieza con unas ‘bolleras moteras’…? ¿por qué se intenta salvar a un personaje que, en el colmo de la soberbia del blanco patriota, da consejos y bromea con los jóvenes matones de la droga?
Por el talento, por la inteligencia cinematográfica, por el don de la actuación, por la mirada, por el sentido del humor, porque hasta en estos cuentos morales conservadores eso de los buenos y los malos no queda del todo claro y porque es Clint Eastwood. Y lo que en otros resultaría una apestosa, ridícula y patética ocurrencia, en Clint Eastwood –y por Clint Eastwood– es una aventura que se disfruta.
"Esta es la última vez"
Mula parte de una historia genial. El reparto es y está impecable –Bradley Cooper, Dianne Wiest, Michael Peña, Laurence Fishburne, Andy García…–. Eastwood disfruta, y hace disfrutar, cada vez que uno de los ‘soldados’ del cartel mexicano le llama ‘viejito’ y ‘abuelo’. Se regodea en su propia edad, interpretando a un hombre ¡mayor que él! –al parecer inspirado en su abuelo– al que le cuesta ya caminar, todo lo contrario que a él en la realidad de sus 88, casi 89, años. Y porque hay escenas maravillosas en esta película cargadas de intención en las que adoras a este republicano tan arrogante y brillante.
Él es un hombre que ha conducido por “41 estados de los 50 sin una sola multa”, que jura como si le hubieran mentado a la madre que él jamás va “a abrir una bolsa que no es mía”, que se pavonea de que le confundan con Jimmy Stewart y que está tan por encima de la moral de estos días que se ríe con cinismo y hace una feroz crítica de la policía. “Estos son los minutos más peligrosos de mi vida”, dice un hombre latino cuando una patrulla le para en la carretera, un momento desternillante de la película. Un filme que, aunque la vitalidad artística de Eastwood no parezca decaer, podría ser la despedida de este cineasta, un creador que no da puntada sin hilo. Por eso, las palabras que ha decidido que se escuchen en el tráiler de Mula, resultan un poco alarmantes: “Esta es la última vez. Lo juro por Dios. Esta es la última vez. Si de algo sirve, perdón por todo”.
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