Cuando los teatros le bajaron el telón a Franco: así fue la única huelga de actores de la dictadura
Cincuenta años después, sus protagonistas rememoran una movilización en la que participaron Rocío Dúrcal, Lola Flores o Sara Montiel.

Madrid-
Febrero de 1975, se baja el telón. Los actores y actrices teatrales se plantan: no actuarán más hasta que se reconozcan sus derechos laborales. Hartos de trabajar siete días a la semana, con dos pases diarios, reclaman una jornada de descanso y la función única, además del pago de los ensayos, los viajes y las dietas.
Enfrente, Franco. Detrás, un Sindicato Nacional del Espectáculo que no defendía a la profesión.
Fueron a la huelga cuando ese derecho aún no había sido reconocido. Pagaron por ello doblemente: cárcel y multa. Cincuenta años después, algunos de sus protagonistas rememoran la primera y última movilización del sector durante el franquismo.
"Estuvimos nueve días en huelga, pero al poco ya estaban desesperados. Para reventarla, se inventaron todo tipo de historias", recuerda el director y dramaturgo Juan Margallo.
Las falsas acusaciones: aquellos actores que osaron rebelarse contra la dictadura estaban vinculados al FRAP, a ETA o al atentado de la calle del Correo. "Todo era mentira".
Juan Margallo fue uno de los representantes de la Comisión de los Once, una asamblea de trabajadores que se propuso negociar de tú a tú un convenio colectivo que mejorase las condiciones laborales de la profesión, ninguneando al Sindicato Nacional del Espectáculo.
El intento frustrado de presentar una lista alternativa a las elecciones sindicales motivó el inicio de la huelga el 4 de enero de 1975, a la que se sumó la mayoría de los teatros madrileños. "Pasé mucho miedo, pero fue maravilloso, porque estábamos todos juntos", comenta la actriz Petra Martínez, quien dejó de grabar la serie Cuentopos en los estudios de TVE en Prado del Rey.
"Fue bastante raro, porque a mí no me resultaba familiar ni la palabra huelga. Sin embargo, aquella unión supuso un hecho muy importante en mi carrera, porque desde entonces vi nuestro trabajo con más dignidad", añade Martínez. "Era una profesión seria".
El 6 de febrero, durante una comisión informativa en el Teatro Bellas Artes, son detenidos ocho intérpretes, entre ellos Rocío Dúrcal. Tras pasar por la Dirección General de Seguridad, algunos son encarcelados en Carabanchel y Yeserías.
"Sabíamos a lo que nos exponíamos, pero teníamos la fuerza de la verdad y de querer cambiar las cosas", comentaba Marisa Paredes en el documental Mucha mierda, dirigido por Alba Sotorra.
Sin duda, una de las actuaciones más memorables de la profesión. "La respuesta a un régimen represivo tan duro como el franquismo fue emocionante", afirma el actor Roberto López-Peláez, quien desechó su papel en El retablo del flautista, que se esfumó del cartel del Teatro Benavente.
Ahora, medio siglo después, en su cabeza representa otra obra junto a sus compañeros de entonces que podría titularse La huelga de actores de 1975.
Roberto: En aquella época, en la profesión había muchos adictos al régimen. Yo formaba parte de una plataforma clandestina en cuyas reuniones se infiltraba la Policía. Ahí surgieron unas exigencias que el Sindicato del Espectáculo no quería asumir. Entonces nació la Comisión de los Once y de una reivindicación laboral se pasó a una reivindicación política, porque era una representación democrática salida de una asamblea.
Juan: Yo militaba en la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) y era miembro de la Comisión de los Once. Queríamos mejorar las condiciones laborales, porque llegué a trabajar tres meses y medio sin un día de descanso. ¡Catorce funciones a la semana! Era matador. Entraba a maquillarme a las cinco de la tarde y salía pasada la medianoche.
Petra: Paró el teatro, pero también la televisión y el cine. Ver a toda la profesión unida era impresionante: Lola Flores, Sara Montiel, Rocío Dúrcal… Compañeros de todas las ideologías, orígenes sociales y rentas económicas. Mis vecinas me animaban y me decían: "A ver si ya os dan de alta en la Seguridad Social". Fue verdaderamente importante, hasta el punto de que hoy me pregunto: ¿cómo conseguimos entre todos hacer una huelga tan unánime?
