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Christine, la 'maldita bastarda' judía que saboteó y espió a los nazis sin desnudarse

Amazing Améziane ilustra la lucha del Ejército Secreto de Churchill contra Hitler en el cómic 'Mata nazis'.

La espía Christine Granville luchó contra los nazis de Hitler en la Segunda Guerra Mundial.
La espía Christine Granville luchó contra los nazis de Hitler en la II Guerra Mundial. Warsaw Ghetto Museum

Cuando Krystyna Skarbek fue entrevistada por el Servicio de Inteligencia Secreto, las mujeres que trabajaban en el SOE apoyaron su candidatura, pues comprendieron que ella podría abrirles camino en el MI6, lo que les permitiría dejar atrás sus tediosas labores de intendencia y secretariado.

El SOE no tenía nada de socialista, más bien al contrario. Era la sigla de la Dirección de Operaciones Especiales, que llevaba a cabo labores de espionaje y sabotaje contra las potencias del Eje, también conocida como el Ejército Secreto de Churchill.

Sus miembros no se andaban con chiquitas. Practicaban la guerra —más bien la guerrilla— sucia, un todo vale contra Adolf Hitler, de ahí que muchos judíos que habían sufrido el nazismo en carne propia se alistasen para combatirlo… ¡incluso disfrazados de oficiales de las SS! No extraña que el SOE también fuese bautizado como el Ministerio de la Guerra Poco Caballerosa.

Krystyna Skarbek, hija de un banquero polaco, también era judía. La invasión de su país la pilló en Nairobi, aunque tras superar la entrevista en Londres partió como espía infiltrada hacia Polonia, donde apuntaló la resistencia y decidió extender las redes clandestinas a la vecina Hungría, cuya frontera cruzaba a menudo sobre sus esquís.

Los nazis no vigilaban el paso porque estaban convencidos de que en invierno era intransitable, aunque no contaban con que Krystyna fuese una formidable esquiadora que, para franquear los montes Tatras, se hacía acompañar de un campeón olímpico en la disciplina.

Christine Granville, una de las protagonistas del cómic 'Mata nazis', de Amazing Améziane.
Christine Granville, una de las protagonistas del cómic 'Mata nazis', de Amazing Améziane. Flow Press

"Kristina Skarbek, luego conocida como Christine Granville, fue una reina de la belleza polaca —elegida miss Varsovia en 1930—, una condesa sin herencia y una espía. La favorita de Winston Churchill", explica Amazing Améziane, autor del cómic Mata nazis (Flow Press). "Comenzó a luchar en 1939, cuando los tanques nazis invadieron Polonia, y lo siguió haciendo durante toda la guerra".

El dibujante y guionista subraya una de sus características singulares: "Logró convencer al primer ministro británico de que las mujeres podían hacer más cosas que ser un tarro de miel, es decir, una trampa seductora y lujuriosa [para sacar información al enemigo]". Ya saben, el consabido sexpionaje, que no ha sido un terreno exclusivo de las mujeres, como pueden leer en Haz el amor y no la guerra fría.

Amazing Améziane —quien la describe en el prólogo como una espía con un "valor sin igual que llevó a cabo misiones que ningún hombre habría podido y sin desnudarse"— ya había perfilado en otras novelas gráficas a figuras históricas como Muhammad Ali o Angela Davis. Sin embargo, en esta ocasión el personaje es colectivo, los malditos bastardos, llevados al cine por el protagonista de otro cómic del autor francés, Quentin Tarantino.

Por Mata nazis transitan héroes fascinantes e incluso celebridades de la literatura y el cine, como Ian Fleming, el creador de James Bond, o Christopher Lee. Ojo al dato, porque el asunto se complica y la realidad termina superando a la ficción: David Niven y Anthony Quayle, actores en Los cañones de Navarone, pertenecieron al SOE.

No es difícil imaginarse que Ian Fleming podría haberse inspirado en aquellos espías para modelar al Agente 007, del mismo modo que Joan Bright, una secretaria con acceso a los informes secretos con la que tuvo una relación sentimental —aunque quedó bastante escaldada—, sirvió para esculpir a Moneypenny. Pero no adelantemos acontecimientos ni paralelismos, para no destripar la entrevista a Amazing Améziane que reproducimos abajo.

