El cineasta Kristoffer Borgli reflexiona sobre la obsesión por la imagen y el éxito en 'Sick of Myself'
Estrenada en Cannes, la película es astuta, por momentos, cruel, incómoda, irritante y divertida, que retrata a los monstruos modernos, hijos de Narciso.
Madrid-Actualizado a
Gilles Lipovetsky, uno de los pensadores occidentales que más atina al hablar de posmodernismo, individualismo y afectación social, lo advirtió muy claro hace ya cuarenta años, "hoy Narciso es el símbolo de nuestro tiempo" (La era del vacío, 1983). Narciso, aquel dios vanidoso y pagado de sí mismo, enamorado de su propio reflejo, hacia el que se lanzó y que le llevó a la muerte. Narcisos por todas partes, con egos enfermizos inflamados en las redes sociales. Son los monstruos modernos de los que ahora se ocupa el cineasta noruego Kristoffer Borgli en su ópera prima, Sick of Myself.
Pocos podrán hoy tirar la primera piedra, pero no todos, afortunadamente, son narcisistas clínicos. Sin embargo, ¡son tantos! y los hay exhibicionistas, venenosos, incluso tímidos. Y entre ellos están los que adoptan una actitud de víctima para llamar la atención que creen que se les debe. Es, justamente, el caso de Signe, la protagonista de esta historia, estrenada en Cannes (Un Certain Regard) y una de las películas más astuta, por momentos, cruel, incómoda, irritante y divertida de los últimos tiempos.
Protagonizada por Kristine Kujath Thorp y Eirik Sæther, la película comienza como un drama romántico, o más bien, 'no' romántico, en el que se muestra la malsana relación que tienen Signe y Thomas, siempre compitiendo. Una pareja que empieza a despeñarse hacia la falta de respeto, la mentira, la envidia y el infierno más egoísta cuando él triunfa como artista contemporáneo. Obsesionada por recuperar reconocimiento y ser centro de atención, Signe maquina una estrategia perversa y extrema.
Empieza a automedicarse con unas pastillas que producen unos graves y terribles efectos en la piel. Y ahí la película da un sorprendente giro hacia el cine del body horror muy inspirado en Cronenberg, y hacia el terror y el humor incómodo. Territorios que el cineasta ya había transitado antes en sus cortometrajes y en los que encuentra una muy buena razón para su arte. "Hay algo en encontrar el humor en los aspectos más oscuros de nuestra psique. Incluso cosas que reconozco en mí como competitividad y narcisismo. El cine me da la oportunidad de explorar lados más oscuros y complejos de mí mismo, de las personas que me rodean o de la cultura", dijo en una entrevista el otoño pasado.
Retrato de esta época
"Es casi una comedia y te puedes reír". Fue la presentación de la película en el Festival de Cannes, cada vez más receptivo al humor negrísimo y perturbador del cine nórdico (ahí está la Palma de Oro para El triángulo de la tristeza, de Ruben Östlund), que ataca los males de nuestro tiempo desde la carcajada.
Sick of Myself es tal vez un poco más salvaje en ese recorrido al hacer esta reflexión sobre nuestra época, obsesionada por la imagen, por crear identidades falsas, en la que nunca antes nos hemos gustado menos de lo que nos gustamos ahora, y donde la arrogancia, la caza constante de reconocimiento y admiración conducen muchas veces a la exhibición desesperada de uno mismo y, en el peor de los casos, al uso de ese victimismo malsano.
Narcisismo y celos
Nacida de la tendencia hace unos años de incluir otro tipo de cuerpos en el mundo de la moda, campañas de "moda inclusiva", la película de Kristoffer Borgli busca la belleza, a pesar de lo desagradable y exasperante que quiere ser voluntariamente. Rodada en Oslo, en verano, el cineasta se esmera por mostrar una luz hermosa y por ambientar el relato, que ha rodado en 35mm, con música clásica.
"Quería plasmar esta historia un tanto incómoda de la forma más bella posible. Quería que tuviera el aspecto y la sensación de ser lo más intemporal posible, tanto para equilibrar la historia tan contemporánea como para aludir a la relevancia inmortal de algunos de los temas, como el narcisismo y los celos. Espero que todo lo que hemos utilizado se traduzca en una hermosa película que retrata cosas terribles", escribe en las notas de producción.
La película en España se presentó en la sección Punto de Encuentro de la Seminci, donde se alzó con el Premio a mejor película y el Premio Jurado Joven. Además, su protagonista Kristine Kujath Throp ganó el premio a mejor actriz en el Festival de Cine Fantástico de Málaga y en el Molins Film Festival. Reconocimientos para historias sobre lo que no nos gusta, sobre la vergüenza y la incomodidad social en la sociedad del éxito. Al final, Kristoffer Borgli está pidiendo, como hizo el siglo pasado Cioran, que aprendamos "a ser el perdedor".
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