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Clara Campoamor: cinco objetos que explican a la defensora del sufragio femenino, el divorcio y el aborto
Una exposición de la Biblioteca Nacional contextualiza la figura de la abogada y diputada republicana a través de 222 obras, documentos, carteles y fotografías.
Madrid--Actualizado a
"Este póster denuncia la alimentación forzosa de las sufragistas en huelga de hambre", señala Rosa María Capel, comisaria de la exposición Clara Campoamor Rodríguez: mujer y ciudadana (1888-1972). "Y esta es una reproducción de las medallas que les daban cuando se negaban a comer en la cárcel, o sea, una especie de condecoración militar", añade Capel mientras ejerce de guía en la muestra organizada por la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, Acción Cultural Española y la Biblioteca Nacional de España, donde podrán verse objetos, documentos y fotografías vinculados a la abogada y diputada en las Cortes de la Segunda República, de cuyo fallecimiento se cumplen cincuenta años.
La comisaria deja claro que, para entender su figura, es necesario enmarcarla en un contexto histórico, político y social, no solo español, sino también extranjero, de ahí que la exposición ilustre las reivindicaciones feministas en otros países. "Ninguna persona vive aislada como si estuviera en una urna", explica la comisaria, por lo que las circunstancias que la rodean van a influir en Clara Campoamor (Madrid, 1888 - Lausana, 1972), cuya figura "es un ejemplo fantástico, porque nace mujer en una familia de clase trabajadora y nadie podría decir a dónde iba a llegar", explica. Recorremos la exposición y comentamos cinco obras, a modo de aperitivo, de las 222 que se exponen.
Un telégrafo y una máquina de escribir
El telégrafo como símbolo de la incorporación de la mujer al trabajo, pero también del esfuerzo de Clara Campoamor, quien oposita a los 21 años al Cuerpo de Telégrafos después de colaborar en la humilde economía familiar trabajando como dependiente y modistilla. Tras ser destinada un año en Zaragoza y cuatro en San Sebastián, regresa a Madrid y ejerce como profesora de mecanografía y taquigrafía en las escuelas adultas, tarea que compagina con la de auxiliar administrativa en el Ministerio de Educación. Curiosamente, Campoamor escribirá siempre a máquina, aunque la muestra exhibe uno de sus escasos documentos manuscritos: su testamento.
(Entre otros objetos expuestos, un emisor real y otro de prácticas usados en clases de telegrafía; un telégrafo de impresión directa Hugues y una máquina de escribir Underwood)
Una medalla a las sufragistas en huelga de hambre
Clara Campoamor fue elegida diputada por Madrid en las elecciones de 1931, pese a que las mujeres, paradójicamente, no pudieron votarla. La candidata del Partido Republicano Radical batalló por el derecho al voto femenino, que también contaba con detractores entre los parlamentarios progresistas, pues consideraban que se dejarían influir por los curas, por sus maridos o por los hombres de la casa. El 1 de octubre de 1931 el Congreso aprobó el sufragio femenino y en 1933 ellas pudieron depositar la papeleta en las urnas, aunque Campoamor no pudo revalidar su escaño.
(Entre otros objetos expuestos, la réplica de una medalla que se entregaba a las sufragistas que habían hecho huelga de hambre durante su ingreso en prisión, con el lema "por tu valor", del Museum of London; y un grabado de la primera carrera femenina entre Londres y Oxford, publicado en 1897 en The Herald of Health)
Petición para abolir la prostitución
Su firma, en calidad de presidenta de la Unión Republicana Femenina, figura en este escrito registrado en el Congreso por la Cruzada de Mujeres Españolas, en el que solicitan a los "señores diputados" —en 1931 solo había tres mujeres en el hemiciclo: Victoria Kent, Margarita Nelken y la propia Clara Campoamor— que declaren la abolición de la prostitución reglamentada. Fechado el 25 de noviembre de 1932, habría que esperar casi tres años para la aprobación del decreto que consideraba la prostitución un modo de vida no lícito.
(Entre otros objetos expuestos, propaganda electoral dirigida a las mujeres en 1933 y 1936, incluida una hoja de la Unión Republicana Femenina, fundada por Campoamor)
Feminismo y asociacionismo
Antes de ser diputada, Clara Campoamor estuvo vinculada al movimiento feminista de la España de los años veinte: enseñó derecho en el Lyceum Club, fundó junto a otras compañeras la Sociedad Española de Abolicionismo, formó parte del consejo director de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas y de la delegación española de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad, colaboró con la Agrupación Femenina Socialista, echó una mano en la organización del XII Congreso Internacional de Mujeres Universitarias y participó en la fundación de la Juventud Universitaria Femenina y de la Federación Internacional de Mujeres de Carreras Jurídicas.
Durante años, también estrechó lazos y compartió causas con otras intelectuales de la época, pero para no extendernos en su currículum feminista, basta señalar que en 1931, cuando ya era parlamentaria, fundó la Unión Republicana Femenina en Madrid para defender el sufragio femenino. Además de divulgar los valores republicanos, la organización pretendía que las mujeres participasen en los procesos electorales y se involucrasen en la política, por lo que Campoamor entendió que era necesario que se formasen, de ahí que organizase numerosas actividades y conferencias.
La ley de divorcio
Clara Campoamor defendió la aprobación de la ley del divorcio en el Congreso. El 1 de septiembre de 1931, pronunciaba este discurso: "Hay una profunda ternura en estatuir el divorcio en España, porque no hay matrimonios deliciosos, y es insensato querer condenar a la indisolubilidad del vínculo cuando no haya manera de que se soporten dos en la vida, arrastrando uno de los cónyuges, o tal vez los dos, el peso de esa cadena, a la manera como arrastraban antiguamente los presidiarios aquellas bolas de hierro que marcaban la perpetuidad de su pena".
Poco después de estas palabras, la ley fue aprobada el 25 de febrero de 1932 con el apoyo de sus compañeros de partido, muchos de los cuales le habían dado la espalda en su día cuando se negaron a aprobar el derecho al sufragio femenino.
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