Volvamos a Kristina Skarbek o Christine Granville: "¡Cómo no iba a contar la historia de esta mujer!", exclama el viñetista, quien enumera sus gestas y proezas.

"Atravesó fronteras con tal facilidad que incluso los británicos pensaron que era una agente doble. Pero no, ¡ella era así de buena!".

"Su viaje de Polonia a Egipto por carretera en 1941 fue una hazaña. Tras limpiar su reputación, dos años después se incorporó al SAS (Servicio Aéreo Especial). En 1944 saltó de un avión en el sur de Francia [los sabotajes de este cuerpo de fuerzas especiales retrasaron la llegada de las tropas alemanas a Normandía tras el desembarco de los aliados]".

"Su arma favorita era la granada porque podía matar a más nazis y atemorizar al resto. Sin embargo, su sonrisa casi siempre la ayudó a evitar problemas".

"Una noche, en medio del campo, ella y sus amigos partisanos esperaban la entrega de suministros. Pero de repente apareció un bombardero Stuka, atraído por sus luces en forma de ele. Los nazis empezaron a dispararles, pero Christine no se movió del sitio para darles tiempo a sus compañeros a esconderse bajo los árboles. El Stuka no acertó y, cuando regresó para tirotearlos de nuevo, ella había desaparecido bajo los árboles".

Amazing Améziane ilustra la lucha del ejército secreto de Churchill contra Hitler en el cómic 'Mata nazis'.
Amazing Améziane ilustra la lucha del Ejército Secreto de Churchill contra Hitler en el cómic 'Mata nazis'. Flow Press

Antes de responder a unas preguntas sobre los malditos bastardos y su estupenda novela gráfica, Amazing Améziane recuerda que ha recopilado más anécdotas sobre la espía preferida de Churchill, pero que ha optado por reservarlas para un nuevo libro. "Me sedujo de tal forma que pronto haré un cómic sobre ella".

Christine Granville no es la única mujer que protagoniza el libro.

En los relatos bélicos o en el western, las mujeres suelen estar ausentes de la historia principal. Yo quería que al menos dos de los seis narradores del libro fuesen mujeres, para que contasen lo que vieron o hicieron. Una de ellas es la secretaria del general Colin Gubbins, Joan Bright, quien conocía todos los secretos porque todas las órdenes de las misiones se leían en su oficina sin ventanas.

No sorprende que se haya interesado en aquel "ejército clandestino que asoló la Europa nazi".

La historia del Ministerio de la Guerra Poco Caballerosa me fascinó porque, incluso siendo un aficionado a la Segunda Guerra Mundial, nunca había oído hablar de él. Así que seguramente era algo que a los lectores les encantaría descubrir, al igual que me sucedió a mí.

Estas historias fueron absolutamente fantásticas, principalmente el primero de los 32 libros de historia que leí para documentarme. Era El Ministerio de la Guerra Poco Caballerosa, de Damien Lewis, quien más tarde leyó mi libro Mata nazis. Un círculo completo.

[Cinco meses después de la publicación del cómic en Francia, en abril se estrenó en los cines estadounidenses la película The Ministry of Ungentlemanly Warfare, dirigida por Guy Ritchie y basada en el libro Churchill's Secret Warriors, de Damien Lewis]

Una experiencia insólita acallada por un pacto de silencio.

Esos hombres y mujeres del Ministerio de la Guerra Poco Caballerosa hicieron cosas increíbles para frenar a los putos nazis, aunque tenían prohibido contar sus hazañas porque estaban sujetos a la Ley de Secretos Oficiales.

Se suponía que el SOE lucharía contra el imperio del mal utilizando técnicas de guerrilla. Y así el general Gubbins, jefe del SOE, quien había estudiado todas las formas de guerrilla antiimperialista contra el Imperio británico, usó todos sus conocimientos para detener al Tercer Reich.

Contaron con el pleno apoyo de Winston Churchill. Todo fue posible porque el primer ministro quería luchar sucio. Se había acabado la época de vestirse de rojo y de morir en la línea de avance. Las ametralladoras se encargaron de ello.