Hasta 1986 los artistas no fueron integrados en el Régimen General de la Seguridad Social.
Tres años antes de la huelga, hubo un precedente histórico, cuando Concha Velasco y Juan Diego, durante la representación de La llegada de los dioses en el Teatro Lara, le pidieron al empresario Conrado Blanco un día de descanso a la semana, lo que motivó su despido.
Entonces, una asamblea de trabajadores hizo presión y logró el día semanal de descanso en febrero de 1972. Sin embargo, pese al acuerdo alcanzado con la patronal y el Sindicato Vertical, muchos denunciaban que seguía sin cumplirse tres años después, cuando tuvo lugar la primera huelga de actores del franquismo.
Regresemos a la función, donde los protagonistas de entonces toman la voz.
Roberto: La movilización fue creciendo hasta llegar a todos los sectores del espectáculo. Había un miedo real porque las asambleas eran muy vigiladas y, en algunos casos, reprimidas, pero se imponía la emoción de ver a los compañeros defendiendo sus intereses.
Petra: Fue muy bonito, aunque pasamos miedo.
Juan: Se desató una ola de solidaridad impresionante, no solo en España, sino también en otros países: Francia, Italia, Hollywood... El apoyo del mundo del espectáculo fue total.
Roberto: ¡Qué impresionante recibir telegramas de actores italianos mostrando su solidaridad, como Marcello Mastroianni y Monica Vitti! Gracias a la presión social, los detenidos fueron puestos en libertad.
Juan: Sí, pero hubo que pagar multas de entre 100.000 y 500.000 pesetas, que logramos reunir haciendo colectas.
Lola Flores medió en la liberación de Rocío Dúrcal, "una persona concienciada que se entregó completamente a la causa", según Roberto López-Peláez. También se solidarizó con la protesta Sara Montiel, quien en una asamblea dejó claro que "con nuestro pan y nuestro trabajo no puede jugar nadie".
La Lola de España argumentó en cambio que no podía dejar de actuar porque "le debía mucho al del Pardo", según López-Peláez, aunque llegó a cancelar un bolo en la sala Xairo alegando que estaba afónica, "pero sin adherirse a la huelga", asegura el actor. "Hasta que detuvieron a Rocío Dúrcal, su comadre, y ahí ya dijo que estaba con sus compañeros".
El 7 de febrero, el diario Informaciones titula: "Hasta Lola Flores se declara en huelga". La noticia también se hace eco de que la noche anterior, en la capital catalana, habían cerrado todos los teatros menos dos: "Los actores barceloneses se sumaron así a una huelga que se extiende como mancha de aceite por todo el mundo del espectáculo". El reportaje No hay función, publicado días más tarde en el ABC, subraya que Lola Flores "suspendió por solidaridad una actuación".
Ignacio Martín Pina, responsable institucional de la Unión de Actores y Actrices, considera que la huelga de 1975 "es la derrota más productiva que se ha vivido en el sector, porque a raíz de ella se materializó una serie de cuestiones que hasta ese momento eran inimaginables, como la función única o el día de descanso".
El fruto de la protesta no fue inmediato, pero la herencia llega hasta hoy. "Para nuestro sindicato supone un antecedente porque fue un primer paso de los profesionales para autoorganizarse y para poner por delante sus condiciones de trabajo, a la vez que defendían un modelo diferente de país", añade Ignacio Martín Pina, quien cree que desde entonces "ha habido avances, aunque se partía de muy abajo".
"La precariedad ahora mismo es característica de un sector definido y atravesado por la intermitencia", lamenta el portavoz de la Unión de Actores y Actrices. O sea, entre una y otra actuación media la cola del paro o el pluriempleo en diversos oficios. Los ingresos, además, son magros. El 77% de los artistas ingresan menos de 12.000 euros anuales, según un informe sociolaboral de la fundación AISGE.
Por ello, Roberto López-Peláez y sus compañeros de lucha quieren organizar un acto para conmemorar la histórica movilización y, de paso, denunciar que medio siglo después sigue siendo un oficio precario. "La situación en el teatro es terrorífica y va a peor", concluye el actor, quien recuerda que, además de una reivindicación laboral, "nos enfrentamos al franquismo porque el derecho a la huelga no existía".
Curiosamente, la obra donde fueron detenidos los actores se titulaba Los peces rojos.
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