Los Chichos: "El Vaquilla era un fenómeno. Robaba, pero cada uno escoge el oficio que quiere"
Los reyes de la rumba celebran su 50º aniversario en la música con una gira de conciertos de despedida que recala este sábado en el WiZink Center de Madrid.
Madrid--Actualizado a
Ni más ni menos que cincuenta años sobre los escenarios. Motivo suficiente para organizar la gira de despedida de Los Chichos, Hasta aquí hemos llegado, que recala este sábado en el WiZink Center de Madrid. Emilio González Gabarre (Madrid, 1947) echa la vista atrás para recordar cómo tres chavales de Vallecas —él mismo, su hermano Julio y Jeros, sustituido tras su muerte por su hijo Emilio Jr.— se convirtieron en los reyes de la rumba.
¿Por qué siguen arrastrando al público después de cincuenta años, incluidas las nuevas generaciones?
Nuestra música ha pasado de padres a hijos, de modo que en nuestros conciertos se juntan tres o cuatro generaciones. Los padres los educaron de esa manera porque han estado escuchando a Los Chichos toda la vida, por eso tenemos un público libre de edades, que va de los veinte a los setenta años.
Ya que lo menciona, ¿somos más o menos libres que antes?
Bueno, depende, o sea… [risa socarrona] La verdad es que la libertad es muy difícil. No tenemos la libertad que todos deseamos, aunque al menos podemos seguir viviendo.
¿Qué ha pasado desde la cárcel de Ocaña, con el Vaquilla por testigo, hasta un WiZink Center a reventar?
En cincuenta años hay para contar mucho, pero pocas son las cosas buenas que hay que contar.
Vaya… ¿Eran más agradecidos los espectadores de las cárceles o el público de los festivales de modernos y roqueros?
Ambos. La diferencia es que unos no pagaban y otros sí. Los presos veían que íbamos a las cárceles sin interés alguno, totalmente gratis, algo que agradecían mucho.
Muchos músicos y grupos han bebido de su música. ¿Los aplauden o les dan estopa?
Los aplaudimos. Los Estopa han vivido de nosotros, o sea, se han criado con nosotros, porque el padre les ponía a Los Chichos. Además de buenos amigos nuestros, son muy sinceros.
¿Qué opinan del 'revival' del cine quinqui y de la rumba?
No me gusta pronunciar la palabra quinqui, porque parece un insulto. Hemos cantado en varias películas y conocemos a José Antonio de la Loma. Él nos encargó la banda sonora de Yo, el Vaquilla, a quien visitamos en la cárcel.
¿Cómo era el Vaquilla?
Para mí era un fenómeno. Para otra gente pues era lo que era, porque se dedicaba a robar y esas cosas, pero cada uno escoge el oficio que quiere. El Vaquilla era buena gente.
¿Como Vallecas no hay nada?
Yo nací en Cuatro Caminos, aunque llevamos toda la vida en Vallecas y le tenemos mucho cariño.
A pesar de que no fue la intención inicial de Jeros, 'Quiero ser libre' se convirtió en un himno reivindicativo en pleno tardofranquismo. Una suerte de canción protesta, pero bailable.
El Jero era un fenómeno. Está muerto y todo el mundo se acuerda de él. Sin embargo, hay gente por ahí que dice que el alma de Los Chichos era el Jero. Y el alma de Los Chichos no era el Jero, eran Los Chichos. Quisiera aclarar esta cosa.
¿Quiénes han sido Los Chichos para la rumba y, por extensión, para la música española?
Tres personas que cantamos al público dando alegría con buenas canciones.
La fórmula de cantarle al amor y al desamor no falla.
Mi hermano Julio y yo también componemos. Yo tengo buenos temas. Sin embargo, si las canciones del Jero son más conocidas, pues cantamos las suyas.
Le decía que las letras de amor y desamor llegan a todo el mundo.
Bueeeno… Si vas por ahí, la gente te cuenta algunas anécdotas que alucinas: "Yo me quedé [embarazada] con vuestra canción". Cosas de esas, cuarenta mil…
En 1981 ya criticaban la violencia de género en 'Papa, tú no pegues a la mama'.
Esa canción es mía. Le encanta a todo el mundo, porque el señor Torregrosa hizo los arreglos a los tiempos de ahora.
Un aspecto en el que no se ha reparado tanto, pese a que resultó fundamental para ustedes: la producción de Ricardo Miralles y los arreglos de José Torregrosa.
¡Calidad! Ese hombre le empezó a meter ahí cosas, cosas, cosas… Hemos tenido a los mejores arreglistas.
Ustedes retrataron determinados ambientes, pero también tendrán algún ladrón de guante blanco entre sus fans.
No lo sé, no lo creo. Nosotros tenemos gente buena [risas]. Yo conocí al Vaquilla y el Torete me llevó desde Barcelona hasta Alicante, porque trabajábamos allí. Eran delincuentes, pero buena gente. Con nosotros eran personas.
Le hablaba del delincuente de traje y corbata.
Yo de esas cosas no entiendo [risas].
¿Son la banda sonora de una época y también de varias generaciones?
Sí, porque ya son cincuenta años. Entre músicos, coristas y técnicos, somos dieciséis personas en el escenario, además de nosotros tres.
Usted logró salir de la heroína, aunque habrá sido testigo de un panorama desolador.
Estuvimos en la droga, pero también salimos de ella. Tratamos de ayudar a la gente a través de mis canciones y de los temas del compañero Jero, que en paz descanse. Además, yo voy a las iglesias evangélicas a dar testimonio, porque lo bonito de esta vida es ayudar al necesitado, dijo Dios.
A sus setenta y seis años, ¿qué ilusiones conservan?
He formado una familia muy buena, con mis hijos, nietos y bisnietos. Es lo bueno que tengo.
¿Por qué no volvieron a grabar un disco de estudio desde 2008, titulado precisamente como esta gira, 'Hasta aquí hemos llegado'?
Porque la casa de discos no respondía. Si ya sacaron todos los refritos, para qué vamos a grabar. Y ahora, con motivo del cincuenta aniversario, han reeditado nuestra discografía en vinilo para los coleccionistas.
Parece increíble, pero ya han cumplido medio siglo sobre los escenarios: ni más ni menos. ¿Volverán a tocar después de esta gira de despedida?
Pues depende… De momento, así estamos, hasta que el cuerpo aguante. Y si a los ochenta años estoy como ahora, sigo [risas].
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