El SOE implicó el nacimiento del SAS, un cuerpo de fuerzas especiales que, gracias al guionista de cómics Garth Ennis, me cautivó. De hecho, he investigado tanto sobre ellos que figuran en tres de mis novelas gráficas: Bagmen, Crash Cowboys y Mata nazis.

Además de los hechos históricos, ¿cuánta ficción hay en el cómic?

Digamos que el 93% del libro está basado en hechos históricos. Todas esas hazañas están plasmadas en libros de historia escritos después de la desclasificación de archivos secretos de 1999. Son las mejores historias de guerra y espías que he leído… ¡y totalmente verdaderas! Los escritores ingleses escribieron los mejores libros de historia de todos los tiempos: se leen como thrillers, pero todo sucedió realmente.

El 7% restante corresponde a la introducción narrada por Christopher Lee, exmiembro del SAS.

La historia del jeep con miembros del SAS que, 48 horas antes del Día D, penetra de noche tras las líneas enemigas en Normandía para matar nazis me asombró tanto que me propuse dedicarles un libro. Lo leí en internet, pero no he encontrado la fuente que pudiese confirmarlo.

Así que lo incluí como un "déjame contarte lo que escuché" en boca de Drácula, Sir Christopher Lee.

También hay diálogos de cosecha propia para hacer la narración más fluida, pero el resto es verídico.

¿Por qué el SOE reclutó a novelistas y actores?

Debido a que el MI6 (Servicio de Inteligencia Secreto) ya había reclutado a todos los sospechosos habituales de las mejores universidades, el SOE solo tenía a los mejores del resto.

Por ejemplo, Peter Fleming era el héroe de la familia e Ian Fleming, el vago que se bebía el dinero de su madre. Peter también fue contratado por el SOE y trabajó en las Unidades Auxiliares —cuya historia también es increíble y desconocida—. Cuando Ian trabajaba para la Inteligencia Naval, los hermanos ni siquiera podían hablar entre ellos de lo que estaban haciendo. Y eso mató a Ian, porque al fin había pillado a su hermano. Y más tarde creó a un tal Bond, James Bond.

Contraportada del cómic 'Mata nazis', de Amazing Améziane.
Contraportada del cómic 'Mata nazis', de Amazing Améziane. Flow Press

Vamos, que el hijo favorito había sido superado por la oveja negra de la familia.

Al principio, Ian Fleming estaba celoso del éxito de su hermano, porque tenía una esposa inteligente y hermosa y trabajaba para los servicios de inteligencia... Entonces, él también quiso enrolarse antes de que Peter pudiera ganar la guerra por sí solo.

Sin embargo, Ian necesitaba lograr una victoria más importante que las del hijo predilecto de su madre, la socialité londinense Evelyn St. Croix Fleming. Y una forma de aventajarlo era conseguir las medallas de guerra suficientes para demostrar su valor.

Finalmente, se salió con la suya gracias a su labor en la División de Inteligencia Naval (NID) y en la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), el servicio de inteligencia de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Y tiempo después, por supuesto, con la paternidad de James Bond. Así se convirtió Ian en el Fleming más famoso de todos los tiempos.

Ya tenemos a un Drácula y a dos escritores, porque Peter publicó libros de viajes y novelas humorísticas. Sigamos con la nómina de espías singulares…

Las mujeres eran rechazadas en todas partes e invisibles sobre el terreno, por lo que el SOE entrenó a muchas. También a los pacifistas que querían coger un fusil y matar a los nazis, incluidos los artistas.

Todos piensan desde una perspectiva diferente y a la mayoría se le podían ocurrir ideas que nadie se habría esperado. La sección Q —sí, como en James Bond— construyó aparatos y dispositivos increíbles que salvaron vidas.

Los novelistas no eran capaces de matar una mosca, pero podían imaginar algunas misiones de contrainteligencia que engañaron a ejércitos enteros respecto al lugar donde se iba a llevar a cabo un desembarco masivo, como sucedió en Sicilia y Normandía.

Tuvieron que morderse la lengua después de la guerra, pero todos aprovecharon algunas historias para sus películas o libros, una vez "aceptadas oficialmente" por el Ejército.

Ese fue el sistema habitual durante décadas. Por eso tenemos tantos exmiembros de las SAS convertidos en novelistas. Cuando mientes tantas veces para complacer a los altos mandos, luego te resulta fácil escribir ficción.

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